El dólar sigue mostrando fuertes presiones y roza los 20,80 pesos. El Banco Central, confiado que la venta de 1472 millones de dólares del la víspera iba a calmar al mercado, no intervino en las primeras horas de la jornada. La respuesta de los inversores, lejos de moderar la demanda, fue intensificar las compras de divisas.  La suba de la cotización mayorista, que superó los 20,50 pesos,  obligó a la autoridad monetaria a volver a intervenir en la plaza para intentar frenar la corrida. La dolarización de activos en el mercado interno se convirtió en una espiral complicada de parar. “La consigna es aprovechar ahora a comprar todo lo que se pueda por debajo de los 21 pesos. Ese es el nuevo piso del dólar”, le explicaron a este diario en una importante financiera de la city. Para los inversores el Central está regalando divisas a estos  precios.

  En las últimas 8 semanas se vendieron casi 5000 millones de dólares para tratar de contener  la corrida. El record fue ayer cuando se sacrificaron casi 1500 millones. Los que salieron favorecidos de esta intervención fueron los grandes fondos de inversión del extranjero, que se desprendieron de 45.000 millones de pesos en Lebac para comprar dólares e irse del mercado interno. Lo hicieron a un precio del dólar al menos 10 por ciento más barato respecto del que tendría la divisa sin la manipulación del Banco Central. La autoridad monetaria se encuentra en una encrucijada. Si deja subir el precio del tipo de cambio genera más problemas inflacionarios y si lo mantiene sacrifica dólares de las reservas a un ritmo insostenible.  

  El Central, desesperado, parece haberle pedido un permiso especial al Gobierno para aplicar su Plan B: dejar subir la tasa de interés. En el mercado secundario de Lebac el rendimiento de estos instrumentos saltó de 26 a casi 29 por ciento. El problema es que ahora los fondos del exterior tienen que pagar ganancias por comprar estos títulos e incentivarlos para mantenerse en las letras requiere una tasa todavía mayor. La dolarización de activos, más allá de las tasas y los impuestos, responde a otros problemas estructurales. La Argentina necesita, según cálculos del Fondo Monetario Internacional, unos 30 mil millones de dólares de deuda por año hasta 2023 para cubrir los desequilibrios macroeconómicos. Se trata de una cifra muy elevada. Una cosa es endeudarse a ese ritmo durante dos años y otra cosa bien distinta es hacerlo por casi una década. Los inversores ante estos números abren el paraguas y prefieren evitar el riesgo.