Hernán Casciari y Zambayonny muestran su costado más oscuro en Tragedias, un “espectáculo que va a contracorriente” de la moda de hacer reír. “Y sobre todo en el Liceo Comedy: Lino Patalano lo preparó para hacer cagar de risa a la gente y vamos nosotros de traje negro, con cara de orto, a contar, entre otras cosas, cómo mueren chicos”, dicen. A mediados de marzo, el productor inauguró esta sala dedicada al stand up, cambiándole el rostro al conocido teatro. Allí, el escritor y el cantante se unirán para contar muertes, traiciones, dramas amorosos y accidentes mortales, entre otras cuestiones (sábado a las 23.45 en Rivadavia 1495).

Se trata de un espectáculo que comenzaron a imaginar hace más de un año, un día de verano, en la sobremesa de un asado. “Empezamos a hablar de cosas horribles. A él se le murió un fanático y la familia le regaló una corbata suya. Yo le conté una historia también muy fea. A él se le había muerto un perro hacía muy poquito. El mismo había tenido que sacrificarlo. Dijimos: ‘¡Vamos a hacer de esto un espectáculo! Y la gente se va hecha mierda’. En la era del stand up, de lo cotidiano y gracioso, dijimos ‘Vamos a hacerlos mierda a los hijos de puta’”, recuerda el fundador de Revista Orsai, en la charla con PáginaI12.

Zambayonny va más atrás en el tiempo y evoca cómo se conocieron: “A Hernán lo leo desde hace muchos años, desde 2003, cuando empezó con su blog. Nos cruzamos cuando presentó el primer número de Orsai, en la cancha de fútbol de Mercedes (pueblo natal de Casciari). Me invitó a cantar un par de canciones. Fue mi primer estadio”. Cuando Casciari todavía vivía en Barcelona, el músico le pidió que prologara uno de sus libros. En 2015, tras sufrir un infarto, el autor de Diario de una mujer gorda se instaló en Buenos Aires, y así el vínculo creció. Es cierto que, aparte, ambos artistas tienen una impronta común: impulso autogestivo, una popularidad que se expandió gracias a Internet, la tendencia a hacer reír. Aunque éste no sea el caso, ya que “es un espectáculo para abajo”.

En aquel asado inaugural, Casciari le preguntó a Diego Perdomo si contaba en su repertorio con canciones trágicas. Su amigo le respondió que toda su obra tenía, en realidad, ese espíritu. “No creo que ninguna canción o cuento nuestro no tenga una parte para abajo, hasta los más divertidos”, sugiere Zambayonny, autor de tres novelas. Tragedias, entonces, hilvana con breves diálogos y comentarios tristes canciones y cuentos. “Muertes de niños, caídas de aviones, perros sacrificados, crisis matrimoniales, la tragedia abstracta de no saber qué va a pasar, la de descubrirse a uno mismo” son algunos de los tópicos que aparecen. “Nunca sabemos quiénes somos en el momento más trágico. Si somos solidarios o egoístas, si vamos a abrazar a la persona que más queremos o la persona que más queremos somos nosotros. Estamos convencidos de que somos los mejores y de que en la peor situación vamos a actuar de la mejor manera. Pero no lo sabemos. Tragedia es, también, no saber”, completa Casciari.

Dejar el cigarrillo después del infarto alteró por completo su vida, ya que no pudo volver a sentir placer con la escritura. El teatro apareció como una “segunda oportunidad”. Con Fabiana Cantilo compartió Comedias, espectáculo en el cual abordó el lado más luminoso de su narrativa; y con varios de sus parientes, una obra. La lectura en bares o, para generalizar, la lectura en voz alta, es otro de los caminos alternativos que tomó alguien que, parece, siempre puede volver a inventarse.

“Hasta el infarto fui un escritor. Desde el infarto dejé de escribir porque dejé de fumar. Y empecé a interpretar lo que había escrito. La creatividad me empieza a pasar por otro lado. Leer en voz alta me genera la adrenalina que antes me generaba escribir”, compara. “Lo que me sorprende es que la gente se esté quieta y escuche. Que se concentre alguien hoy, en este siglo, con todos los estímulos que hay, en una historia que no necesita la parafernalia de lo audiovisual, lucecitas de colores, que trata de hacerte imaginar desde la palabra... Que el otro siga concentrado y no esté mirando el móvil me parece milagroso. Todavía no está perdida la concentración, que es una cosa que ya está perdida en mi cabeza”, destaca.

Dice que le gusta que el público “no se entere” de que está leyendo. “Quiero que parezca que estamos conversando y en un momento ‘tucutucu tucutucu’: entraste a algo, como cuando un comensal en una sobremesa está contando algo interesante y parás la oreja. Hay seis conversaciones cruzadas y querés escuchar a ése porque te entró una palabra. Quiero ser ése: no quiero pedir silencio para que me escuchen, quiero que todos estén hablando y ser el elegido”, se define. Los que aparecen en Tragedias, como los que suele leer en bares, no son textos nuevos, claro; pero sí pasaron por un proceso de reescritura.

Hay una diferencia entre los artistas y el repertorio elegido en esta ocasión. Zambayonny sólo comparte una historia autobiográfica: la de su mascota muerta. En cambio, Casciari es uno de los referentes de la “literatura del yo” y se siente en este sentido “acompañado” por su época: “Hay temas como la envidia, la muerte y el desamor que, si tenés una energía tremenda, podés encararlos desde dos personajes del siglo XVII en Dinamarca. Si sos un gordo perezoso, todo pasa en Mercedes, todo me pasa a mí porque me conozco bien, y de última que aparezcan Chiri (su amigo) y mi vieja. No voy a la hemeroteca, no me fijo si las telas en esa época eran lino o no sé qué. Es pereza”.

Tragedias inició su recorrido el año pasado en la sala Siranush. Pasó por Rosario, Córdoba, La Plata y La Rioja, entre otras ciudades. “Cada vez que tenemos un huequito y alguien lo pide, y las agendas sincronizan, decimos que sí”, cuentan los artistas, que viajarán próximamente a Mendoza y Neuquén. La colaboración creativa entre ambos continúa por otros carriles, ya que Zambayonny escribirá la tapa de la próxima Orsai, con temática futbolera. El músico prepara su próximo disco, que podría aparecer en septiembre; mientras que Casciari publicará un libro infantil con ilustraciones de Gustavo Sala, una fábula sobre la crisis financiera internacional.