Con el atajo de la metáfora, una escena que imagino al ver el conjunto de imágenes y testimonios que componen este libro: en un laboratorio donde la materia es la palabra, Effy acerca una enciclopedia a un mechero y volumen por volumen la prende fuego, pone las cenizas en una probeta y las convierte en burbujas. El espacio se llena, del piso al techo. La escena se repite y Effy quema otras enciclopedias, diccionarios, manuales de medicina, registros, documentos y archivos. La palabra muta, se vuelve liviana y flota: los sentidos se transforman.    

“Artista conceptual, performática y feminista queer”, se dijo Effy. A lo largo de sus producciones se puede ver una y otra vez el paso al acto, casi sin filtro, de una obra chocante, donde la literalidad de los sentidos es excusa para dar respuestas muchas veces incómodas. Entonces, la vemos en una habitación llena de globos para decir que se siente asfixiada, mezclando su menstruación de mujer trans con cera y depilándose, cortándose los brazos, raspándose la panza, corriendo desnuda por la universidad, ofreciendo sexo oral y dando en cambio historias de mujeres ultrajadas.

Años después, el Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA) será el lugar donde Effy se moverá como sirena en el agua. Sobre esta figura, que aparecerá más de una vez, escribió  Effy: “Las sirenas son criaturas míticas con las cuales fácilmente se podría asociar a las mujeres trans: mitad mujer, mitad monstruo. Una mujer sin vagina. Femenina, pero para muchos, inexistente. Seductora pero peligrosa, es una bella trampa donde los hombres se advierten entre sí: ‘No las oigas, no te acerques, no son como las mujeres comunes que son pasivas, dejarás de ser hombre si te acercas a ellas, no te dejes seducir’”.

Entre las aulas, afuera de ellas, en el baño, en los pasillos y la escalera: la universidad se vuelve un espacio de intervención permanente donde la alumna que estudia solo las materias que le gustan, encuentra un idioma común para decir que no hay tiempo para esperar. No hay mundos ni momentos ideales, su identidad es urgente y el género una  forma de asumir el mundo.   

Después vendrán las calles, ese territorio que Effy atravesó y donde se sintió atravesada, rodeada de personas y también de soledad, viviendo como en cascada, tan sensible. En esas calles la posición no es la de una presa que se queda agazapada frente a los ataques, su clave es ser irónica: de la misma forma que siente que el lenguaje es irónico con ella, le cambia el sentido y lo devuelve. Por ejemplo, se viste y desviste cincuenta veces para decir: Mi ropa no es mi sexo, o hace que quinientas personas la dibujen y parece susurrar: soy todas, podría ser cualquiera, pero en este momento soy la conjunción de vos y yo.  

Muchas de las obras compiladas en las siguientes páginas pueden encontrarse en la web. La necesidad de reunirlas y publicarlas tiene al menos dos sentidos. Por un lado, ella bocetó varios proyectos de libros y este es uno de ellos (también programó uno donde posó para ser fotografiada antes y después de su reasignación genital y uno de cuentos y poesías). Otra razón es la de conservar un material que podría caer de las páginas web en las que se publicó originalmente, dado que ciertos dominios tienen un vencimiento o son sensibles a la baja de los proveedores. (…). La obra de Effy no busca la comodidad y puede ser inquietante, movilizadora o pasear por territorios de angustia frente al desconcierto del por qué y el para qué. Los encuentros con Dori -su madre- y María Julia Prut -quien realiz ó la curación de una muestra de Effy en el museo La Cárcova - estuvieron atravesados por más de uno de esos sentimientos complejos. 

La prolijidad de los archivos de Effy, donde hay carpetas que guardan hasta diez versiones de un mismo trabajo, nos volvieron a confirmar que no era una improvisada. Tampoco alguien sin ambiciones, que sintiera pudor de desear el  mainstream que en vida la rechazó: una de sus aspiraciones era llegar al MOMA, el museo de arte moderno que se levanta en el centro de Nueva York. 

“No existen dos géneros, existe uno solo, el de cada cual”, escribió Effy en un cartel que sostuvo en la última Marcha del Orgullo LGBTIQ a la que asistió. Seguramente tampoco haya dos, ni tres, ni mil formas correctas o incorrectas de pensar sus obras. Sería clave ir contra la interpretación para que aparezcan, al menos, tantas lecturas como personas que lean. Quien escuche las canciones de esta sirena, tiene invitación a dudar sobre todo aquello que oprime.  

Este texto es un fragmemento del prólogo de Matías Máximo. El libro se puede descargar de: www.editorial.unlp.edu.ar