El último viernes el gobierno de Macri se vio forzado a hacer una concesión importante. No surgió porque hubieran revisado un error en forma voluntaria, sino por la acción de la comunidad científica en su conjunto y en particular por la toma del MINCyT que llevó más de cinco días. En el camino, y justamente en Navidad, quedaron expuestos algunos datos muy interesantes.

En principio, mostró el poder de la gente en la calle y reunida para defender sus conquistas. En este caso, fueron los científicos pero tiene y tendrá consecuencias con la onda expansiva que se avecina. Por un lado, estoy seguro que las autoridades habrán tomado nota que ya no podrán imponer gratuitamente políticas que afecten lo obtenido durante la última década. Por otro lado, hay otro mensaje muy importante para el resto de los trabajadores del país: como decía la gente del PRO en su campaña electoral, “se puede, claro que se puede”, pero apuntando en una dirección que no tenían prevista.

Aquellos que participaron en la negociación advertían el patético papel que hacía Barañao, escuchando lo que le ‘cuchicheaba en el oído Aguado’ para saber si decía que sí o que no a lo que negociaba con los científicos que tenía enfrente. Su autoridad es solo decorativa y su futuro, incierto. Lo mismo sucede con Cecatto, presidente del CONICET. Es que los dos quedaron muchísimo peor que los funcionarios políticos, que solo aparecieron sobre el final para poder cerrar la negociación. A pesar del esfuerzo que harán las autoridades del ministerio para quedar como quienes forzaron el acuerdo, para quienes estuvieron adentro (y también afuera) quedó todo muy claro: ‘los hilos se manejan desde otro lado’.

Durante años vivimos escuchando y leyendo sobre ‘el relato’, que era la palabra que más consenso tenía para ‘atacar’ lo que se decía desde el kirchnerismo y quienes estaban cerca de él, algo así como si desde el gobierno anterior hablaran de una ficción que solo creían ellos.

Lo interesante es que si uno lee a Freud, podría decir que se trataba de una ‘identificación proyectiva’. Es decir, lo que uno puede advertir ahora es que quienes ‘denostaban el relato’ creían ver en la realidad lo que acostumbran a hacer ellos: distorsionar los hechos, mentir, prometer e incumplir y sobre todo, negar.

Miente, miente... que algo quedará. Bueno, esta vez, ante la comunidad científica, no fue así.

Después de haber defendido a muerte que no habría recorte, que no había recorte (por favor, note la diferencia entre el ‘habría’ y el ‘había’), que no hay recorte... parece que sí habría, sí había y sí hay.... Pero mucho peor aún, es que ni siquiera fue un problema económico sino claramente político. Este grupo de personas tiene inscripto en su ADN algo que no pueden reconocer públicamente y por eso engañan ‘a la Durán Barba’: ¡el estado es un estorbo! ¡los trabajadores del estado son un estorbo! ¡La producción nacional es un estorbo! ¡Milagro Salas es otro estorbo! ¡La década pasada fue un estorbo y hay que hacernos escarmentar! ¡Las universidades nacionales son un estorbo! ¡Las escuelas públicas y laicas, son un estorbo! Y estos fueron nada más que algunos estorbos.

Está claro que no comparto lo que dicen, pero los entiendo. Es lo que ha venido a hacer la derecha vernácula en el país, pero lo que sería bueno es que lo dijeran y que en todo caso, discutamos los dos modelos de país que queremos ser.

Antes de avanzar, y en el caso de que quisieran debatir, les pediría que no me corran con la corrupción, porque sea de un lado o de otro, es obviamente inaceptable. Hablemos seriamente. López existió (y seguramente debe haber muchísimos otros casos que aún son desconocidos, pero no necesariamente porque no se puedan conocer, sino porque si se expusieran podrían exhibir lazos non-sanctos que involucren gente de la propia tropa), pero, claro, también existen los Panamá Papers (por poner nada más que un ejemplo).

Es por eso entonces, que propondría que nos centremos en las cuestiones de políticas públicas y en qué país queremos ser. Pero claro, necesitamos tener honestidad intelectual para poder ‘escribir’ con todas las letras de qué discutimos. Me explico.

Cuando Macri reconoció que la política científica fue lo mejor del gobierno anterior y que dejaba al ministro para garantizarla, él sabía que no alcanzaba con dejar a Barañao, sino que Barañao pudo funcionar con Cristina porque había una clara voluntad y decisión política. ¿Cómo se demuestra eso? ¡Con presupuesto! ¡Con dinero! Si no, ni Barañao (ni nadie) pueden operar.

Para darle dinero, hace falta en principio, querer dárselo y en ese caso, hace falta también establecer una lista de prioridades. La cantidad de dinero no es infinita, y esa lista es el mejor indicador de la ideología. ¿Nacional o importado? ¿Construimos satélites o los alquilamos? ¿Producimos vacunas o las importamos? ¿Explotamos los pozos petroleros o contratamos con otras que no sean YPF? ¿Entendemos que el futuro pasa por la ciencia argentina o compramos el valor agregado que le ponen otros? ¿Para qué queremos universidades públicas si después vamos a expeler del sistema a quienes se gradúen? ¿Queremos que vuelvan los científicos que se fueron o mejor que se vayan los que están? ¿Hacemos los radares nosotros o los compramos hechos? ¿Defendemos los derechos humanos o hablamos de los “la teoría de los dos demonios”? ¿Sentimos al interior como patria o preferiríamos que la Capital se escinda y sea otro país? ¿Nos integramos con Latinoamérica o no? ¿Impuestos progresivos o  regresivos? ¿Ley de Medios sí o no? ¿Distribución de la riqueza más equitativa o ‘pobres hubo siempre’? ¿Medicamentos genéricos accesibles para todos o los grandes laboratorios haciendo lobby? Represión ¿sí o no?¿Salud pública gratuita y de calidad para todos o para quienes la pueden pagar? ¿Protegemos la industria nacional o abrimos la importación en forma indiscriminada? ¿Nos endeudamos o no?

Antes de seguir: no crea que soy ingenuo y que no me doy cuenta cuán tendenciosa es la lista y cómo se filtra mi opinión aún en las preguntas, pero si pudiera, le pediría que si usted tiene buena fe (y no hay razones para pensar que no sea así), sea generoso conmigo y piense que esta es sólo una nota periodística, un punto de partida.

Para terminar: la comunidad científica tomó nota. Como tenía razón, le arrancó al gobierno lo que éste injustamente se negaba a dar. Pero esta lucha recién empieza. Una vez resuelto el problema puntual (no menor por cierto) y conseguir que quienes habían visto violados sus derechos los recuperaran, decía, resuelto el problema más urgente, ahora se inició una discusión mucho más profunda. Esta es la pelea ‘de fondo’. Pero en el camino, como decía antes, emergió una señal muy poderosa para el resto de la población: “¡Se puede, claro que se puede!”

Salud y feliz año nuevo.