Para celebrar el Día de los Inocentes, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota actuarán una noche más. No se trata de una mentira piadosa ni mucho menos de una hipérbole. Aunque tampoco todos sus integrantes serán parte de la liturgia. Además de Sergio Dawi, Semilla Bucciarelli y Walter Sidotti, quienes formaron parte de la banda hasta su separación en 2001, hoy a las 21, por el escenario de Niceto Club (Niceto Vega 5510) también desfilarán antiguas piezas de la herencia ricotera como Willy Crook y Tito Fargo. “El 28 de diciembre tiene una carga muy particular para los Redondos porque la inocencia se tornó en un estado muy importante para nosotros. Y nos pareció oportuno juntarnos ese día debido a que la última vez que nos presentamos en Niceto, en agosto, fue una fiesta muy nutritiva”, explica Dawi. “Para su show en Gualeguaychu, hace un par de años, el Indio nos invitó a Semilla, a Walter y a mí. Si bien estuvo bárbaro, y más en esa dimensión, teníamos ganas de hacer un set prolongado. Los gustos hay que dárselos en vida, y éste es uno que nos vamos a dar”. 

La propuesta del espectáculo está dividida en tres partes: en la primera, Dawi y Bucciarelli presentarán su laboratorio performático SemiDawi. La segunda tiene a Sidotti junto a su proyecto The Comando Pickless, y la última, en la que se sumarán los invitados, estará dedicada al grupo que el 1° de octubre celebró las tres décadas del disco Oktubre. “Es una experiencia que realizamos en contadas oportunidades, para recaudar fondos para Enrique Symns o en el Chaco, en la que sumamos el presente de Semilla, Walter y yo con lo que estábamos haciendo hace años en los Redondos”, describe el otrora saxofonista de la agrupación. “Durante muchos años no lo hicimos porque nos abocamos a generar nuestros proyectos. Así que se trata de una empresa amateur porque no tiene otra proyección más que el día a día. Si bien tenemos muy metidos los temas, de tanto transpirarlos, estamos ensayando. Esto lo requiere. Los Redondos éramos muy trabajadores. Nos encerrábamos en la sala cuatro o cinco horas diarias, de lunes a viernes. Por eso las canciones sonaban de esa manera”. 

–¿En qué consistirá el repertorio ricotero en esta ocasión?

–No incluimos nada de los discos electrónicos, sino de los que tienen una raíz más de baile y de fiesta. La idea es poder cerrar un año muy particular, de muchas zonas oscuras. Personalmente, si tuviera que tomarlo como un proyecto, por ahí hasta reversionaría los temas. Aquí hacemos versiones bastante fieles de lo que hicimos siempre. En este momento, el presente es bastante rico en cosas para hacer. Tanto Semilla con su pintura y SemiDawi, y yo con esto y mi banda, tenemos un marco para evolucionar. Y eso está bueno. 

–¿Cuál es el punto de conexión entre SemiDawi y los Redondos?

–SemiDawi es un espectáculo performático que por ahí puede llegar a tener el espíritu experimental que en algún momento hubo en los Redondos. Pero de entrada no existe la canción, sino el cuadro sonoro, en el cual no hay una letra. El lenguaje que manejamos es el digital. A través de una tablet, Semilla proyecta todo un sistema de pantallas, en el que hay un marco escenográfico. Y en mi caso, el saxo no suena como uno normal porque pasa a través de procesadores, de looperas y de samplers. Nuestro disfrute actual pasa porque cada noche sea diferente. La idea es seguir haciendo espectáculos que tengan algo de teatral porque, aparte de tocar, estoy poniendo el cuerpo, me involucro de otra manera. Las visuales surgen en el momento. El tuco está en el medio, en el diálogo que vamos teniendo, y la forma en que se va complementando. 

–Entonces su eje es la improvisación… 

–No es improvisación pura. Los cuadros sonoros tienen un tiempo de desarrollo. Esto no es para músicos ni para una elite, sino para la gente en general. También sabemos la capacidad de concertación que tenemos para esto. Hay temas que se arman en vivo con la loopera, mientras que otros tienen una base grabada. Pero en realidad tiene cierta dramaturgia, donde hay un comienzo y un final, donde hay toda una tensión dramática, en la que intercalamos los temas para que esa tensión se mantenga. Lo que más contentos nos pone es que tenemos el cariño de la gente que nos viene a ver. Hay público que viene del teatro y de las universidades, y que no tiene que ver estrictamente con los Redondos. Aunque el miércoles va a haber un “pogo Redondo”. 

