Nunca fue fácil ser peronista. Ni siendo gobierno, ni estando en la oposición. Y mucho menos en las etapas de la proscripción o la dictadura. Si hicimos de la memoria una bandera, es porque hubo una disputa por el sentido de la historia, donde la oligarquía quiso inventarnos un pasado. Esta construcción, profundamente ideológica, estableció el mito de que todos los males del país son por culpa del peronismo. Claro que este relato está divorciado de la verdad, de la historia democrática, y de las transformaciones más importantes que el peronismo llevó adelante a favor de las mayorías.

El voto popular nos puso en el rol de la oposición. Claro que no nos gusta, porque somos una fuerza política con vocación de poder, de representar a las mayorías y de transformación, que para ser requiere del gobierno, de ganar elecciones. Pero somos un movimiento democrático y que respeta la voluntad popular, siempre.

El país viene atravesando un momento difícil: el crecimiento de la pobreza y la inseguridad; una democracia de baja intensidad; un déficit comercial récord, con el consumo a la baja y la inflación en alza; tarifazos impagables, endeudamiento y fuga de capitales; casos alarmantes de corrupción; y una judicialización de la política llevada al extremo. La lista podría continuar.

Frente a este contexto una jueza decidió mediante un fallo plagado de inconsistencias y carente de argumentos sólidos intervenir al principal partido de la oposición: el Partido Justicialista. El accionar de Servini de Cubría debilita la institucionalidad democrática, la división de poderes, y las garantías básicas amparadas en la Constitución. Este pésimo remake de la proscripción que nos impone la jueza, se entromete en la vida interna del partido, la de sus autoridades y la de sus afiliados. Es más, con los argumentos que se utilizaron todos los partidos están sujetos a ser intervenidos. Todos. Creo que esa es la razón del transversal repudio y de la solidaridad de otras fuerzas democráticas nacionales y de la región que no tardaron en llegar.

“Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”, escribió Cortazar. Justo cuando se multiplicaban los esfuerzos y acciones por la unidad de las distintas expresiones de nuestro movimiento las cámaras de televisión nos enrostraban el caos, la patota y a Luis Barrionuevo pretendiendo asumir como interventor. Los tuits de los dirigentes/trolls de Cambiemos estaban escritos desde antes: la esperada renovación del peronismo era Barrionuevo, símbolo de todo lo que no queremos ser.

Perón decía “que todos sean artífices del destino común, pero ninguno instrumento de la ambición de nadie”.

La historia nos cuenta que el peronismo pasó por circunstancias mucho peores que algunas derrotas electorales o una eventual intervención del partido. Tenemos los anticuerpos, los cuadros y sobre todo valores que nos van a permitir salir de esto en el corto plazo.

Ante este escenario la mejor respuesta que podemos ofrecer es seguir trabajando por la unidad con todos aquellos que pensamos que el gobierno de Macri es un desastre. Hay que juntarse con los que están dispuestos en serio a ser la opción de un futuro mucho mejor para la patria.

No tenemos que distraernos, ni perder el foco sobre los problemas que el gobierno de Macri no resuelve y empeora: el ajuste brutal de la economía que excluye y cruje, la inseguridad que no discrimina; la corrupción que genera más pobreza; la falta de políticas públicas frente al cambio climático; y un Estado cada vez más ausente y desregulado que está a disposición de los negocios privados.

Unidad no significa amontonarse. La unidad es un proyecto que requiere de una amplia convocatoria política y sectorial para discutir un programa de propuestas que respondan a las demandas ciudadanas y proyecten al país hacia un futuro mejor y más inclusivo. La unidad Implica renovarse y recuperar los valores históricos con perspectiva de futuro. Necesitamos un discurso con contenidos que vuelvan a interpelar a todos aquellos que hasta hace muy poco nos acompañaron con su voto y con sus expectativas, y que por algún motivo lo dejaron de hacer. Hay que trabajar en una nueva estética, que vaya de la mano de un fuerte compromiso ético para cuidar lo que es de todos: los recursos públicos y nacionales. Por último, debemos consensuar las reglas de juego que democráticamente elijan a quienes nos vayan a representar. El adversario no está adentro, es Macri y sus políticas de ajuste. Macri es el límite, y esto exige que seamos tajantes con los que juegan a dos bandas: que armen otro partido ó que se afilien al PRO.

La construcción de la unidad es el desafío más importante que tenemos por delante. Lo que está en frente puede parecernos poderoso, enorme, inteligente, traicionero y con un alto nivel de cinismo, capaz de hacer cualquier cosa para preservar sus intereses y privilegios en el poder. El General San Martín solía decir que “sólo el que vive de rodillas ve gigantes a sus enemigos”. Frente a la adversidad que este momento histórico nos impone dejemos todo de lado y trabajemos por la unidad, que es la respuesta más contundente que está a nuestro alcance.

* Dirigente Peronista de la Ciudad de Buenos Aires.