Uno de los eventos más convocantes de la Feria del Libro, desde hace ya un par de ediciones, es el Encuentro de Booktubers. Este año no fue la excepción: la sala José Hernández –la más grande de la feria– tuvo su capacidad colmada el viernes pasado con cientos de jóvenes que fueron a ver y escuchar a otros jóvenes como ellos, transformados por obra y gracia de las redes sociales en referentes o, como indica la jerga, en influencers: gente que con sus opiniones, así difundidas y multiplicadas, influye sobre las opiniones y, fundamentalmente, los consumos, de otra gente. Los locales Matías Gómez, Guillermina Valdata, Augusto Funes, Macarena Yannelli, Carla Dente, Sol Palacio, Eve Torres, Anto Romano y Natalia Bustamante –elegida “Booktuber de la Feria 2018”– y el español Javier Ruescas fueron esta vez los protagonistas. 

Una hora antes del inicio del encuentro principal de la “Movida juvenil” de la feria –que abarca otros, como el de bookstagrammers y el de bloggers–, ya podía verse la cola zigzagueante de jóvenes esperando las mejores ubicaciones. Y aunque esta vez no hizo falta, como otros años, colocar pantallas gigantes porque quedaba gente afuera, la sala de mil butacas lució repleta y, sobre todo, sonó entusiasta, con los gritos de aprobación y festejo de la bullanguera muchachada allí reunida. Con honestidad brutal, los booktubers comenzaron explicando por qué “Booktube es más que libros”, según la consigna de la primera mesa debate. Y es que la mayoría de ellos abrieron canales para hablar exclusivamente de libros –lo que les dio su denominación–, de la mano de aquel primer “boom juvenil”, con fenómenos globales de ventas como la saga Divergente o Bajo la misma estrella, contaron. “En esa época subías cualquier comentario de estos libros y sabías que solo por eso tenías visitas. Pero ya no hay libros tan vendedores, así que empezamos a probar hablar sobre películas, series, juegos, otras cosas que atraigan clicks”, detallaron.  

Con el transcurso del evento queda claro que cuando hablan de libros, estos jóvenes hablan sólo de algunos. Como en una suerte de selección natural, en esta sinécdoque el todo se ocupa fundamentalmente con aquellos que surgen a demanda de este “boom juvenil”, en forma de sagas (lo que garantiza que un libro venda otro, y luego otro), muchas veces ladrillos de varios cientos de páginas (lo que garantiza que puedan cobrarse caros), la mayoría en malas traducciones al castellano (lo que abarata costos), muchos escritos por otros jóvenes youtubers. Sobre el final, la estrella de esta edición, Javier Ruescas, un rubiecito simpático y castizo, habla sobre su nueva novela Prohibido creer en historias de amor, protagonizada por…  una joven que integra una familia de youtubers.   

Estos jóvenes son simpáticos, desenvueltos, tienen carisma o han sabido transformar sus defectos en virtud. Y, al fin y al cabo, leen. Y hablan sobre lo que leen, recomiendan libros y lecturas. Lo que no deja de abrumar es su imposibilidad para pararse por fuera del estricto consumo, del discurso de felicidad gurú, de lo que dicta la moda editorial, de los libros que les mandan directamente los grandes sellos porque saben que son sus mejores aliados de difusión, a los que, obedientes, no olvidan nombrar y agradecer en sus canales. Mansos reproductores fascinados por la posibilidad tan a mano de exhibir el yo por la pantalla, se limitan a transmitir modos y usos, antes que a habitar esa dimensión profundamente transformadora que ofrece la lectura: la de indagar el mundo con ojos críticos. En el final, contrariada pero aún confiada en lo joven como promesa de futuro, desde esta trinchera pre millennial esta cronista grita: Jóvenes del mundo digital, ¡rebelaos!