Putita golosa es un libro de riesgo. Está escrito con la urgencia del presente, en un tiempo de liberación pero también de recrudecimiento de la violencia machista. Un libro escrito contrarreloj de quienes piensan que una chica que va a disfrutar de una noche de baile es una “fanática de los boliches que no terminó el secundario”, así, dicho con la fuerza de una escupida en el asfalto. Como si el piercing, la lengua afuera o el escote fueran pecado y condena. Peker habla desde el placer sin testigos, el placer de la cuchara y el chupeteo, no para ser miradas sino porque nos gusta, sexo y comida, con el cuerpo que elegimos para ir para adelante, como un boomerang que se lanza al espacio y se espera que vuelva en forma de orgasmos lentos, preciosos, continuados. Peker no le hace fuck you al varón, lo invita y le muestra su cuchara cargada de dulce, no esquiva que la espera es un lugar sufriente pero la pone en palabras para exorcizarla, para volverla hechizo que ya no se cobre noches de soledad o frustración. Y entre todas las mujeres que entrevista, conoce, lee y ama, desarma ese destino que se le da a las víctimas de que jamás volverán a gozar después de ser violentadas, como si un cuerpo marcado por la violencia estuviera condenado a desaparecer en la bruma. Putita golosa es una revancha del deseo. 

El libro de Peker pone en palabras charlas de amigas porque ella cree que hay que politizarlas. El feminismo del goce no como una propuesta liviana de “pasarla bien” sino como pelea contra el abuso y el poder de los violentos de quedarse con el placer de quienes violentan. En la Argentina el 30 por ciento del total de los femicidios son a personas en situación de goce (saliendo de gira, yendo a bailar, disfrutando), y para Peker, el feminismo tiene que garantizar ese goce: redes de cuidado, sororidad, fuerza colectiva, aborto seguro. 

–¿Cómo y cuándo surge Putita golosa?

De una columna en Las12. Fue una forma de defenderme de todas las críticas que me dolían mucho sobre mi cuerpo, sobre mi gordura, sobre mi panza. Yo no engordé en los embarazos ni en los partos, engordé por derivaciones de historias personales de maltrato y por comer. Venía escribiendo sobre comer dulce de leche, sobre la búsqueda de placer y cuanto más excluida me sentía de ser una mujer deseable (que me pasó concretamente trabajando en la televisión, en CN23, que me dijeran sos gorda, no entrás) más comía de una manera que ahora identifico como voraz. 

–¿Pero voraz con o sin disfrute?

Creo que con disfrute pero de una manera que ahora intento no repetir. Que comer sea una elección y no por exclusión. Pero creo que llegué a eso a partir de lo que identifico como Putita Golosa, esto es, a partir de hacerme cargo de la defensa de ese placer y a partir de toda la lectura de la militancia gorda. Hace unos años, la hinchada de Rosario Central le pone a Newell´s una bandera en el arco que decía Putita Golosa, como diciendo que les gustaba que los goleen. Me sentí plenamente identificada porque realmente soy muy golosa, mi familia lo es, con mis hermanas y con mis hijos tenemos un ritual muy goloso, y para mi es una defensa del placer de la golosidad muy claro, como una identidad. Y la palabra putita la reivindico desde el lugar del goce sexual: para mí no hay goce si hay represión con la comida, más allá de la represión que una se puede poner en relación al cuerpo que quiere construir, pero no en los niveles de los bozales que pone la sociedad sobre los cuerpos moldeados que te privan de comer un postre. Entonces por un lado me sentí identificada y por otro lado, me queda clara la idea de que hay un imaginario social para el cual es despectivo ser putita, es despectivo ser golosa y de que el placer sexual ubicado en esa metáfora de las mujeres, quienes tienen que recibir la penetración como el arco recibe los goles, son las perdedoras, y quedan humilladas. Como tiene una larga trayectoria en el feminismo, hacer bandera de ese imaginario y darlo vuelta, me pareció que era una de las mejores formas de convertir el ataque en defensa. 

¿El goce sexual es la última bandera del feminismo? 

Sí. En el discurso de Dora Barrancos quedó claro que el debate es sobre la legalización del aborto, que es la gran deuda de la democracia, pero además es la batalla final (para seguir con miles que vienen después) pero es como el clímax de la batalla feminista en la Argentina. Es el orgasmo de esa batalla al menos: terminar de entender que el sexo no tiene que implicar padecimiento. En estos días de debate se dice mucho “si tuvieron sexo que se hagan cargo”, y la frase con la que empecé a trabajar es si te gustó el durazno bancate la pelusa. Esa es la frase clásica: si te abriste de piernas, jodete, y yo creo que la lucha por el aborto es justamente que nos gustó el durazno y no nos vamos a bancar la pelusa. 

¿La militancia activa, los cuerpos movilizados en la calle, favorecen la proliferación de putitas golosas?

