Un poema de Joaquín Gianuzzi, uno de esos escritores que resultó casi secreto hasta que fue levantado como héroe por los llamados “objetivistas” –ese grupo irregular que marcó la poesía de finales de los 80 y casi todos los 90 –, un poema solo, liquida rápidamente cualquier problema de autoría. El poema se llama “Poética”, como no podía ser de otro modo, y está en su libro Señales de una causa personal, de 1977. “La poesía no nace. / Está allí, al alcance / de toda boca…”. Así empieza. Es inevitable, hay algo en la poesía que la convierte en una cosa explosiva, que desborda, que contagia, que parece que salta de la página en donde se lee y que ataca al mundo de frente, sin ningún tipo de intención de contenerse. La poesía pasa de boca en boca porque funciona anónimamente, como si el lenguaje mismo hubiese inventado esos objetos extraños que son los poemas para que nosotros, sujetos del lenguaje, a fin de cuentas, nos perdamos en ellos, nos sintamos extraños por ellos, cautivados, presas de una pasión sin nombre. Hasta ahora, al menos. Porque la poesía puede no tener ese tan complicado nombre de autor. Pero... ¿Puede tener palabras que la organicen? ¿Términos cuya recurrencia permita armar mapas mínimos? Esa pregunta fundamental se responde afirmativamente en el último libro aparecido por el sello de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, EUFyL, que acaba de sacar un ejemplar voluminoso y taxativo que lleva por título Antología temática de la poesía argentina. La pretensión de sus antologadores, Luciana Del Gizzo y Facundo Ruiz, a partir de una idea propuesta por Américo Cristófalo y organizada en su origen con Gabriel Cosoy del Teatro Cervantes, es precisamente armar un libro que pueda dar cuenta de la poesía argentina sin caer en los nombres obligados, en las tradiciones organizadas, en las estéticas de siempre, sino en eso que parece que es imposible en cualquier poema: un tema. 

Sí y no. Los poemas que aparecen organizados cronológicamente en cada sección o capítulo (¿habrá una novela de la poesía?), parecen encajar amablemente en el tema que los aúna sólo en ocasiones. En otras, más que entrar, el texto discute su ubicación, dialoga con ella, como si hubiese un íntimo desacuerdo entre tema  –una categoría semántica, después de todo – y poema. Pero eso no le quita mérito al libro. Todo lo contrario. Lo enriquece en la medida en que muestra lo provisional de ese mapa organizado y lo importante de proponer otros modos de lectura que le escapen a la consabida omnipresencia del autor y la conformación de un canon nacional. “Armar una antología temática nos permitía no leer por nombres propios, por así decirlo”, comenta Facundo Ruiz, Doctor por la Universidad de Buenos Aires, poeta y profesor en la cátedra de Literatura Latinoamericana I. “No teníamos que seguir el canon, en donde siempre, en una antología de la poesía argentina, tenían que estar tal o cual. Necesariamente, una antología temática es contracanónica. Porque no organiza los poemas ni en generaciones, ni determina autores menores ni mayores, no sigue fundaciones ni crisis. O sea, todos los temas que podrían organizar un canon no son justamente los que operan como temas en la antología”.

Escapar al nombre de autor como criterio de organización permite, estrictamente, horizontalizar. Quizás, democratizar, si es que la palabra es aplicable, la producción de los poetas. Luciana Del Gizzo, quien publicó el año pasado su tesis doctoral, Volver a la vanguardia:El invencionismo y su deriva en el movimiento poesía buenos aires, insiste con la idea. “Lo que pasa es que la antología hace eso. Son como oleadas de movimientos canónicos y contracanónicos. Además, en la organización cronológica de cada uno de los temas, lo que termina pasando es que rellenás un poco la época entre esos grandes nombres. Y te permite colocar no sólo lo canónico, sino también lo que estaba funcionando en el mismo momento detrás de escena. Todo está puesto en el mismo nivel. Hay veces que un poeta encumbrado tiene menos poemas en la antología que uno prácticamente desconocido”. 

AMOR Y OTRAS CUESTIONES

Parte de ese gesto disruptor de la organización temática recae en el problema de establecer cuáles son los sustantivos que van a aparecer como núcleos. Todos podemos sospechar que el “Amor” va a ser un momento inevitable del índice. También “Política”. Pero, de repente, comienzan a surgir obsesiones que sólo pueden pertenecer a la historia nacional, en su sentido más (oscuramente) propio. “Exilios, recorridos”, por ejemplo, es un apartado doble en donde está tanto la voz del que se encuentra lejos de la patria por motivos políticos o intelectuales, como lo marca “Cantos del peregrino” (1847) de José Marmol o “Bajo la lluvia ajena” (1980), de Juan Gelman; como también le da entrada a los viajes más existenciales, que marcan la distancia de la voz poética con respecto a un mundo fijo, estático, entendible. Y ahí entra “Estar” de Alejandra Pizarnik, del libro Extracción de la piedra de la locura (1968). “Algunos temas pensamos que iban a ser más convocantes, como ‘Exilio’”, comenta Facundo Ruiz. “Tiene muy buenos poemas, desde Mármol y Echeverría hasta el último golpe. Pero es un tema que, para nuestra sorpresa, costó completar. Por eso lo juntamos con ‘Recorridos’. A diferencia de ‘Traducciones’, que parece que es uno de los temas más trabajados por una amplia sección de poemas argentinos. Textos que pensaron el problema general de traducir algo de un lenguaje a otro, en un sentido amplio”. Para Luciana Del Gizzo, también hubo temas que partieron al medio. Y agrega: “‘Geografías’ y ‘La tierra y el río’ fue uno de los casos más llamativos, porque hay muchos poemas de paisaje y de naturaleza, y eso no podía ser un solo recorte, porque sino el tema iba a ser demasiado voluminoso. Y, sin embargo, tenía que quedar representado. Y también nos permitimos otros ejercicios: por ejemplo, en ‘Violencias’ está el poema ‘La paz’, de Juan L. Ortiz. Esa también es otra lectura. Que un poema que esté hablando de la paz pueda ser leído al revés”.