–¿Tuvo la oportunidad de ver Sumo X Pettinato, espectáculo en el que el músico y conductor televisivo revistaba a su imagen y semejanza los clásicos de su antigua banda? ¿Siente que esto que están preparando guarda cierta afinidad con esa propuesta? 

–Si bien Fernando Kabusacki (guitarrista del ensamble) me invitó a un par de ensayos, para tocar los roles que Petti hacía en Sumo, luego no tuve tiempo para ir. No siento afinidad con respecto a lo que haremos el 28. Respetamos muchos los arreglos. La apuesta de Pettinato me parece bárbara. También uno se involucró con proyectos, y se quedó con deudas. Y quizá fue su manera de poder saldarlas. 

–¿Apuestan por la nostalgia?

–Cuando hay algo que te provoca creatividad, te abre un lugar en el alma que no se cierra más. Me parece que, justamente los noventa, que fueron los años del menemato, en los que quisiste tirar a todos por la ventana, había pocas cosas en las cuales creer. Pero a los Redondos, a Sumo o a la banda de la vuelta de tu casa, les creías. Eso queda, y creo que es hereditario. 

–Para el que no vio el show del dúo, su descripción evoca el universo intelectual en el que surgieron los Redondos. ¿Se trata de una vuelta a las raíces? 

–No siento que estemos volviendo a los orígenes de los Redondos. Eso fue más bien una especie de cabaret de posguerra alemán, en donde estaba la música con varios cantantes. Lo que tenemos del grupo, en ese sentido, es un espíritu de riesgo, de libertad, de búsqueda y de disfrute. 

–Mientras buena parte de su público redime el arrebato performático de sus orígenes y el sonido de sus tres primeros álbumes, otro sector rescata el momento en el que la banda saltó del culto hacia la masividad. ¿Cuál es su opinión sobre ese fenómeno? 

–Fue un crecimiento progresivo. Cuando existía esa época de cabaret político, era porque la realidad lo sugería y lo permitía. Una vez que el público empezó a crecer, el marco de pequeño teatro ya no estaba teniendo vínculo con lo que pasaba. Era difícil seguir haciendo las performances en lugares grandes. Vaya usted a saber, pero creo que si no hubiéramos crecido, quizá se hubiera mantenido ese espíritu performático. 

–Hace un rato dijo que si el show de Niceto fuera un proyecto, reversionaría los temas. ¿Cuáles reinventaría?

–Si me tuviera que dedicar a hacer temas de los Redondos, los reversionaría. Así es. Haría otras cosas porque es la manera que tengo de abordar. De la misma forma que en SemiDawi no hago un blues ortodoxo, sino uno que tiene que ver con la antropofagia. Me nutrí de un mundo mucho más amplio. Hago una mixtura y sale algo que tiene que ver con mi metabolismo. El fenómeno que hay con los grupos tributos me parece bárbaro, pero me produce más curiosidad cuando un grupo como la Fernández Fierro, que es de tango, hace versiones desde otro lugar. Ahí se reavivan las cosas de otra manera. 

–Aunque no toque sus temas, La Beriso es también una banda que tributa a los Redondos, al tiempo que mantiene vivo el imaginario del rock barrial. ¿Cómo se siente cuando lo identifican con esa escena y más en condición de pionero?  

–En muchas circunstancias, uno tiene que dar una definición de lo que es para que te pongan en la góndola. Y yo creo que no tenemos lugar en la del rock. Aunque la gente del negocio nos ubica ahí porque es más fácil. Es una visión muy sesgada, aparte porque no tengo nada que ver con lo barrial. Pero, por suerte, provocamos algo en mucha gente. Se nos acercan y nos dicen que no sabían que SemiDawi existía, y nos agradecen. Y ahí me siento que cumplí la misión porque pude mostrar otros caminos y formas en este mundo de copy page. 

