El viaje tiene un comienzo, un fin y también una idea de eterno retorno: están los que viven siempre de viaje. A lo largo de la historia los viajeros han imaginado muchas veces el fin de lo conocido. Si esto era un umbral, si este umbral era recto o curvo, si vivían monstruos del otro lado. El imaginario del fin del mundo es amplio y tiene ciertos matices. Hay una dimensión temporal –que venga finalmente un día en que el mundo se termine–, una espacial –esta idea de la tenue línea donde finaliza lo habitable– y una, por decirle de algún modo, subjetiva –aquello que para cada uno sería el fin–. Sobre cada una de estas cuestiones trabajó el fotógrafo Nicolás Janowski en Adrift in Blue, un proyecto transmedia que incluye una muestra-instalación que se puede ver actualmente en FOla, una plataforma web y un libro que compila todo, que saldrá por ChAco (España) a principios de 2017. 

Una traducción no literal de Adrift in Blue podría decir “a la deriva melancólica”. Y esto es lo mostrado de distintas maneras en este trabajo. Por un lado la melancolía que obviamente contiene toda idea de fin. Por otro el color azul que impregna las imágenes como si se tratara de una ensoñación. Y por último, la deriva como término de  navegación que nos conduce directamente al meollo geográfico de este trabajo: Tierra del Fuego. Ese lugar helado y de mares portentosos fue donde Nicolás Janowski puso el ancla hace tres años por ser el paisaje que desde siempre encarnó toda idea de fin del mundo. Adrift in Blue es un proyecto de recreación poética del imaginario mítico de esos confines desde el momento en que fue habitado por los selknam y yámanas y que a su vez incluye la realidad concreta que puede vivirse en ese territorio hoy. 

Qué azul es ese mar

Al entrar a FOla  la muestra impacta a la retina como un cubo de hielo en la espalda. Fotografías de gran tamaño viradas a un azul eléctrico y otras donde lo que se ve son directamente modos del azul: olas embravecidas, el efecto del viento sobre una cabellera canosa y electrizada, tormentas de nieve, desprendimientos de enormes fragmentos de hielo. Sobre una de las paredes laterales del rectángulo de la sala, se impone un video en una gigantesca pantalla: se trata del tan romántico golpe del mar en el momento en que despliega toda su furia, pero ralentizado, lo que acentúa el efecto pictórico de esas formas azules. Nicolás se ríe al contar que eso lo filmó él mismo con su Iphone en una toma directa: “Es la última isla antes de llegar a la Antártida, es la Isla de Hornos. Eso que ves era un viento de 170 kilómetros por hora. Impresionante. Esta es la tierra imaginada de donde salen todos los relatos sobre naufragios que ahora forman parte de la literatura.” 

 Es así como se encuentran en este trabajo, además de fotografías y videos realizados especialmente para el proyecto, elementos de archivo como fotos antiguas y documentos, pero intervenidos por el propio Janowski y un pequeño equipo de trabajo: fragmentos de bitácoras de los primeros exploradores de ese territorio trabajados por Juliana Salvans, sonido directo de esas tierras convertido en piezas sonoras por Joaquín Cofreces. De esa manera convergen el video, el sonido y la poesía, como distintas modalidades que exploran una misma cuestión.

Todo el material ha ido tomando distintos formatos en cada una de las instalaciones que Janowski hizo hasta el momento: en el Museo del Barro de Paraguay y en Tarragona, España. En la muestra de FOla impactan fundamentalmente las fotografías de Tierra del Fuego de ayer y de hoy. Janowski realizó una investigación de imágenes y documentos a lo largo de sucesivos viajes y estadías en Tierra del Fuego haciendo base en el Museo del Fin del Mundo, donde el fotógrafo se instaló largos meses. Cuenta que para ordenar toda esa cantidad de material sensible pensó una historia de cinco capítulos que para él ocurren de manera cronológica. “El primero es en el siglo V donde aparece el primer imaginario que vincula la idea del fin del mundo, hasta el 2016 que es mi propio imaginario. Y que abarca desde que fallezca un ser querido, como me ocurrió hace muy poco, hasta vivir en Tierra del Fuego. Es decir ¿qué es el fin del mundo? Un tema muy abstracto y muy concreto al mismo tiempo.”

