En política y en economía, se sabe, no existen absolutos ni verdades incontrastables. Muy bien. Pero hecha la salvedad, puede afirmarse que casi todos los indicadores de la realidad –aquí y ahora– sugieren fuertemente que estamos asistiendo al principio del fin del gobierno macrista. Enhorabuena por la República Argentina si eso sucede. Por nuestro pueblo, nuestra historia, nuestros valores patrios y porque nunca es bueno “cuanto peor, mejor”. 

Pero tampoco ilusionarse al cuete ni celebrar antes de tiempo, porque los daños que siguen haciendo son inmensos y nos dejarán un país en ruinas o casi.

Mientras el Sr. Aranguren, ministro de energía (con minúsculas) profería el más grotesco oxímoron de la historia reciente al decir que “el tarifazo es para que haya menos pobreza”, ese mismo día el sacerdote Eduardo de la Serna, del grupo de Curas en Opción por los Pobres, le pedía públicamente al Presidente que “deje de burlarse de los pobres”. 

Casi a la par, la inauguración de la Feria del Libro acabó en un escándalo fenomenal por la protesta de docentes porteños hartos del achicamiento y privatización de la educación. Patéticos, los tinterillos, columnistas y bocazas de Clarín y TN desplegaron sus talentos para titular: “Kirchneristas impiden hablar a funcionarios de Cultura”. 

Y por si fuera poco, y cuando todavía no se restaña la ofensa al Padre de la Patria, forzados sus Granaderos a portar la bandera española en el recibimiento al Sr. Rajoy (escándalo denunciado en esta columna, que todavía espera que el llamado telefónico del martes pasado del Regimiento de Granaderos a Caballo se repita y alguien diga lo que tenga que decir), esta semana la Fuerza Aérea Argentina también fue forzada a otra vergüenza. Su banda militar debió tocar el himno británico (“Dios salve a la Reina”) en la mismísima embajada inglesa. 

Está claro que los cipayos no se moderan. A punto tal que ahora no son pocos los que esperan que alguna banda (musical, claro) de la Marina, vaya y toque el himno nacional estadounidense el próximo 4 de julio en la embajada norteamericana. Sólo eso falta para que los lienzos del neofascismo gobernante caigan hasta los tobillos. 

Por supuesto que también con esto los diarios La Nación, Clarín, Perfil, Infobae y todo el sistema de canales sometidos hicieron silencio. Orden cerrado y sin fisuras. Y sin vergüenzas.

Por otra parte, mientras el presidente Macri, junto a ese exégeta lamentable en que se ha convertido el enorme narrador que fue Mario Vargas Llosa, felicitó a Brasil por “el funcionamiento de la Justicia” al llevar a una ominosa prisión al ex presidente Lula, aquí el nivel de injusticia que se vive, sobre todo en Buenos Aires, es ya grotesco. Tanto como el silencio del montón de “republicanos” que hasta 2015 cacareaban el cuidado de las instituciones, ahora destruidas con sus avales. 

Entre los últimos hechos, el presidente Macri designó jueza en lo civil a Agustina Díaz Cordero, hija de la jueza María Gómez Alonso de Díaz Cordero, que lleva la causa de la deuda del Correo Argentino y además preside la ultraconservadora Asociación de Magistrados y Funcionarios. Y más allá de que Agustina estaba entre las peor calificadas, su designación forzada se suma al apartamiento del fiscal federal Juan Pedro Zoni, que investigaba esa millonaria estafa que involucra a la familia Macri. Todo lo cual parece anticipar que ahora irán por la fiscal Gabriela Boquin, que fue quien advirtió que los acuerdos por el vaciamiento del Correo Argentino en favor de la familia presidencial provocarán al Estado una pérdida de 70 mil millones de pesos.

Y hay más basura bajo la mesa: el Consejo de la Magistratura se monta sobre una denuncia realizada por abogados de genocidas para desplazar al juez federal Daniel Obligado, presidente del Tribunal Oral Federal N°5 que juzgó y sigue juzgando a los genocidas de la ESMA por los “vuelos de la muerte”. Y una nota bene: Obligado es también candidato a integrar la Cámara Federal de Casación Penal, tribunal que algún día seguirá el juicio por el espionaje ilegal de Mauricio Macri cuando era alcalde porteño y por el que estaba procesado al asumir la Presidencia.

Tampoco de esto, que en cualquier sistema político actual y en todo el mundo sería escándalo mayúsculo, aquí se dice nada. Ningún diario, ningún canal dice ni pío sobre tantas bestialidades políticas, jurídicas y económicas.

La única buena noticia de la semana fue –para el pueblo argentino– que el Sr. Domingo Cavallo (sí, ése, el mismo) es el nuevo asesor presidencial. Toda una esperanza para la democracia, hay que decirlo, puesto que cada vez que ejerció un cargo en el poder el desastre fue tan grande que el pueblo forzó su salida y la de sus patrones.

Como los lectores aprecian, este texto no habla de economía. Pero sí señala que la antinación llegó incluso al sistema monetario. Si durante un siglo y medio los billetes lucieron los graves rostros de San Martín, Roca, Avellaneda, Sarmiento, Mitre, Urquiza, y última y justicieramente de Rosas, Belgrano, Eva Perón y las icónicas Islas Malvinas, ahora nos pusieron un zoológico en el que sólo faltaría un gorila ejemplar, pero el problema es que no han de saber cuál elegir. Todo lo cual lo explicó sin querer el presidente del Banco Central, Sr. Sturzenegger, cuando hace unos meses hizo declaraciones acerca de la ausencia de próceres en los billetes de moneda nacional del macrismo: “Adonde vamos no necesitamos próceres, ni historia”, sinceró zoológicamente.

Cierto que va a ser difícil cerrar las grietas que estos tipos y sus medios siguen abriendo y profundizan irresponsablemente, pero algún día habrá que cerrarlas. Y no sin agregar de una buena vez a Hipólito Yrigoyen, a Juan Perón y a las Abuelas de Plaza de Mayo en los billetes. Por lo menos. 

Es cierto que no se puede asegurar que estemos asistiendo al principio del fin del gobierno macrista. Es verdad que las muertes anunciadas suelen demorarse. Pero como nada es para siempre, y en política ni se diga, más temprano que tarde estos procesos, y estos tipos, se van a caer. O quizá ya están cayendo.