¿Y no se presentaron también poemas que podían estar en cualquier otra temática de las que plantea el libro? 

F. R: Es que aparecían cosas y la máquina del libro, el mecanismo que armamos a partir de la investigación y la discusión en conjunto, podía recibir cada vez más poemas, más de los que quedaron, seguro. Y no deja de ser un libro incompleto, y todo podría cambiarse de lugar: un poema del tema “Amor” puede perfectamente entrar en el tema “Violencia”, y viceversa. Y el libro se fue bancando esas cuestiones, esas preguntas que le hacíamos. ¿Dónde está la poesía de Río Negro? ¿Dónde está la poesía escrita por mujeres en el siglo XIX? ¿Y las de comienzos del siglo XX? Hay resultados del libro que no fueron premeditados. El de Lugones fue uno de esos. Fuimos poniendo poemas dentro de cada tema, y luego los organizamos cronológicamente. Después, esos temas tuvieron un orden secuenciado en un libro. Llegado a ese punto, se dio que la antología comienza con el tema “Amor” y con un poema de Lugones, de 1912, que a primera vista parece un gesto a favor del canon. Pero es algo que resultó de un orden un poco casual. Pensemos que arranca con Lugones, pero después viene Amanda Zucchi con “Flirt” como segundo poema. Es una mujer de la que no se sabe nada, no tiene fecha de publicación el libro, ni siquiera sabemos si era una mujer. Y no tiene lugar dentro de ese orden que el canon propone. Como bien dijo Luciana, están esos movimientos canónicos y contracanónicos que la organización temática habilita, poniendo en evidencia una tensión.

¿Y por qué volver al orden cronológico en los temas cuando se saca esa fuerte posición del autor? Parece un regreso del canon con otro nombre. 

L. D. G: Muchos de los criterios de selección pueden ser entendidos como modernos y actuales. Había que cumplir con una cantidad de requisitos que eran propios de esta época. Que fuera representativo de las discusiones de género contemporáneas, que fuera federal, eran requisitos que la antología tenía que cumplir. Y, después, esos criterios habilitaron la disposición cronológica al interior de cada tema. Cuando recién arrancamos, por la manera en la cual fuimos colocando en un archivo en común los poemas seleccionados, los fuimos tirando de manera cronológica. Y quedó ese criterio, porque se produce otro efecto al leerlo de corrido que es muy disruptivo. Ahí, en esa sucesión, te das cuenta cómo la historia misma va marcando su propio azar. Y ahí hay un posicionamiento con respecto a la organización canónica que lo cronológico habilita.

POESÍA EN ESCENA

El prólogo de Américo Cristófalo, “Hacia una historia teatral de la poesía argentina”, presenta tanto el comienzo del proyecto como sus objetivos más importantes. El comienzo: el ciclo “Poesía argentina en escena”, que tuvo lugar en 2015, en donde las primeras elecciones y ejes temáticos de los antologadores se subieron a las tablas para recuperar esa dimensión oral que, desde la perspectiva de Luciana Del Gizzo, quedó opacada por el avance de cierta lógica de la modernidad instalada, sobre todo, por las vanguardias. Movimiento que, a la larga, limitó la experiencia poética al libro. Por eso, al momento de pensar y pasar a la edición en papel, Guillermo Saavedra (editor de EUFyL), Karina Bonifatti (correctora) y Magali Canale (diseñadora) se convirtieron en miembros fundamentales del grupo. Era necesario armar un libro que pudiese recuperar la organización temática del ciclo, plantear un equilibrio efectivo entre los poemas seleccionados  –ahora sí importaba la longitud y la posible trascendencia del dibujo que el poema hace sobre la hoja en blanco –, y darle ese necesario gesto de desmesura que todos estos esfuerzos encontraban en el lenguaje de la poesía. El objetivo, a fin de cuentas: poner la poesía en escena, sí, pero en todos los sentidos posibles de la expresión.  Señala Ruiz: “sacarla del libro. Traer la poesía al libro, pero para sacarla. Ese doble movimiento. Tratar de recuperar la circulación de poesía en un sentido más cotidiano”.