Está bueno poder hablar de lo que deseamos y de lo que nos duele. Hoy las pibas son el feminismo iluminado, la revolución es por y para ellas y tienen una cantidad de reivindicaciones que les dan una libertad admirable, pero por otro lado creo que están muy formateadas en viejos mandatos: un sexo muy performático, un goce automático que no es real. Muchas veces leo que dicen que ellas tienen mas ganas de hablar de política que de tener sexo fast food, entonces tienen un sexo muy politizado, muy militante. La libertad no pasa solamente por negarse a los abusos sino por disfrutar del propio cuerpo y hablar de lo que sí quieren, que no necesariamente será lo mismo para las pibas que para los varones, la sociedad o las propias feministas de otra generación. Su deseo sexual lo construyen ellas en base también a poder nombrarlo. Y por suerte hay una gran cantidad de adolescentes varones con ganas de escuchar y acompañar, algo que no pasa tanto en nuestra generación.

Nuestra generación tiene un gran lastre en la relación con los varones: nos echan en cara la pérdida de privilegios, están a la defensiva, fóbicos, y el sexo casual se vuelve difícil. De eso también hay una reivindicación en el libro y se marca la diferencia con la libertad de las pibas.

Hay un riesgo que asumo con Putita Golosa que es hablar de cosas de las que no se puede generalizar pero escucho todo el tiempo, las hablo con amigas y siento que se tienen que politizar, y es que hay un enorme sufrimiento y angustia en mujeres de más de 40. Por lo menos yo siento la responsabilidad de nombrar esa angustia. Nosotras pagamos precios muy altos por nuestras ideas, por nuestras experiencias de maternidad muy inequitativas, por relaciones con varones que están asustados, maltratan, y hay una revancha machista de enorme destrato, que es una revancha contra el goce y contra las mujeres que desean. Puede que haya algo de nuestras propias represiones, pero también creo que pagamos precios muy altos que ya no queremos pagar. 

Hablamos mucho de las mujeres, pero ¿qué ganancia política y de goce tienen las lesbianas?

Muchas. Es indudable que cualquier lesbiana o bisexual o que su deseo no dependa de los varones, la pasa mejor. Hay mucho más padecimiento cuando la dependencia erótica o emocional es puramente de los varones, eso en cualquier charla feminista salta y es clarísimo. Ese viejo latiguillo de que muchas feministas lo tomaban a mal, de que el verdadero feminismo era lésbico, es real, y esto de “ni patrón, ni dios ni marido” es verdad, y realmente lo que dio el movimiento lésbico es llevar al feminismo mucho más lejos, saliendo de la dependencia sexo-erótica-afectiva de los varones. Yo lo que creo es que las feministas logramos autonomía de la mirada de los varones: no militamos para que nos miren, no escribimos para que nos lean, no hablamos para que nos escuchen. A mí me gustaría que nos escuchen, creo que ahí hay una deuda no solo sexual y amorosa sino intelectual y política de escucharnos, hoy no nos están escuchando masivamente los varones, pero el feminismo logró, gracias al impulso del feminismo lésbico, tener autonomía. 

Los varones también pueden ser putitos golosos. ¿No hay una invitación también a replantearse el goce heterosexual?

Sí, yo creo que ser putito goloso es una categoría posible para los varones. Tiene que ver con que el feminismo produjo cosas muy interesantes no solamente en cuanto a los derechos de mujeres, lesbianas, travestis y trans sino a poner el cuerpo y la palabra. Las mujeres están pidiendo por su deseo hoy, en los talleres escriben sobre las ganas de que ellos también les hagan sexo oral. Y los varones escribiendo sobre su propio lugar como varones, lejos del latigazo de pedirnos perdón por habernos privado el placer o lo que sea, sino sobre su propio deseo de no ser chongos que vienen, la ponen y se van. Es muy difícil que vivas en la época de la revolución y seas una persona completamente diferente en el transcurso de una sola vida pero lo que sí es posible es escuchar, ponerle cuerpo a la escucha y a la transformación. Y el feminismo exige dar pasos al costado de privilegios masculinos pero también les ofrece un camino de mayor placer.

El editor de tu libro, Gonzalo Garcés, tiene una postura pública bastante despreciativa del feminismo. ¿Cómo sobreviviste a él?

Tengo 20 años de laburo todavía en condiciones muy precarizadas y muy injustas, de una injusticia que jamás pasaría si no fuera mujer, y pasé muchísima situaciones de violencia hacia mi trabajo, aún embarazada. Fui al programa de Jorge Rial después de escribir muchas notas críticas, como vos, contra ese programa. Creo que hoy hay muchas posturas criticas en el feminismo y no creo que la mía sea la mejor ni la única pero yo soy nacida y criada en una generación que disputa lugares. Las situaciones de machismo y de violencia hacia mí, incluso en otros libros que publiqué, son de tanta literalidad que son increíbles de relatar. Soy hija de la disputa, no de la alfombra roja. Cuando estuvo el ofrecimiento lo acepté, fue un ofrecimiento respetuoso, el libro no tiene una sola coma censurada, y es hijo de una discusión muy álgida, que empezó cuando yo le hice una nota a Garcés en Las12 sobre masculinidad por su libro Hacete hombre, porque realmente creo que a los varones hay que escucharlos. Y tuvimos peleas muy fuertes con él, en ese momento y ahora. No concuerdo con muchas cosas que dice y él no concuerda conmigo. Creo en un feminismo popular, puedo estar equivocada pero es el camino que vengo transitando. No creo en un feminismo que se hable a si mismo. Y tengo que decir que fui mucho mas respetada que en otras experiencias editoriales que no fueron públicas pero sí completamente violentas.