“Mi nombre es Emma González. Tengo 18 años, soy hija de cubanos y bisexual. Soy tan indecisa que no puedo elegir un color favorito, y me dan alergia 12 cosas diferentes. Dibujo, pinto, bordo, hago crochet; cualquier cosa que mantenga mis manos ocupadas mientras miro Netflix. Pero ya nada de esto importa. Lo que importa es que gran parte del pueblo estadounidense se ha vuelto complaciente con las absurdas injusticias que constantemente ocurren a su alrededor. Lo que importa es que la mayoría de nuestros políticos se deja influenciar más fácilmente por el dinero que por las personas que los votaron para que ocuparan su cargo. Lo que importa es que mis amigos están muertos, al igual que tantos chicos en Estados Unidos (…   ) Y estamos cansados, cansados de practicar simulacros de tiroteos en nuestros colegios, de tenerle miedo a algo en lo que ni siquiera deberíamos pensar. Estamos cansados de ser ignorados. Hablamos por aquellos a los que nadie escucha, por aquellos que aún no pueden hablar, por aquellos que nunca volverán a hablar. Estamos afligidos, estamos furiosos y estamos usando nuestras palabras con fiereza y desesperación porque es la única herramienta que tenemos para evitar que ocurra otra masacre”. Así comenzaba su demoledor descargo la joven activista Emma González en una reciente columna para la revista Harper’s Bazaar. 

Antes del 14 de febrero, esperaba la muchacha poder ingresar a una buena universidad para iniciar sus estudios en arte y la ocupaban tópicos propios de la edad: cortarse el pelito al ras (preparó una presentación en Powerpoint para explicar a sus viejos, mamá matemática y papá abogado, las razones por las que quería raparse), seguir presidiendo la gay-straight alliance de su secundario, continuar con sus experimentos en astronomía…   Desde el 14 de febrero, sin embargo, tuvo Emma que poner en pausa vocación y hobbies para  zambullirse de lleno en el activismo contra la violencia armada en Estados Unidos, deviniendo una de las voces más fuertes de la reciente revolución estudiantil que hace olas en el país. Un movimiento espontáneo que, organizado en forma transversal, bien podría lograr lo que muchos (Barack Obama, entre ellos) intentaron sin éxito: que los legisladores norteamericanos ¡finalmente! sancionen medidas restrictivas para que comprar un arma de fuego no sea más fácil que sacar una licencia para conducir. Una revolución que tiene nombre, Never Again, y declama: No más Columbine, no más Sandy Hook, no más Virginia Tech. No más Masacre de San Valentín, como bautizó la prensa al tiroteo masivo en el secundario de Parkland, South Florida, del pasado 14 de febrero. El tiroteo ¡número 17! de 2018, perpetrado por Nikolas Cruz, un pibe de 19 que había sido expulsado el año anterior por comportamientos erráticos e inestables, y que había sido denunciado en repetidas ocasiones a las autoridades por pavonearse en redes jugando con sus muchas armas. Un pibe que legalmente portaba un fusil Colt AR-15, de uso policial y militar, el mismo que usó para abrir fuego en el secundario. Emma González sobrevivió a la balacea, no así otras 17 personas; la mayoría, chicuelos de 14 años…

Hay una epidemia en Estados Unidos, y son las armas de fuego. A razón de 96 personas mueren a diario por ellas; y entre 6 y 7 son menores de edad. Por cada muerto, se calcula que otras dos personas salen gravemente heridas. Se estima que hay 9 pistolas por cada 10 habitantes. Y desde 2013, según informa la ONG Every Town For Gun Safety, se registraron 305 tiroteos en escuelas y universidades. De hecho, mientras la arriba firmante escribe estas líneas, escucha que ha vuelto a suceder: otro tiroteo en un colegio, en Great Mills, en el estado de Maryland, que dejó por saldo 3 heridos, incluido el agresor.  

Mientras, la siniestra Asociación Nacional del Rifle (la NRA, que nació en 1871 como organización lúdica y de apoyo a las armas, pero se convirtió en uno de los lobbies más poderosos de EE.UU., accionando como efectivo grupo de presión, abogándose el título de “salvaguarda” de las tradiciones norteamericanas) continúa con su discursito: que las armas no matan personas, que las personas matan personas; que nada tienen que ver pistolas y rifles con la violencia; que lo único que detiene a tipo malo armado es un tipo bueno armado… “La NRA gastó 30 millones de dólares en impulsar la candidatura de Donald Trump a la Casa Blanca, tanto con anuncios de apoyo al republicano como de publicidad negativa contra su rival. Si dividimos ese monto por el número de víctimas por armas de fuego en el mes y medio que lleva este 2018, da por resultado 5800 dólares por cabeza ¿Es eso lo que valen estas personas para usted, señor Trump? Si no hace nada para evitar que esto siga ocurriendo, el número de muertos aumentará y el número que vale la gente disminuirá. Acabaremos siendo poco menos que nada para usted”, expresaba públicamente González las pasadas semanas.