Drama en cinco actos

¿Cuál es el principio de todo esto? El fotógrafo relata: “La primera parte de esta historia es en los inicios de la cartografía moderna, cuando se plantea esta idea del mundo circular: si yo sé que el mundo es redondo y en el norte sé que vive gente, entonces, en el otro confín del universo, también tiene que haber alguien. Así empieza una primera idea exploratoria del universo, de llegar al fin… ése es el primer imaginario que estaba vinculado al ‘continente blanco’, que se sabía que existía aunque nadie había llegado.” De este capítulo se pueden ver en la página web algunos de los mapas y navegar con el cursor despertando sonidos que recrean ese misterio. El imaginario histórico que presenta a Tierra del Fuego como un lugar-límite, la última frontera de la civilización anclada en el extremo austral de la tierra habitable. Las primeras cartografías representaban el confín del mundo como las antípodas de la realidad conocida: un lugar habitado por gigantes, dragones y monstruos. 

Cuando esos viajes se realizan y los viajeros, ante semejante espectáculo, comienzan a  escribir en sus cuadernos algunas impresiones, Janowski ubica el segundo momento de su relato. En la muestra-instalación de FOla, además de páginas facsimilares de Diario de viaje de un naturalista de Charles Darwin, se encuentran fragmentos de exploradores como Cook, Fitz Roy y otros, mezclados en una especie de ready made poético. Lo que se extrae son los momentos en los que el dato duro y fáctico se olvida y aparecen las descripciones o evocaciones personales frente a lo que ven: un paraíso blanco y desolado, unos pobladores incomprensibles.  

El tercer fragmento es uno de los puntos más altos: fotografías intervenidas de Martin Gusinde, el famoso cura salesiano que registró  a los selknam y yámanas en imágenes documentales gracias a las que tenemos una imagen de ellos que llegó a nuestros días: “Él se vincula muy bien con las comunidades, pero claro, desde una posición muy paternalista. Saca esas fotos increíbles, a las que tuve acceso gracias al archivo digitalizado que también me facilitó el Museo. El archivo es tan potente que no sabía qué hacer. Hasta que en la misma investigación me doy cuenta de que lo que hace Gusinde es imaginar y reinterpretar los rituales de paso de las comunidades indígenas. Ellos ya no vivían así, ni se pintaban de negro. Entonces me decido a hacer lo mismo: reimagino lo que Gusinde, trato de pensar lo que él piensa. Empiezo a cropear, intervenir, hacer imágenes mucho más chicas, pensando en lo que él veía: la imagen occidental y renacentista del cuerpo, la importancia que le da a los cuerpos desnudos, el tabú del cuerpo que ellos traían y que no pertenecía a los fotografiados.”   

El cuatro capítulo –que no está incluido en la muestra pero sí en la página web– entra en la historia moderna de Tierra del Fuego, la construcción de su famosa cárcel que se vuelve icónica y la historia de uno de los únicos presos que logró escapar: el mítico anarquista Simon Radowitzky. Y esa idea de Tierra del Fuego como un lugar extraño, adonde es posible perderse, desaparecer del mundo, aparece en el último momento de esta historia que es el que llega hasta hoy. Fotografías de la isla en la actualidad, de sus pobladores, del modo en que alguna de las prácticas más antiguas perviven. ¿Cómo viven los lugareños de la provincia más austral? ¿Cómo es vivir en esas condiciones tan adversas, tres horas de luz en invierno, tres de noche en verano, donde por otra parte las temperaturas rondan en los 10 grados bajo cero? Nada fácil. “Obviamente el clima altera los estados anímicos de la gente. Todo esto empezó investigando estas cuestiones, que nuestro cuerpo es agua, que la condición atmosférica, el viento, alteran nuestro estado anímico y eso intenté que se viera en las fotos.”

Las fotos de Janowski son tomas directas que se vuelven expresivas a partir de ciertas técnicas como dobles exposiciones, barridos, flash con velocidades lentas. En muchas de las fotos aparece el fuego, pero con esa luz omnipresente que es el azul. Un sentido más de esta deriva melancólica asociada con el fin. “Es conocida la historia de por qué la Tierra del Fuego se llama así, porque cuando llegan estos primeros exploradores ven canoas con fueguitos adentro. Los selknam y yámanas eran nómades del agua y se trasladaban con sus fuegos siempre prendidos. El fuego era fundamental y lo llamativo es que sigue siendo así. Si vos te reunís en casas de amigos, te reunís alrededor de un fuego. Siempre. Las casas tienen en la parte de atrás un fogón. Es algo que está presente en la actualidad. Hay cosas que perviven y son las que le dan identidad a ese lugar, entre tantas migraciones, pérdidas, población golondrina, hay algo muy fuerte que se reinicia como un ciclo y perdura.”

Adrift in Blue se puede visitar en Fototeca Latinomericana (FOla), Godoy Cruz 2620 / 2626, todos los días de 12 a 20 (miércoles cerrado). Hasta el 12 de marzo.