“Ayudame a recordar”, le pide Sergio Dawi a su asistente, al momento de enumerar los proyectos con los que colabora en la actualidad, y a los que denomina “vínculos novedosos”. No obstante, amén de prestar su saxo para las Bodas Químicas, El Kuelgue, Fernando Kabusacki y Elefante Guerrero Psíquico Ancestral, con los que tocó el pasado fin de semana, y de, por supuesto, integrar SemiDawi, con el que prepara un DVD, el ex Redonditos de Ricota lleva adelante su propio grupo, Dawi y Los Estrellados. “Soy una persona entusiasta, y siempre le trato de encontrar un sentido a lo que me mueve”, advierte el músico, quien sorprende por su confesión de que admira a Lisandro Aristimuño. En el living de su casa, en el barrio de Almagro, se encuentra rodeado de una variopinta memorabilia de la que destaca una vieja tuba colgada en una pared, un acordeón, una gaita gallega, un Winnie the Pooh tamborilero (haciendo terna junto a otros dos muñecos) y los cuadros, cargados de temperaturas cromáticas, de su hermano, el artista plástico Ariel Dawi, establecido en Ecuador. 

–Luego de la separación de los Redondos en 2001, ¿cómo se enfrentó a su flamante realidad? 

–Cuando comenzó ese año sabático, creé la agrupación 2saxos2, que hacía una suerte de música escénica. Si bien los instrumentistas podemos manifestarnos, a lo largo del tiempo, también nos quedamos cortos. Y eso me sucedió. Necesitaba meter la palabra. Por eso salió el primer disco de Los Estrellados (llamado Estrellados, de 2004). Luego tuve la necesidad de presentarlo, por lo que armé una banda. Le secundó un segundo trabajo (Quijotes al ajillo, de 2008), mientras llevaba adelante 2saxos2. Una vez que se fue mi compañero de proyecto, Damián Nisenson, a Canadá, surgió VideoSaxMachine, con la que me presento ocasionalmente. Es una selección de cortometrajes. Tiene una familiaridad con SemiDawi porque estoy vestido de blanco, y soy parte de esas películas. Las musicalizo en vivo, como se hacía antes, y trato de jugar mucho. 

–A pesar de que todos sus proyectos están atravesados por la experimentación, ¿cuál es su guía? 

–Experimentar con la imagen y el sonido es algo con lo que siempre estuve vinculado. Por una parte, mi viejo era cineasta, y mi madre música. Son muchos años trabajando en esto y con eso. Y en todas estas cosas, nos separamos de la canción. 

–¿Y cómo se reconcilió con ella? 

–Uno es una sumatoria de experiencias. No me considero cantante, sino más bien un decidor. Estos discos han tenido una distancia en el tiempo porque también tuve que encontrar el momento necesario para decir algo a través de la palabra. A principios del año próximo, va a salir el nuevo material de Los Estrellados: Hackeados. Ahí tengo muchas cosas para contar. Si bien sé lo puedo decir con el saxo, la palabra llega a lugares más precisos. Me gusta el proceso de hacer la canción, de trabajar en equipo. Todas las producciones aparecieron de forma independiente. 

–Considerando que fue y sigue siendo un artista independiente, ¿qué opinión le merece la autogestión en esta época?  

–Hoy la industria no tiene lugar para cosas chicas. Así que no te cabe otra que ser independiente. Y si te llama una multinacional, lo más seguro es que quedes en el cajón de los recuerdos. 

–A los Redondos nunca les interesó desarrollar una carrera internacional. ¿Ahora se animaría a probar, además con las ventajas que ofrece Internet?

–Nunca estuvo en los planes. En lo personal, no tengo problema de llevar a una sala de 300 personas este espectáculo. Yo estoy feliz con esto. No tengo más ambiciones que las que se me presentan. Vas agudizando todos los recursos cuando sos independiente, y tu mirada adquiere una característica diferente a la del negocio.

–A partir de la confesión del Indio Solari de que sufre mal de Parkinson, ¿volvieron a entrar en contacto?

–No.

–Lo que sucede en torno a él, ¿le salpica de alguna manera? 

–En vínculos de muchos años, es imposible que no queden cosas pendientes. Y nosotros tenemos muchas. Pero mi presente es tan rico que por ahí no llegó el momento para verlas. La última vez que nos vimos con él y con Skay, nos dijo: “Chicos, vamos a parar un año”. Y ya pasaron 15 desde entonces…. Nunca más retomamos el tema. El Indio y Skay tienen su vida, y yo la mía. Ellos sabrán por qué todos estos años se hicieron tan largos.