“Si pensamos que hace veinte años no teníamos Ley de Educación Sexual Integral, que no había un Programa Nacional de Salud Sexual y Reproductiva; si pensamos que no existía Ni Una Menos, y que el pañuelo verde que ahora muchas tenemos, nadie sabía qué era; que solamente PáginaI12 cubría los Encuentros Nacionales de Mujeres, donde nos juntábamos para reclamar por el fin de la violencia machista y por el aborto legal, seguro y gratuito, nos daríamos cuenta de que la historia de Las 12 está ligada a la historia de todas y todos. Porque lo que les sucede a las mujeres afecta a toda la sociedad”. El tango dice que veinte años no son nada, pero ahí están las palabras de Marta Dillon en la apertura de la actividad organizada por el suplemento Las 12 como celebración de su vigésimo aniversario para contradecirlo: veinte años son un montón de páginas, de pensamientos, de reflexiones hechas palabra y carne. Un montón de humor, de lucha, de furia, de proyectos, de militancia. De llamados de atención sobre el goce, el dolor, la fuerza de lo colectivo, el amor como política y la política como forma de expresión. 

Veinte años son bastante, y una pequeña multitud reunida en torno a un grupo de periodistas y actrices que se dieron cita en el stand del Grupo Octubre de la Feria del Libro el domingo por la tarde pudo comprobarlo. En tiempos donde todo lo relativo al(los) feminismo(s) ha ganado terreno entre las preocupaciones de la sociedad, este grupo de mujeres vino a recordar que no siempre fue todo tan mediático: “Este es un momento muy emocionante porque cuando decimos la palabra ‘feminista’ nadie sale corriendo. Cuando decimos la palabra ‘patriarcado’ se entiende de qué estamos hablando. Y cuando decimos ‘violencia machista’ podemos sentir la rabia y la complicidad que tenemos con otras mujeres para defendernos de esa violencia, para saber que nuestras voces cuentan, que nuestras voces valen, cosa que hasta hace muy poco tampoco era así”, fueron las orgullosas palabras de bienvenida que brindó Dillon, directora del suplemento, devenida maestra de ceremonias del breve homenaje a la publicación pionera en el tratamiento de cuestiones de género en un diario. Porque Las 12 convirtió lo “femenino” en “feminista” en una época en la que esta categoría resultaba mucho más confusa, lejana y ¿polémica? que ahora. Lejos de la solemnidad o la historicidad, el encuentro, del que participaron las actrices Malena Pichot, María Inés Aldaburu, María Onetto, Maruja Bustamante y Erica Rivas, además de las periodistas/anfitrionas Marta Dillon, Luciana Peker, Florencia Monfort y Roxana Sandá, estuvo centrado en la lectura de algunas notas que dieron cuenta de esa marca de autoras, impresa en el estilo del suplemento en su conjunto.   

“Yo ya sé qué tipo de feminista soy: me di cuenta de que en mi corazón llevo a la feminista rapada, en tetas, con el cuerpo pintado, con una birra en la mano y una molotov en la otra. Esa mostra veo yo en el espejo. Esa mostra no es estratega. Esa mostra está prendiendo fuego un tacho de basura y preparando la hoguera para tirar todo a la mierda. Por eso, agradezco eternamente a las mujeres de este suplemento que vieron en mí a esa mostra antes que yo”, concluyó Malena Pichot su relato de cómo llegó a escribir en Las 12. Ella fue la única en leer un texto propio e inédito. Al parecer, Dillon, Monfort y Sandá fueron quienes vislumbraron, hace varios años, el germen de lo que hoy es “Enojate, hermana”, la sección con la que Pichot llama a la acción desde las páginas del diario.    

“Yo no soy de nadie, ni patrón ni marido, pero soy de Las 12, me pongo la camiseta, defiendo el suplemento, el trabajo digno por el que pedimos todas y porque Las 12 es el medio feminista que tiene la historia, el trabajo y la pasión. Porque el periodismo feminista es parte indudablemente de esta revolución”, arengó Peker antes de dar paso a la lectura de “Arrugate ahora que sos joven”, una cáustica diatriba de Graciela Zobame inspirada en la publicidad de una crema antiage.

La actriz María Inés Aldaburu leyó “La lengua de las locas”, un artículo en el que Marta Dillon se despacha a propósito del incidente Jaitt en la mesaza, las locas arquetípicas y los pibes abusados en los semilleros de los clubes de fútbol por quienes nadie parecería preocuparse. Escribe Dillon: “Natacha es una mujer y ser mujer y ser loca es otro riesgo, otro precio, otra amargura a la que tal vez le faltó la complicidad histórica de las travas para resistir a la policía y a la violencia de los machos, la de las maricas que jamás renegaron de su deseo (...). La lengua de la loca no tiene ninguna infalibilidad de base, pero cómo se desgarran vestiduras cuando la mueve. Y cómo se la castiga cuando hiere”. 

María Onetto le puso voz a “La marea feminista”, de María Moreno, una profunda reflexión acerca de las formas de ser feminista, donde la autora pone en duda los conceptos que se desprenden de aquello a lo que se da como parte de una “naturaleza” presuntamente objetiva, brega por la insurgencia anatómica de los cuerpos y propone “la marea” como metáfora de una fuerza de desborde y de goce.

“Más tarde o más temprano, las palabras toman cuerpo. Diana fue víctima de transfobia, de violencia institucional, de prácticas aberrantes que estimulan crímenes de odio, de un pastiche de complicidad social y de las fuerzas de seguridad contra su identidad de género”: tristemente premonitorias, las palabras de Roxana Sandá en la voz de Maruja Bustamante amplificaron el dolor y la rabia de saber que ese texto que describe un episodio de transfobia y abandono institucional fue escrito dos años antes de que la activista trans Diana Sacayán fuera asesinada.

Con un nudo en la garganta, Erica Rivas estuvo a cargo de la lectura de “La polera azul”, el conmovedor relato de la reconstrucción de la identidad, la historia, el recuerdo y la despedida de Marta Dillon hacia su madre, detenida-desaparecida en 1976, a partir del hallazgo de una prenda que le perteneció. Flor Monfort hizo un “remix” de sendas notas en las que Peker y Dillon llamaron la atención sobre la campaña de prevención del HIV pergeñada por jóvenes PRO cordobeses, donde se mostraba una vulva tersa e infantil, pudorosa y castamente clausurada con un cierre relámpago.     

“El feminismo me salvó la vida”, asegura Monfort en “Rompiendo el molde”, nota que Marta Dillon eligió para dar cierre a la actividad. En ella, la periodista da cuenta del modo en que la militancia se fue inmiscuyendo para aliviar aspectos de su cotidianeidad, tanto la profesional como la privada. El feminismo, en sus palabras, es hermandad, red y sostén: “Esa emoción, ese pacto con lo salvaje que nos tiene agitando el mundo en estos años, empezó a gestarse en estas páginas y eso no puede menos que emocionarme, llenarme de orgullo feminista y acelerarme el corazón para seguir caminando en tribu”. Porque veinte años son muchos años. Y porque todavía falta tanto.