“El FMI va a exigir un ajuste fiscal clásico, o sea, reducción de asistencia social, privatizaciones y también va a ir por las provincias y por el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses. Al FMI no le importa que la Argentina viva una crisis social, si no le importó en Grecia, cuya crisis amenazó con destruir la propia Unión Europea, por qué le va a importar la crisis social argentina”, consideró la economista Silvina Batakis en diálogo con PáginaI12. La ex ministra de Economía de la provincia de Buenos Aires entre 2011 y 2015 negó que la actual crisis cambiaria sea fruto de la suba de la tasa de interés en los Estados Unidos y en cambio la atribuyó a errores de gestión y decisiones del Gobierno que aumentaron el grado de fragilidad de la economía argentina. Se mostró a favor de un desdoblamie. Vaticinó una inflación del 27/28 por ciento para este año a raíz del impacto en precios de la devaluación.

–¿Cómo impacta la escalada del dólar en el escenario inflacionario?

–Desde diciembre se registró un 35 por ciento de devaluación y eso pasa rápidamente a los precios. Este año la inflación creo que rondará el 27/28 por ciento con estancamiento económico.

–Para muchos analistas económicos, el actual descontrol cambiario era un escenario imprevisto hace muy poco tiempo. ¿Coincide con esa sorpresa?

–En junio del año pasado veíamos que esto se dirigía a un colapso. Tal vez la gente le presta atención a la cotización del dólar, que empezó la carrera al alza hace semanas, pero hay que ver las intervenciones del Banco Central. Este Gobierno empezó diciendo que no iba a intervenir en la cotización del dólar. Las intervenciones del Central, cada vez más fuertes, fueron señales de debilitamiento. Se trató de una claudicación de parte del Gobierno que es leído por los inversores como señal de alerta.

–Su análisis deja afuera el principal argumento del oficialismo vinculado a la suba de la tasa en los Estados Unidos.

–Esta situación no es producto del incremento de la tasa del bono estadounidense a diez años. Antes de eso, cuando empiezan las primeras intervenciones fuertes del Central, se observa que la Argentina no va a tener el flujo de dólares suficiente para afrontar su déficit de cuenta corriente. El déficit comercial el año pasado fue de 8500 millones y se espera que este año ese rojo suba a 12 mil millones de dólares. O lo que sucede con la fuertísima salida neta de divisas por el turismo. Ahí hay problemas de fondo que exceden al panorama global. También se le echa la culpa al impuesto a la renta financiera, lo cual es erróneo porque hay instrumentos en pesos que siguen siendo muy atractivos en términos de rentabilidad. Los inversores decidieron irse del peso por las perspectivas en materia de acceso a las divisas y esto viene sucediendo hace dos meses.

–Hay una situación estructural de fragilidad en el frente externo que viene desde hace tiempo. ¿Por qué explota ahora?

–La masa creciente de Lebac en algún momento iba a estallar y los últimos vencimientos no se estaban renovando completamente. Desde el anuncio 28 de diciembre, el gobierno bajó las tasas mientras elevó la meta inflacionaria, pero luego las tuvieron que volver a subir y empezaron una serie de pasos en falso y de irresponsabilidades.

–Y a nivel más estructural, ¿por qué la economía argentina presenta un grado tan alto de fragilidad externa?

–A nivel financiero, la apertura total de la cuenta capital para que los inversores de afuera vengan a aprovechar la bicicleta financiera supone una lógica extrema de descuido de la riqueza que ningún país lleva a cabo. Al mismo tiempo hubo una apertura de importaciones y mejora de los ingresos de los sectores que más ganan, que son los que presionan en el consumo de bienes importados, como los autos caros. Para peor, pensaron que la apertura de importaciones serviría para disciplinar precios, pero en cambio amplificó para las pymes el problema del achicamiento del mercado interno. En tercer lugar, eliminaron controles para la liquidación de las divisas provenientes del agro y en paralelo instalaron un esquema de rebaja progresiva de retenciones, con lo cual alinearon los incentivos para que ningún sojero liquide su cosecha, máxime teniendo en cuenta las perspectivas de suba del dólar. Hoy la soja es un seguro bárbaro contra la devaluación.

–¿Cómo evalúa la posibilidad del desdoblamiento cambiario?

–Me parecería razonable, podría haber un dólar turismo, otro ahorro y otro para el comercio exterior, pero no creo que el gobierno lo aplique. 

–La aplicación de un brutal ajuste fiscal implicaría para el Gobierno entrar en conflictos políticos. Teniendo en cuenta que Macri es el principal líder de la derecha en la región, ¿puede el Fondo darle un guiño y no exigir ese ajuste?

–Al FMI no le importan esas cosas, no le importaron en Grecia, cuya crisis amenazó incluso con destruir la propia Unión Europea, por qué le va a importar la crisis social argentina. El proceso de otorgamiento del crédito pasa por un duro análisis técnico, luego por Christine Lagarde y termina en el directorio, en donde otros países tienen que dar el visto bueno. Alemania, por ejemplo, fue muy estricta con Grecia, a tal punto que hace seis años que cae, los exprimieron. Van a exigir el clásico ajuste fiscal, reducción de asistencia social, privatizaciones y también van a ir por las provincias y por el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses. El Fondo nos va a prestar por encima del tope usual. Serán 20 o 25 mil millones, pero nada más.

–¿El Gobierno podría intentar una modificación del sistema previsional?

–A raíz de las recomendaciones del FMI, es una posibilidad que planteen un mix entre sistema de reparto y de capitalización en donde el Estado garantice un piso muy mínimo y el resto sea capitalización. En las provincias irán por bajar los gastos en educación y salud.