¿No piensan que todo el proyecto de la antología es fuertemente polémico con respecto a la manera en que se lee literatura en nuestro país? Sobre todo, frente a este idea de que la poesía es para pocos, a diferencia de los demás géneros. 

  F. R: El siglo XX fue el responsable de poner al poema en un lugar libresco y separado de lo popular. Pero eso está empezando a migrar dentro de los diferentes espacios de internet. La poesía, igual, carga con un problema lírico que siempre va a tener. No sabés quién habla. No pasa en la novela. Leés la novela y no vas a la solapa a ver quién lo escribió. Sí lo hacés con la poesía, porque vas armando una suerte de lógica que explica o vincula al autor como sujeto con la voz del poema. Yo creo que eso es un problema del poema “lírico”, no del poema dramático o épico. Hay algo en la lírica que te hace salir del libro y llevar lo que leíste al mundo, al más allá del libro. La novela no tiene eso. Nadie va a preguntarse si Arturo Belano es o no Bolaño. Pero leés la poesía de Bolaño y automáticamente pensás que el que está hablando, el responsable de esa voz, es él. ¿Por qué ese delay de la prosa no está en la poesía? Ahí me parece que está el punto de este desbordarse y desajuste de la poesía.

 L. D. G: La última generación que tenemos más armada, que es la de los 90, hace una recuperación de la poesía que también resulta llamativa. Esa generación hace de la poesía una narrativa. La poesía, además, era algo oral, que se declamaba, hasta que a partir de las vanguardias empezó a pensarse como algo estrictamente gráfico. Es Mallarmé el que lo marca, cosa que acá llegó un poco más tarde. En definitiva, el avance de la modernidad te va marcando el ritmo de la prosa y de la narrativa. Antiguamente, se leía mucha poesía. Pero mucha en serio. A un nivel que no nos imaginamos. Entre los años 50 y 60, seguro, y esto lo sé por otras investigaciones que he llevado adelante. Antes, aparecían poemas, por ejemplo, hasta en las revistas femeninas. En el diario, hasta la década del 80, yo recuerdo ver poemas en la tapa del suplemento de cultura de La Nación. Se leía mucho, se declamaba la poesía, y me parece que esa caída es un poco el signo de los tiempos. Por eso tenemos también esta especie de fin pedagógico: quisimos que esta antología quede como un manual para presentar un panorama, pero también para sacar la poesía de ese lugar separado del mundo. Ojalá que despierte polémica. Porque eso significa que la cuestión de la poesía vuelve a recobrar la importancia que históricamente tuvo.

 

Antología temática de la poesía argentina EUFyL 427 páginas

Una selección de poemas

La temática “Amor”, que a veces aparece como un lugar común de la poesía, puede ser también el espacio para mostrar la operaciones sobre los clichés críticos y hasta pedagógicos del género. Proponemos aquí una parte   de la selección presente en Antología temática de la poesía argentina como pequeña muestra.

Historia de mi muerte

Leopoldo Lugones, 1912

Soñé la muerte y era muy sencillo
Una hebra de seda me envolvía
Y a cada beso tuyo,
Con una hebra menos me ceñía.
Y cada beso tuyo
Era un día
Y el tiempo que mediaba entre dos besos
Una noche. La muerte es muy sencilla. 

Y poco a poco fue desenvolviéndose
la hebra fatal. Ya no la retenía
sino por solo un cabo entre los dedos...
Cuando de pronto te pusiste fria, 
Y ya no me besaste...
Y solté el cabo, y se me fue la vida.

 

Soneto de tus vísceras

Baldomero Fernández Moreno, 1922

Harto ya de alabar tu piel dorada,
tus extensas y muchas perfecciones
canto al jardín azul de tus pulmones
y a tu tráquea elegante y anillada.

Canto a tu masa intestinal rosada,
al bazo, al páncreas, a los epiplones
al doble filtro gris de tus riñones
y a tu matriz profunda y renovada. 

Canto al tuétano dulce de tus huesos
a la linfa que embebe tus tejidos
al acre olor orgánico que exhalas.

Quiero gastar tus visceras y besos
vivir dentro de tí con mis sentidos...
Yo soy un sapo negro con dos alas.

 

Una muchacha

Héctor Viel Témperley, 1973

Una muchacha
que tiene olor a sexo
y a lápiz.
Una línea

Una muchacha
nada rubia. Dios;
te lo aseguro.
Me pidió que partiera
su blanco lavatorio
y me dejó entre estrellas
de cenizas mojadas.

Olor a sexo,
pelo oscuro, lápiz.
Un tajo muy finito.
Una muchacha.

 

Cachafaz (fragmento)

Copi, 1981

Yo no sé qué es el destino,
menos lo que debería ser,
¡mas como yo te he querido
ya nadie podrá querer!
Antes que me maten quiero
saber algo de tu esencia,
¡Por ti perdí la inocencia,
el honor y la honradez!
Te conocí taconeando
cubierta de baratija
en la rambla de la playa
que bordea el arrabal.
¿Fue tu mirada de tango?
¿Fue tu aire compadrón?
Pero te me entraste al alma
Vestida de maricón.