Damián tiene una panadería familiar en Ingeniero Allan, Florencio Varela, el barrio en el que me crié. Es un barrio humilde, y la panadería abastece de pan y facturas a una población de clase media baja. En el barrio hay empleados informales y muchos desempleados. Se ubica en los confines del distrito. Casi no hay calles asfaltadas, faltan jardines de infantes y la atención sanitaria no existe. En la pañería trabajaban  él y sus dos hermanos.

Hace año y medio Damián me contaba que tenía que afrontar la suba del precio del aceite, de la harina y de los insumos. Intentó trasladar ese aumento de costos a los precios. Pero tuvo un problema. Comenzó a vender menos pan.

Entonces llegaron los primeros aumentos tarifarios, y Damián decidió apretar los dientes y afrontar los nuevos costos sin aumentar el precio del pan. La ganancia de la panadería se achicó, y así fue como su hermana tuvo que alejarse de la panadería, porque ya no podían sustentarse tres personas con los ingresos generados.

La demanda sufrió un lento declive. La caída de las changas, las paritarias por debajo de la inflación, la pérdida de empleos… Todo eso redundó en un achicamiento del mercado interno.

Ahora llegaron las nuevas facturas de gas y de luz. Y Damián ya no da más. Los números no cierran, la panadería no puede continuar. Si traslada el costo de las tarifas al precio del pan, los vecinos le compran menos. Si no traslada los costos, la panadería da pérdida.

Damián tiene 30 años y dos hijos. Sus hermanos tienen historias de vida parecidas. ¿Cómo sigue la vida de mi amigo de la infancia? ¿Qué futuro le espera a mi amigo luminoso, a mi amigo noble, a mi amigo hoy hecho un hombre y cabeza de familia?

¿Acaso la historia de Damián no me toca en lo más mínimo? ¿Podremos ser felices en un barrio que no lo es y en un país que sufre?

Están los números de la macroeconomía. Los tecnócratas podrán enredarse en discusiones respecto de algún decimal más o menos. Pero detrás de las cifras están las historias de hombres y mujeres cuyas vidas han sufrido un vuelco significativo. Necesitamos hacer algo.

Necesitamos que la rentabilidad de las empresas de servicios públicos no represente el despojo de los ciudadanos. Necesitamos que las tarifas no hagan saltar por los aires al sector productivo y del comercio. Necesitamos, en definitiva, un proyecto de Nación con otra sensibilidad, con otra perspectiva. Necesitamos un proyecto de desarrollo económico con un sector productivo vigoroso, capaz de generar riqueza y de liderar el progreso de una Nación integrada geográfica y socialmente.

El cambio que prometieron es un cambio para mal. Es un cambio para peor. Ojalá podamos corregir a tiempo tantos desaciertos y no profundizar el camino de la recesión, del desempleo, del cierre de empresas y de comercios.

Ojala Damián, con sus treinta años, tenga perspectivas de un futuro posible. No habrá Patria sin Damián, sin Mache, sin Sole, sin los hombres y mujeres que representan lo mejor que tenemos: nuestro Pueblo.

* Dirigente peronista de Cumplir.