“A un año y monedas de la presidencia de Trump, muchos minorías –mujeres, inmigrantes musulmanes y latinos, personas trans, afroamericanos– han sido atacadas y menospreciadas, no solo por comportamientos y declaraciones insensibles del primer mandatario sino por las tácticas tenaces de la derecha republicana. En este contexto, Emma no solo representa a los jóvenes: también a las mujeres, a los latinos, a la comunidad LGBT”, advierte The Washington Post en un enjundioso artículo que compara a la adolescente con el ícono revolucionario José Martí, y la destaca como símbolo de esperanza y cambio en Estados Unidos. Pero la damisela no se duerme en los laureles…   “A veces me preocupa que la gente solo se detenga en la notoriedad que he cobrado y deje de escuchar las palabras que salen de mi boca”, se inquieta quien, junto a compañeros como David Hogg y Cameron Kasky, labura incansablemente en el movimiento que cofundaron, Never Again. Un movimiento que rápidamente ha sumado multitudinario apoyo y sonadas réplicas entre adolescentes del país, que constantemente improvisan escenarios en sus institutos para brindar discursos que alertan sobre la necesidad de restringir el uso de armas de fuego, de chequear los antecedentes de quienes las compran, de subir la edad mínima que habilita hacerse de una pistola o rifle, entre otros tópicos que apremian para su seguridad como estudiantes, y la seguridad de cualquier habitante de la nación. Un movimiento que se manifestará en March for Our Lives: la protesta masiva (se espera que se movilicen millones) que acaecerá el 24 de marzo en Washington y otras ciudades de Estados Unidos, y que ha contado con el aval y las donaciones de George y Amal Clooney, de Oprah Winfrey, de John Legend y Chrissy Teigen, de Sofía Vergara y Julie Bowen, de Miley Cirus, Ariana Grande, Jennifer Hudson, Steven Spielberg, Demi Lovato, entre tantísimas estrellas que han confirmado su presencia en la marcha. También ha prendido próxima propuesta de Never Again: una huelga de estudiantes el próximo 20 de abril, fecha en la que se cumplen 19 años de la infamemente célebre masacre de Columbine.  

Vale mencionar que si González devino rostro visible de tan justa causa es porque, tres días después de sobrevivir al cruento tiroteo en su escuela, la secundaria Marjory Stoneman Douglas, se plantó frente a miles de personas en una manifestación, se secó las lágrimas como pudo, tomó el micrófono y dio un discurso épico de 11 minutos donde exhortó al gobierno estadounidense a poner fin a las masacres en los colegios. “Tal vez los adultos se hayan acostumbrado a decir ‘Así son las cosas’, pero si hemos aprendido algo en el colegio es que si uno no estudia, falla. Y en este caso, si uno no hace nada, la gente muere”, dijo ante una audiencia evidentemente conmocionada. Se volvió rostro visible porque, en el correr de los días que siguieron, volvió a plantarse frente a cantidad de periodistas, que no pudieron menos que sacarse el sombrero ante la contundencia de sus argumentos. También se le plantó a Dana Loesch, portavoz de la Asociación Nacional del Rifle (NRA) en un encuentro televisado por la CNN, donde no le tembló la voz al presionarla para que denostase al acceso casi irrestricto a las armas semiautomáticas y automáticas, tan utilizadas por asesinos masivos en los horríficos y constantes tiroteos de los últimos años. Porque, en palabras de la conductora de tevé Samanta Bee, “ok, por la Segunda Enmienda, constitucionalmente no podemos deshacernos de todas las armas. ¿Pero es tan desquiciado prohibir que los rifles de asalto semiautomáticos acaben en manos de civiles? ¡Bajan a una habitación entera de personas en cuestión de segundos! Estos mortales sustitutos peneanos son una opción de porquería para cazar y proteger el hogar, pero perfectos para perpetuar el caos y la violencia en colegios, discotecas, cines, incluso reuniones entre colegas. Encima, comprar un rifle semiautomático en Florida ni siquiera requiere período de espera…  ”.

Nótese que frente a la histórica presión de los adolescentes (y los cientos de miles de adultos que se han plegado a su reclamo), Trump respondió ofreciendo pagarles un bonus a los maestros que…   ¡fueran armados a los colegios! A lo cual replicaron maestros y alumnos: qué curioso que no haya suficiente dinero para mantener programas escolares abiertos, para los suministros básicos en las clases, pero sí haya billetes para pagar por el entrenamiento y las pistolas de quienes no pretenden ser John Waynes de cabotaje sino profesores. En palabras de la propia Emma: “Los maestros no necesitan estar armados con pistolas para proteger sus clases: necesitan estar armados con una educación sólida para transmitir conocimiento. Si quieren armar las escuelas, háganlo con útiles escolares, libros, terapeutas, cosas que realmente necesitamos y son de utilidad”. Respecto al mentado plan presentado por la Casa Blanca, explica El País que “dejó de lado la propuesta de elevar de 18 a 21 años la edad mínima de compra de rifles. La iniciativa, aunque apoya endurecer la revisión de antecedentes, elude las decisiones ejecutivas de calado y se reduce a una serie de recomendaciones”. 

Por lo demás, Emma se ríe –sí, se ríe– frente a los vacuos intentos de políticos de derecha por manchar la causa. Se ríe, por caso, cuando intentan instaurar la teoría conspiranoide de que tanto ella como sus compañeros son actores contratados por los demócratas, “porque ningún adolescente puede estar detrás de semejante movimiento y movilización”. De seguro le habrá robado alguna sonrisa enterarse de que el candidato republicano a las estatales de Maine, Leslie Gibson, debió retirar su candidatura los pasados días, ante la avalancha de críticas que le llovieron por llamarla despectivamente “una lesbiana skinhead”. Tal es la fuerza de Emma González hoy día: la muchacha de 18 que ya tiene más seguidores en Twitter que la NRA. Ó