Fanático de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, el director teatral Gabriel Wolf estrenó recientemente un espectáculo que viene preparando hace cuatro años. Se trata de Poesía de ricota (¿qué podría ser peor?), “experimento teatral que se podría calificar como una reversión actuada de las letras” de la banda. “En 2014 empiezo a ver que hay muchas versiones de los temas en otros formatos: tango, sinfónico, cumbia... pero la poesía no estaba explorada. Agarré un par de canciones, les saqué la música y vi que proponían. Me gustó lo que iba quedando”, cuenta Wolf a PáginaI12. Intentó evocar el espíritu de las viejas tertulias poéticas. “A mí me aburre cuando se recita o se lee, cuando no se interpreta. Queremos que se pongan en juego el cuerpo, la emoción; que aparezca otra intensidad. Así se fue armando esta mezcolanza”, agrega.

En la dirección trabajó junto a Guadalupe Bervih, quien como docente en sus talleres de teatro suele utilizar poesía. Fueron un año y medio de ensayos con actores predispuestos a la exploración, que, como primer requisito, tenían que ser ricoteros. “No es un recital, una obra de teatro ni un stand up”, aclara la gacetilla. Poesía de ricota parece definirse a partir de lo que no es, y en la curiosidad que produce está parte de su encanto. La acción transcurre entre las mesas de un bello bar-teatro de San Telmo. El elenco –Gabriela Biebel, José Formento, Marina Garré, Miriam Eva Rellán, Marcelo Saltal y Gustavo Slep– actúa una decena de canciones de la mítica banda, en distintos sectores del lugar. Salvo por algunas escenas colectivas, la mayoría son emprendidas por un solo actor. Y uno de ellos las va enlazando. Es una suerte de maestro de ceremonias, que está a cargo de palabras del Indio Solari de distintas procedencias (publicaciones de revistas y prólogos de discos, entre otras).

Tratándose de la creación de uno de Los Macocos, no sorprende encontrarse con momentos de humor. Pero en la elección de los temas se percibe un balance, una intención de equilibrar caminos bien opuestos: también están la densidad y la oscuridad tan presentes en el universo ricotero. La mayoría son hits, pero aparece algún inédito. “Buscamos dramatizar la pequeña estructura de cada canción. Vos agarrás un texto teatral de 40 hojas y el texto te va llevando. Acá, el desafío era importante porque lo escrito es pequeño. Lo hablamos con los actores: ‘no te pierdas’. No podés estar distraído, no es que tenés una escena medio baja y en la próxima levantás; acá entraste mal y te lo perdiste. Agarrar esas letras tan locas, encriptadas y difíciles para ver qué aparecía en el cuerpo fue súper atractivo”, expresa Bervih.

“Las letras del Indio tienen una cosa dramática, en el sentido de que pasa algo. Y otro de sus atractivos es que están llenas de contradicciones’”, dice Wolf. Una vez que contaban con los actores y habían hecho la selección de temas –que obedece al gusto y al capricho de los directores, ante todo– desarrollaron un “minucioso” trabajo sobre el cuerpo y la palabra, los protagonistas de Poesía de ricota, ya que es un espectáculo centrado en el compromiso de los actores. Fue fundamental la búsqueda de despojar a las letras de la música. Y, por este motivo, en ningún momento del show suena un tema de Patricio Rey. “Tratamos de salir de la cadencia de las canciones. Cambiamos los ritmos, buscamos otras pausas, tiempos e intenciones. A los actores les íbamos dando premisas actorales, para que investigaran por ahí: ‘sospecha’, ‘ironía’, ‘violencia interna’. Y apareció un concepto general: poner esto en la voz de los excluidos y marginados. Me parece que las canciones de Los Redondos traen esa voz”, analiza Wolf.

Bervih señala que otro de los ejes fue la tensión entre “lo culto y lo popular”: “Con estas canciones pasa que quizás alguien te dice ‘¿sabés la historia de este tema?’ Y te la cuenta, pero quizá no es la misma que yo escuché, leí o me hice. De hecho, ese trabajo también lo hicimos. Hablábamos de qué pensábamos de cada tema y muchas veces no coincidíamos. Tampoco tenemos la certeza. No sabemos qué es lo que quieren decir. Me parece que esto era lo rico”.

El año pasado abrieron los ensayos para amigos y conocidos. Iban a estrenar en mayo, pero lo postergaron por lo sucedido en el último recital del Indio en Olavarría. El músico dio su visto bueno a la realización de Poesía de ricota, mediante su manager Julio Sáez, con quien Wolf se contactó. “Cuando voy al teatro trato de no leer el programa de mano; trato de ver qué me pasa con el hecho. Creo que acá hay algo de eso”, dice el director, en relación a cómo las expectativas del público pueden vincularse con la propuesta. Es que es muy probable que todos lleguen a Poesía... con sus propias imágenes, y deban dejarlas a un lado para recibir lo que este ritual ofrece. “Lo rico es pensar que no va a ir a tu ritmo. Podés cantar, por ejemplo, pero te estás perdiendo de algo”, agrega Bervih.

El lugar elegido es Pista Urbana, bar-teatro ubicado en Chacabuco 874, donde caben poco más de 50 espectadores. “Día no teatral, espacio no teatral”, define Wolf. Las funciones son los martes a las 20 y la entrada incluye una consumición. “La propuesta está salida de lo convencional. Es una rareza. Evoca la imagen del barsucho, del puticlub. Si poníamos esto en un escenario, se iba a convertir en una sucesión de numeritos, sketches, una suerte de varieté”, explica Wolf. “Queríamos que fuera más salpicado, permeable al ruido de las copas, a que pasara la moza. Incorporamos el espacio a nuestro favor”, añade Bervih. Los directores encaran también otros proyectos: a Wolf se lo puede ver en el escenario en La mosca blanca, con dirección de Gaby Fiorito; mientras que ella trabaja en la dirección de La Pipetuá Lunática, junto a Daniel Casablanca, espectáculo de La Pipetuá que estrenará en junio en el Paseo La Plaza.