Desde Lima 

Del sillón presidencial al banquillo de los tribunales. Ese es el oscuro destino que se le parece abrir al renunciante presidente Pedro Pablo Kuczynski. Luego de su dimisión del miércoles, la fiscalía solicitó que se le impide la salida del país y ayer el Poder Judicial anunció que apenas el Congreso oficialice la renuncia de Kuczynski, lo que ocurrirá hoy, se le citará a una audiencia judicial en la que se verá el pedido de la fiscalía. PPK, como se le llama al presidente caído en desgracia, deberá responder por sus pasados negocios privados con la constructora brasileña Odebrecht mientras era ministro y por haber usado los cargos públicos que ha tenido para beneficiar intereses empresariales privados. Por estos cargos, el Congreso había pedido su destitución, la que no llegó a darse porque el presidente renunció antes. También tendrá que responder por las denuncias de un financiamiento ilegal de Odebrecht a su campaña electoral de 2011, y por la compra de congresistas para intentar retener su cargo.

Ayer, el Congreso debatió la aceptación de la carta de renuncia del presidente. Hubo malestar en todas las bancadas, con la obvia excepción del disminuido oficialismo, por el tenor del texto, en el que se culpa a otros, especialmente al Congreso, por el fracaso del gobierno. Se suspendió hasta hoy la aprobación de la renuncia del presidente para esperar la llegada de su sucesor, Martín Vizcarra, hasta ayer embajador en Canadá. Hoy se debe aprobar la renuncia e inmediatamente después Vizcarra tomará posesión de la presidencia. 

Vizcarra asume en un momento muy complicado, en medio de un descrédito general de la clase política, con el mandatario renunciante, tres ex presidentes –Alejandro Toledo (2001-2006), Alan García (2006-2011) y Ollanta Humala (2011-2016)– y la jefa de la principal fuerza de oposición, Keiko Fujimori, seriamente comprometidos en el mega escándalo de corrupción de Odebrecht. Además Vizcarra, un ingeniero que ayer cumplió 55 años, no tiene un partido que lo respalde. Deberá completar el mandato del actual gobierno, que culmina en julio de 2021, aunque algunos sectores, como la izquierda y algunas otras fuerzas políticas, y el 49 por ciento de la población, según una encuesta de GFK publicada ayer, piden adelanto de elecciones. 

“Creo que lo mejor sería un adelanto de elecciones. Si Vizcarra se queda tres años va a tener un gobierno muy complicado, débil. Tendrá que buscar un equilibrio entre el fujimorismo de Keiko, que es mayoría en el Congreso, y el antifujimorismo. Me parece que Vizcarra le daría a su gobierno una dinámica distinta a la que tuvo el de Kuczynski, que gobernó con sus amigos pensando que hacer política era lo mismo que hacer negocios y tuvo un gobierno poco serio y bastante inepto. Vizcarra deberá formar un gabinete que más o menos refleja a las fuerzas de oposición y no un gabinete de amigos lobistas como eran los de PPK. Viene de la provincia y seguramente va a tener una mayor mirada al interior del país, probablemente busque soluciones más intermedias en la economía, que ahora es manejada por una ortodoxia neoliberal”, le señaló a PáginaI12 el sociólogo Alberto Adrianzén.

Fernando Tuesta, politólogo de la Universidad Católica, opina: “El nuevo gobierno va a tener un respaldo inicial, pero corto, y una autonomía limitada. Sabemos poco de Vizcarra, que es una persona cauta en sus declaraciones. Es muy difícil predecir cómo se vaya a comportar. Debería hacer una amplia coalición, pero no necesariamente con las seis bancadas del Congreso, sino coaliciones con políticos y personalidades de prestigio, coaliciones más allá del Parlamento, pero no contra el Parlamento”. 

Por su parte, el politólogo Eduardo Dargent afirmó: “siempre puede ser peor, pero es difícil que lo que venga sea peor que lo que hemos tenido estos últimos meses con un gobierno paralizado. El fracaso del gobierno de PPK ha sido brutal. La estabilidad política dependerá de cómo juegue Vizcarra y cómo las fuerzas en el Congreso lleguen a acuerdos. Se abre una amplitud enorme de posibilidades. Vizcarra debe convocar a su gobierno a personalidades de prestigio y de peso nacional, aunque no hay muchas, no tener en el gabinete a ministros ligados a intereses empresariales, como los de PPK, fortalecer la fiscalía para la lucha contra la corrupción. Esa tarea no es fácil. Tiene que construir una opinión pública a su favor que lo blinde. Eso es difícil. Tengo más dudas que confianza en lo que pueda hacer Vizcarra”.

Hay voces que advierten que por la debilidad de Vizcarra puede terminar siendo manejado por la mayoría parlamentaria fujimorista, que podría tenerlo permanentemente jaqueado con una posible destitución. “Podría darse un escenario en el que Vizcarra nombre un gabinete ministerial gris, complaciente con el fujimorismo”, advierte Dargent.

“El riesgo de un copamiento fujimorista está latente, que eso ocurra o no va a depender de las coaliciones que haga Vizcarra. Hay que tener en cuenta que el Parlamento de mayoría fujimorista está desprestigiado , y el fujimorismo está chamuscado. Sería un grave error de Vizcarra si hace lo mismo que hizo PPK, que fue someterse al fujimorismo, ser timorato, temerosos, hizo eso y ya vemos cómo terminó”, dice Tuesta.

“Creo que el fujimorismo tendrá frente a Vizcarra, al menos por el momento, una postura más moderada de la que tuvo frente a PPK. No veo a Vizcarra convertido en un títere del fujimorismo”, señala Adrianzén.