El jueves, en la sala mayor de la Feria del Libro, la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina entregó los premios “Destacados Alija”, los más importantes para esta literatura en el país. El lugar que ocupa hoy este reconocimiento, que lleva un largo proceso de selección a cargo de un jurado especializado, marca también el crecimiento de un sector que, a pesar de los golpes que acusa la industria editorial local (con una alarmante baja en la cantidad de ediciones en los últimos años), se sostiene y hasta se amplía. Un homenaje a Liliana Bodoc –cuya última novela, Elisa, la rosa inesperada, obtuvo el “Gran Premio Alija”–, y un contundente posicionamiento de la entidad que nuclea a la literatura infantil y juvenil argentina en contra del proyecto que pretende cerrar los 29 institutos de formación docente en la ciudad de Buenos Aires (ver aparte), marcaron la entrega de esta edición de los premios en la sala José Hernández. 

Entre las novedades del premio estuvo la entrega de una obra original de la ilustradora Isol para el “Gran Premio” y la creación de los “Recomendados Alija”, que resaltan aquellos libros considerados valiosos aunque no hayan quedado entre los premiados. Esto ofrece una selección de referencia que también posiciona obras y autores, al igual que ocurre en otros países como Venezuela con su prestigioso Banco del Libro. Homenajeando a Bodoc se escucharon las palabras de sus colegas Márgara Averbach y Esteban Valentino, estas últimas leídas por Mario Méndez. Y también las de la propia autora recordada: “La literatura es un juego y, como los juegos que valen la pena, no debe ser fácil”; “antes del lenguaje el mundo era un lugar enorme y horrible”. “Ella lo alivianó con sus palabras”, observó Valentino en su texto.

Al recibir el premio, Galo Bodoc, hijo de la escritora, marcó la dimensión que adquiere “el legado que nos dejó Liliana”, tal como la nombró. “Ella se comprometió con un arte político, un arte de transformación. No dejó una sola palabra en vano, porque sabía que las palabras eran la herramienta para esa transformación, y por eso las cuidaba tanto. El suyo fue un amor tan grande y tan comprometido, que hoy todos y todas sentimos que tenemos que devolverle algo, porque ella se dedicó siempre a dar. Por eso hoy, a pesar de nuestro dolor, sentimos que Liliana está más presente que nunca. Su obra se expande y, con ella, ese deseo de transformación. Como familia, asumimos este legado como una enorme responsabilidad”, agradeció. 

Entre los libros premiados, Lauchas, de Iris Rivera, y Pingüinos, de Sebastián Vargas (ambos de la colección El Barco de Vapor de SM), fueron reconocidos como mejor novela infantil, en un premio compartido, y Todas las tardes de sol, de Martín Blasco (Loqueleo), como mejor novela juvenil. Hubo un premio al mejor libro para bebés (Palo palito eh, de Ivanke y Mey, publicado por Pequeño Editor), al mejor libro de historietas (Historias delirantes y otros locos personajes 2, de Chanti, editorial Comiks Debris), a la mejor novela gráfica (Norton Gutiérrez y el collar de Emma Tzampak, de Juan Sáenz Valiente, editada por Hotel de las Ideas), al mejor libro álbum (Contame más, de Yael Frankel, editorial SM), al libro-disco Nidos que arrullan, de Cintia Roberts y Laura Varsky (Periplo), como multimedia-audiotexto y como mejor diseño, y hasta una categoría “Fuera de categoría”, otorgada a Soy un jardín, de Florencia Delboy, publicado por Periplo, entre otras distinciones. También se reconoció especialmente a la literatura de tradición oral, destacando Pequeñas historias de grandes mitos vikingos, de Cecilia Blanco, ilustrado por Roberto Cubillas. Al recibir su premio, la autora agradeció al jurado el reconocimiento a “ese patrimonio de mitos y leyendas que tenemos, ese canto rodado”, y recordó a “dos maestras de arte de hacer versiones de la literatura oral”, Graciela Cabal y Beatriz Ferro. 

También como una foto de cierto estado de situación en contra de la corriente (esa obstinación que tienen los que hacen libros) aparecieron premiadas varias editoriales pequeñas del interior del país. Incluso de localidades muy pequeñas, como Villa Ventana, al sur de la provincia de Buenos Aires, donde hace poco nació, con atinado nombre, Editorial Maravilla. Además de haber obtenido ya reconocimientos como el del Fondo Nacional de las Artes, este joven sello obtuvo tres Destacados Alija (libro de poesía, colección y mención en ilustración), por Los libros del lagarto obrero y títulos como Conversación con el pez (de Juan Carlos Moisés, ilustrado por Pablo Picyk). Ediciones de la Terraza, un sello cordobés que suele recurrir al financiamiento colectivo para editar sus cuidados libros, y la editorial Los Ríos, de Villa Allende, en la misma provincia, también fueron reconocidas por sus publicaciones.

Varios de los premiados, muchos de ellos profesores, estudiantes o egresados de institutos de formación docente, se manifestaron al recibir sus premios en contra del proyecto que amenaza con cerrar estos espacios en la ciudad de Buenos Aires, con el publicitado e inconsulto anuncio de la creación de “la Unicaba”. Sobre el final de los premios, Alija misma, como institución, se manifestó en forma categórica y contundente, en una carta que leyó la especialista Laura Giussani, integrante de la entidad, donde se denuncia que el proyecto, “lejos de jerarquizar y solucionar la falta de docentes, provocará una degradación en la formación de los futuros maestros y maestras”, y se indica que esta es una preocupación más, que se suma a la de todo lo que ya no se hace: el Plan Nacional de Lectura, las presentaciones de autores en la Biblioteca Nacional, las compras de libros de literatura para bibliotecas y aulas en escuelas, entre otras acciones de Estado suspendidas en los últimos años. 

“No nos oponemos al cambio, pero sí a los cambios irresponsables. Este proyecto se ha hecho a espaldas de la comunidad educativa, inconsulto, sin contenidos profundos. Y no se nos escucha. Por eso, en esta tribuna, como en todas a las que podemos acceder, nos posicionamos en defensa de los profesorados”, marcó Alija. Los escritores, ilustradores, editores y mediadores de lectura reunidos en esta fiesta de la LIJ aplaudieron el mensaje final: No al 29 x 1.