La rama de actividad que presentó mayor crecimiento en cuanto a empleados y empleadas registrados y registradas a octubre 2017, comparado a octubre 2016, fue la de Construcción, con un crecimiento interanual del 11,4 por ciento, Según el último informe del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA). Este porcentaje es por demás significativo: el resto de las ramas que crecieron (como salud o enseñanza) no supera ninguna el 4 por ciento. Este incremento fue motivado principalmente por la fuerte inversión del Gobierno en la obra pública que aumentó 26 por ciento tan solo en el Estado Público Nacional comparando el 2017 con el 2016. Al haber sido el 2017 un año electoral es esperable que este rubro haya crecido. 

Según datos del SIPA, si se observa la brecha salarial por rama de actividad, construcción es la única que tiene un porcentaje negativo y de gran magnitud, llegando a ser del orden del 23,1 por ciento. Esto implica que el salario promedio de las mujeres en este rubro es bastante superior al salario promedio de los hombres, situación inversa a la que se da a nivel general, donde si tomamos todas las ramas de actividad, la brecha salarial general es del 23,4 por ciento en favor de los hombres. Sin embargo, lo que a primera vista pareciera ser progresivo esconde que las trabajadoras mujeres en esta rama de actividad ocupan un lugar marginal. La construcción es el sector con menor tasa de feminización del país; tan solo un 6 por ciento del total de sus trabajadores y trabajadoras son mujeres y la mayoría se encuentra realizando trabajos administrativos y, en algunos casos, ocupando puestos jerárquicos. Si lo llevamos al trabajo de obra en sí el porcentaje de mujeres se ubica muy por debajo del 6 por ciento. El detrimento en la contratación de las obreras mujeres se debe, por un lado, a la división sexual del trabajo, donde se considera a la mujer incapaz de realizar este tipo de tareas (que implican utilizar la fuerza y el cuerpo) pero sí más apta para los trabajos vinculados a las enseñanza y el cuidado, donde se considera que las mujeres tienen aptitudes naturales. Por otro lado, hay razones económicas vinculadas a la infraestructura de las obras en construcción: donde se contratan obreras femeninas se deben instalar baños para ellas.  

Esto lleva a pensar que es necesario que se impulse la inserción de las mujeres en rubros como la construcción, con programas especiales, capacitaciones y cupos de género (cuando el empleador es estatal) para que no exista discriminación ni económica ni sexual. Se requiere que a la hora de elaborar políticas públicas el Gobierno tenga en cuenta que las mujeres son las que presentan una mayor tasa de desempleo, precarización y salarios más bajos.

(*) Economista e integrante de Economía Femini(s)ta.