Feliz domingo para River. Feliz por donde se lo mire. Por Gallardo, que volvió a ser Napoleón, por Armani, aunque dio un mal rebote en el gol de Belgrano, por Scocco, que cada vez que entra, pum, gol. Le hizo uno a Boca, le metió dos a Belgrano, les quiere demostrar a todos que no le importa cuantos millones de dólares pagaron por Pratto, porque siente que el titular tiene que ser él, y no son pocos los felices hinchas de River que también lo empiezan a pensar.

Feliz domingo por el “Pity” Martínez que volvió recuperadísimo de su lesión y otra vez , como contra Boca, fue figura. Es cierto que su gol nació en un error defensivo de Belgrano (“saque si quiere ganar”, dicen los fanáticos del antifútbol), y de un saque apurado le cayó la pelota en los pies. Pero después de eso fabricó maravillas con su cintura para hacer pasar de largo a un defensor, y reventar la pelota en la red.

Feliz domingo por el triunfo, porque una victoria siempre provoca alegría, pero un poquito más si se logra contra Belgrano, aunque los jugadores no tengan nada que ver con aquellos de los partidos de la Promoción que provocaron el descenso.

Feliz domingo porque los puntos suman no para pelear el campeonato (21 unidades de distancia sobre Boca) pero sí para luchar por un lugar en la próxima Libertadores. Pero feliz domingo, antes y después de todo esto, más allá de cualquier consideración, porque lo llenaron el día con cotillón, con expresiones de felicidad, con un variadísimo repetorio de cantos con forma de broma, y gastadas fatalmente derramadas sobre todas las heridas del clásico rival.

Desbordaron el Monumental, fueron a celebrar la conquista de una Copa menor que se había agigantado hasta tomar dimensiones increíbles. Fueron a celebrar que estaban ahí y no en sus casas maldiciendo que pudo ocurrir si les hubiese tocado perder el miércoles último. Pero les tocó ganar. Los que perdieron fueron los otros Y les dedicaron “un minuto de silencio”, con más ganas que nunca.