Ayer, 9 de abril, se cumplieron 70 años del asesinato del líder popular colombiano Jorge Eliecer Gaitán.

Gaitán representaba una renovación en clave radical de izquierda del histórico partido Liberal. En sus intervenciones públicas y en su calidad de abogado había denunciado la masacre de las plantaciones bananeras de la United Fruit en 1928, en las cercanías de Santa Marta, donde se estima fueron exterminados alrededor de dos mil jornaleros. Fue un líder poseedor de un extraordinario carisma que suscitaba el entusiasmo de grandes masas populares en toda Colombia; creía en la democracia directa y popular (protagónica, diríamos hoy) y combatía sin cuartel a la oligarquía y a los agentes del imperialismo en su país. Era, sin duda, el hombre llamado a cambiar el destino de Colombia. Sus enemigos, de adentro y de afuera (Estados Unidos) así lo percibieron y obraron en consecuencia.

Leamos el testimonio de Gloria Gaitán, la hija del dirigente asesinado:

El gobierno norteamericano había delegado en el General George “Marshall la responsabilidad de gestar acciones para frenar el avance del comunismo, que para ese momento había adquirido gran prestigio popular por el papel heroico que cumplió el ejército ruso durante la Segunda Guerra Mundial, que acababa de terminar victoriosamente para los aliados y con la derrota del fascismo.

Lo primero que ideó Marshall fue la creación de la CIA en 1947 como herramienta para luchar contra ‘el comunismo’, o sea contra todo movimiento popular revolucionario. Para Europa gestó el Plan Marshall, con el propósito de frenar la muy posible victoria del comunismo en Grecia e Italia y, para la América Latina, ideó la creación de una organización que se enfrentara al posible avance del ‘comunismo’ en este continente. Fue así como le propuso al gobierno de Ospina Pérez –temeroso del triunfo de Gaitán a quien veía como comunista, aun cuando no lo era, pues era socialista, pero igual, también le temían al socialismo, como le temen hoy– que se organizara en Bogotá una conferencia continental, a la que llamaron Conferencia Panamericana, para crear ese organismo anti-comunista (y anticomunismo era luchar contra todo el que no se sometiera a los dictámenes del Imperio).

El único obstáculo que veían en el camino era que, para ese momento, había muchos gobiernos progresistas en la América Latina, que no se interesarían en crear ese organismo al que bautizaron OEA. Por lo tanto Marshall propuso que, a través de la CIA recién creada, se planeara el asesinato de Gaitán, no importaba si el país explotaba en una gran conmoción popular, al contrario, le echarían la culpa al comunismo y los delegados, atemorizados con lo que podía fraguar el comunismo, aceptarían la creación de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Fue así como la CIA, con la colaboración del gobierno colombiano, que empleó al jefe de la policía, el coronel Virgilio Barco –tal como nos lo confesó la madre del padre Camilo Torres frente a varios testigos aún vivos– montó un complot denominado ‘Operación Pantomima’, que fue relatada en detalle por la confesión que hiciera el agente de la CIA de nombre John Merkless Espirito y que desembocó en el asesinato de mi padre” (ver Gloria Gaitán, “El imperio en el asesinato de Gaitán”).

Gaitán tenía un pensamiento profundamente democrático, claramente antioligárquico y antiimperialista e imbuido de un profunda vocación latinoamericanista. Su muerte provocó el inició de una nueva fase histórica aún inconclusa en Colombia y conocida como “la Violencia”. Las guerrillas que surgieron después de su muerte fueron la reacción airada de un pueblo que no estaba dispuesto a permanecer de brazos cruzados mientras masacraban al hombre que encarnaba sus más profundos ideales de justicia social, libertad, democracia. La reacción popular ante su muerte se extendió como un violento reguero de pólvora por todo el país. No es casual que la tarde en que fue ultimado tenía previsto reunirse con dos jóvenes cubanos, Fidel Castro Ruz y Rafael del Pino que habían llegado a Bogotá para participar en el Congreso Latinoamericano de Estudiantes convocado como respuesta a la Conferencia Panamericana patrocinada por Washington y con el fin de protestar contra el intervencionismo estadounidense en América Latina y diseñar mecanismos eficaces para su combate, cosa con la cual Gaitán estaba de acuerdo.

Su asesinato, por una lamentable ironía, coincidió exactamente con el nacimiento –también en Bogotá– de la OEA, ese infame “Ministerio de Colonias” hoy regenteado por el tránsfuga de la izquierda uruguaya Luis Almagro. No exageraríamos un ápice si dijéramos que Jorge Eliecer Gaitán fue un brillante y heroico precursor del ciclo antiimperialista y de izquierda que cambiaría el mapa sociopolítico latinoamericano desde finales del siglo pasado y cuyos efectos se sienten todavía con fuerza el día de hoy. Por eso debemos recordarlo, y estudiar sus ideas cuya vigencia no hicieron sino fortalecerse con el paso del tiempo.