El 26 de junio de 1980, 24 toneladas de libros fueron removidas del depósito en que se guardaban. Las descargaron en un baldío de calle Ferré, en Sarandí, partido de Avellaneda. Un oficial dio la orden y esa tremenda biblioteca ardió completa, en lo que se llegó a considerar una de las quemas de libros más grandes de la historia.

"Material subversivo y peligroso". Así calificó el juez Héctor Gustavo de la Serna a ese millón y medio de libros incautados al Centro Editor de América Latina (CEAL). Un libro de Blas Matamoro, Hijos de ciego,  editado en 1973 por el Centro, Colección Narradores de Hoy, integraba las obras echadas al fuego. Pero ya anteriormente, agosto de 1976, Olimpo, del mismo autor había sido prohibido "legalmente" por el Decreto N° 1814. El proceso de Reorganización Nacional fijó sus propósitos y objetivos básicos, entre, ellos la "vigencia de los valores de la moral cristiana, de la tradición nacional y de la dignidad del ser argentino".

‑También apuntaban a "la incesante búsqueda del ser nacional y la lucha sin tregua por consolidar su conciencia", considerando que "...a  los educadores les cabe el calificativo de custodios de nuestra soberanía ideológica" (1977). En muchas de las prohibiciones que hicieron caer las obras al infierno de las llamas, mediaba la acusación de que las mismas adoptaban una "posición que agravia la moral, la familia y el ser humano". Y los libros de Matamoro se consideraban "heréticos" respecto a la paradigmática familia "occidental y cristiana".

Sin embargo, como el ave Fénix, estos textos pueden resucitar. Desde anaqueles de bibliotecas aún persisten y nos hablan. Hablan aunque les hayan cortado las lenguas. Y sobre nuestras cabezas revolotea el texto  Viaje prohibido, de Matamoro, tomo Historias del peronismo, Editorial Corregidor, 1973

Examinemos su plumaje, veamos algunos fragmentos del libro:

*"Unos basurales que Perón había convertido en barrio obrero, estaban llenos de cabecitas negras, esos seres que antes sólo aparecían en el barrio como sirvientas o peones y que ahora eran nada menos que vecinos". (p. 41)

*"Se corría un peligro: el sitiamiento y la invasión. Los vecinos iban a ser copados por esta indiada de gente que no sabían usar bañaderas, las llenaban con plantas, como si fueran macetas, y usaban la madera de los pisos como leña para el asado". (41)

*"La más prestigiosa reliquia del barrio, el parque Avellaneda, también profanado por los cabecitas. Las atorrantas se cruzaban tranquilamente con sus machos, a romper focos de luz y tenderse en los senderos como si aquello fuera una amueblada. La multitud que había llegado hacía el amor al aire libre, en un barrio donde esas cosas estaban reservadas al silencio de las camas de matrimonio y al misterio de los zaguanes nocturnos". (42)

*"Severos guardianes de gris, en la mano el bastón que remataba un largo clavo, recontaban los orgasmos de la noche por el número de preservativos abandonados en el jardín". (42)

*"Los chicos negros huelen, los chicos blancos no olemos, y si olemos está mal, y corremos a enjabonarnos para sentarnos a la mesa, totalmente inodoros, con un suave dejo a asistencia pública". (36)

*Él "Negrito catinga, tibio, a quien yo solía pasar un dedo por el antebrazo y asombrarme de que no destiñese". (36)

*"Mamá lloró la muerte de Gervasio, porque la muerte nos hace iguales a todos, aun a los negros y peronistas". (39)

*"Mamá debía privarse hasta de servicio doméstico, porque las mucamas estaban imposibles: exigían el franco cuando a ellas se les ocurría, amenazaban con irse a trabajar a una fábrica, y hasta eran espías del Partido Peronista o de la Fundación, que pretendían sonsacarle a sus patronas sus opiniones políticas". (40)

*"Yo no entendía bien cómo no estallaba la guerra civil en casa, si mamá y papá estaban a cada lado de la barricada. Papá era la calle y el vagabundo, hijo de padres borrosos, comprando una partida de peines para venderlos en la Avenida de Mayo, o un paquete de artículos de mercería para ir a ofrecerlos casa por casa a Lanús, hasta que algún amigote peronista le consiguiera un puesto en el IAPI". (43)

*"Mamá, criada para la sola tarea manual de la pasamanería y el piano, que había ido a aprender francés para el viaje a Francia que nunca hizo, debía dar lecciones particulares y terminó aceptando horas en un colegio de monjas para salir del paso". (44)

*"Papá, ese ex vagabundo que trabajaba en una oficina inventada por Perón".

*"Ese atorrante un poco envejecido que adoraba tomar mate, interminablemente, y había tomado por asalto la casa del médico ilustre, que se llevó la chica que había sido educada para ser la mujer de un personaje y era la madre del hijo de un empleado del IAPI, peronista para colmo". (45)   

*"La Plaza de Mayo peronista era la casa de la negrada: se desenvolvían paquetes con sandwiches de milanesa y naranjas, se hacían asaditos en las veredas (sobre parrillas de pie) se bailaba en las esquinas, al son de orquestas que actuaban en los palcos, cuando uno tenía ganas orinaba detrás de una estatua, los novios se besuqueaban bajo la luz del cielo peronista y, al atardecer, en la avenida 9 de julio, sobre un tablado, bailaban los bailarines del Colón, esa insólita incursión de las cosas de mamá en la fiesta de los cabecitas, en tanto ciertas negras venidas de Villa Ortúzar o Bánfield miraban evolucionar a las sílfides con ojos de huevo duro y suspiraban "Qué divinidad", asombrándome yo de que ellas no las silbaran y les tiraran pelas de naranja, y que esas negras lavanderas o empanadoras de recova fueran capaz de extasiarse ante los eventos de la cultura. (49)

La revolución libertadora

*"Para el 16 de junio del 55 mamá ya era viuda.

La semana del 16 al 23 de setiembre, lluviosa y fría, el clima de ocupación alemana llegó al máximo: mamá acumulaba alimentos, haciendo cálculos matemáticos de subsistencia: tantos días de fideos, tantos de arroz, tantos de lentejas o de harina de maíz, todas sustancias que podían resistir el paso del tiempo, el largo asedio que nos esperaba". (53‑4)

*"Al terminar la semana salió el sol y se esperaba la llegada de Lonardi. Todo había pasado. Nadie se acordaba de descolgar la foto de Evita. Yo me quedé mirando ese retrato, junto al de papá, con los ojos fijos, casi sin pestañear, y se me cayeron dos hilos de lágrimas". (55)

*"El 23 de setiembre fuimos al centro. El tour comprendió una visita a las iglesias quemadas, a la Prensa, a Leandro Alem donde las prostitutas de los cafetines lucían enormes escarapelas. El público era respetable  y discreto, tan distinto a aquellas tardes peronistas que recordaba haber pasado con papá". (55)

 

Viaje prohibido identifica una sociedad en la que la mitad de sus integrantes debía ser amputada en carne viva y arrojada a las fosas comunes. Matamoro fotografió ese proceso. Y pagó su precio: ¡fuera! Y a exiliarse en España.

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