Como cada 24 de marzo, la ciudad será distinta hoy. Decenas de miles saldrán a la calle a ponerle el cuerpo a una demanda colectiva: que el terrorismo de estado es inadmisible, que la vida será mejor por prepotencia de deseos. Fotos de lxs desaparecidxs irán en alto, llevadas por sus familiares, o por cualquiera que desee mantenerlos en la memoria. Y también habrá cientos de pañuelos por los aires, pequeñas esculturas en cartón, en homenaje de las Madres de Plaza (25) de mayo, a las que siguen activas, como Elsa "Chiche" Massa y Norma de Vermeulen, que estarán si su salud se los permite, y a las que ya no están. Pañuelos blancos que seguirán caminando eternamente en busca de justicia. También los habrá tatuados en la piel de quienes quieren dejarlas indelebles, como bandera de vida. A 42 años del golpe de estado que dio inicio a la dictadura cívico-militar, serán lxs nietxs de desaparecidxs, y muchxs niñxs nacidxs en democracia quienes encarnarán el acuerdo tejido por gran parte de la sociedad: Nunca Más, pero también una democracia cada vez más plural, donde quepan todas ls voces.

Muchas de las manifestantes habrán estado también el 8 de marzo, porque estas luchas se traman en la certeza de continuarse, prolongarse en la necesidad de construir otros mundos, hacerlos posibles.

Es una marcha pero también una fiesta, cada 24 de marzo, aún cuando venga empañada por el discurso negacionista, por las nuevas suspensiones del juicio oral por la causa Klotzman y de Feced III, dos procesos emblemáticos. El primero, porque son imputados que nunca llegaron a juicio hasta ahora, porque están impunes. El segundo, porque por primera vez, un sacerdote, el ex capellán policial Eugenio Zitelli, estará sentado allí, entre los acusados. Y porque son 155 víctimas, en la causa más importante de la región. Ninguna afrenta del Poder Judicial o del Ejecutivo que pretende beneficiar a genocidas con prisión domiciliaria empaña, sin embargo, la potencia de una manifestación que cada año disemina sus consignas, amplía sus márgenes, encuentra nuevos colores, nuevas consignas, nuevas frases escritas en cartulina, nuevas expresiones artísticas, que se mixturan con las ya maceradas. Si hay una marcha plural y diversa, esa es la que cada 24 de marzo surca desde la plaza San Martín hasta el Monumento a la Bandera para encontrarse con las Madres. La cita de honor es a las 17.

Es ritual, es encuentro, es fiesta, y es reclamo embroncado contra la teoría de los dos demonios. La larga marcha que cada año sale a expresarse contra la dictadura es sobre todo una apuesta a futuro. Cada columna tiene su color, su forma, sus reivindicaciones. Cada año es notoria la presencia de jóvenes, y cada año se hace más colorida, más impredecible.

Además, ayer, la ciudad amaneció empapelada de afiches que invitan a "decir basta a la liberación de genocidas y de miseria planificada". La convocatoria está firmada por organizaciones de derechos humanos, sociales, sindicales, originarias, de mujeres, LGTB, políticas, culturales y deportivas.

Quienes pegaron los afiches anduvieron por toda la ciudad, el jueves, tras la ronda de las Madres de Plaza 25 de Mayo, donde hubo múltiples actividades, entre ellas, una acción de la Asamblea Feminista para pedir justicia por Marielle Franco, la concejala lesbiana, negra, feminista, nacida y criada en una favelada de Río de Janeiro, que fue asesinada el 14 de marzo pasado.

Los afiches denuncian por toda la ciudad los 18 nombres de represores condenados y procesados que disfrutan el beneficio de la prisión domiciliaria. Es cuestión de acercarse para leerlo. Tiene foto de los genocidas y una breve referencia a sus situaciones procesales.

Lxs organizadores de la marcha anunciaron que "será la más amplia, unitaria y diversa de las realizadas en los últimos años, por la pluralidad de sectores convocantes". Para estas organizaciones, "lo que genera esta unidad que hoy tenemos para convocar a la marcha, se debe a las políticas contrarias a la memoria, la verdad y la justicia que promueve el gobierno, de la mano de la aplicación de un programa económico de ajuste, endeudamiento y represión, que se erige como continuador del que impusieron a sangre y fuego los represores de la dictadura".

Sea lo que fuera que lleva cada vez más gente a las marchas del 24 de marzo, siempre está presente -aún con los reclamos y la bronca- un clima festivo, una convicción de encontrarse para tramar nuevas realidades, aunque el pasado haya sido el terror y el presente venga con una nueva desolación, en la marcha se encuentra la arcilla para modelar desde el presente un futuro multicolor.