Horacio González, sociólogo, ensayista y profesor, reflexiona sobre la histórica revuelta estudiantil en París: su génesis pedagógica, la formación teórica del movimiento, la participación obrera en las calles y sus consecuencias en Argentina.

–¿Cómo describe, en términos empíricos, el Mayo Francés?

–Como una rebelión estudiantil, como las izquierdas situándose frente al conflicto social de la época, como la crítica a las imposiciones pedagógicas vertidas en las universidades. Todo eso confluye en algo que puede resumirse, como nunca, en un corte histórico tan notable que alcanza con un mes y un año: Mayo del ‘68. Allí, el movimiento estudiantil abandona su lugar pasivo y logra ocupar un espacio en el centro de los pensamientos sobre la transformación del mundo. En su concepción, la referencia a La Comuna de París no es directa, pero estaba claramente presente, por ejemplo, en los discursos de Daniel Cohn-Bendit (uno de los referentes de las movilizaciones estudiantiles y eurodiputado hasta 2017). Esta revuelta tenía un respaldo filosófico muy fuerte: el autonomismo social; la idea de que el trabajo puede autoorganizarse, de que hay vida intelectual en el interior de la vida obrera y que la vida intelectual se resuelve buscando sujetos históricos entre los cuales ella misma puede ser uno. Lo interesante fue que este proceso estudiantil escapó de sus coyunturas inmediatas por más importantes que sean, como las reformas pedagógicas, e hizo una referencia nacional que lo puso a la altura de un proceso histórico que buscó en el pasado un modo de inspiración. Sostiene que no se ha consumado la promesa del pasado y vienen ellos, los estudiantes, a quedar a cargo de un nuevo sector consciente. 

–¿Cuál era la formación teórica del movimiento?

–El respaldo filosófico fue básicamente la lectura de Herbert Marcuse. A Marcuse se lo puede situar en una línea muy parecida a la Escuela de Frankfurt. El escribió la famosa obra Razón y Revolución (1941) pero es con El hombre unidimensional (1964) que el movimiento estudiantil encuentra la fórmula salvadora que se pregunta ¿qué le decimos a la clase obrera?, ya que es esta quien tiene que llevar las banderas del gran cambio. Por otro lado, comenzaba a leerse obras de Michel Foucault como Las palabras y las cosas (1966). Pero Marcuse fue distinto, tenía una prosa y un planteo muy adecuado, además del prestigio hegeliano. Otro que debemos mencionar es Louis Althusser con obras como Para leer el Capital (1965) o La revolución teórica de Marx (1965). La teoría de Althusser suele dar mucha libertad a instancias políticas de la movilización. La sobredeterminación permite que la primera determinación de las movilizaciones pudiera ser política. Pero sin duda, el inspirador fue Marcuse, quizá a un filósofo menor, pero que supo contar qué pasaba con los obreros y sostenía que el movimiento estudiantil era el nuevo sujeto que tenía que despertar a la clase obrera.

–Y así fue. Luego, a días de comenzar la revuelta de los sectores estudiantiles, comienza a manifestarse el movimiento obrero…

–Sí. No de la misma manera que el estudiantado, pero lo cierto es que la CGT francesa vio que algo estaba ocurriendo, comienzan las marchas y se decide llamar a una huelga general. Hasta ese momento, el presidente Charles De Gaulle minimizaba la situación. Pensaba que del movimiento estudiantil no podía emerger nada que lo preocupara. Pero con la huelga obrera llama al general más importante del país que estaba a cargo de las fuerzas francesas que ocupaban Alemania para que vuelva. Tiempo después, la CGT levanta la huelga y cesa parte del movimiento. Mayo del 68 cerró la brecha que se piensa del desencuentro entre los estudiantes y la clase obrera. En términos prácticos, tomar una fábrica nunca fue fácil y sin embargo tomar una universidad sí lo es. En la historia del siglo XX fue muy difícil cerrar esta brecha del movimiento estudiantil y el movimiento obrero, y el Mayo Francés se acercó mucho a eso.

–Las movilizaciones fueron disminuyendo y un De Gaulle ya desgastado sale victorioso de las inmediatas elecciones legislativas ¿Cómo se explica?

–De Gaulle no era cualquier presidente. Con él estuvo, por ejemplo, André Malraux, que comenzó en la izquierda y acompañó la revolución China. No era fácil. Además, no hubo una definición clara inicial y el primer gesto de insurrección tuvo motivos pedagógicos. Las acciones no tenían una dirección única. Había personajes que se caracterizaban por su oratoria, su fervor, su fanatismo. Pero no era fácil hacer un acto común. En estos cuarenta días hubo un solo muerto. Eso revela como un gran impacto histórico, que sin dudas lo fue Mayo del ‘68, puede no producirlo la cantidad de víctimas.

–Al año siguiente, De Gaulle se aleja definitivamente de la política ¿Qué quedó en París de aquellos acontecimientos?

–Primero, La Sorbona fue desmembrada. Surge París 8 como el respiradero del Mayo Francés, este se sitúa en el Barrio proletario, donde las calles se llaman Stalingrado, Lenin, etc. Allí hay una nueva inspiración que la va a forjar Jacques Rancière, discípulo de Althusser. También el espíritu de Mayo del ‘68 puede verse en la creación del partido verde alemán de Cohn-Bendit y posteriormente en la construcción del Colegio de Filosofía de Francia. Además, se inaugura en todo el mundo la pregunta por la técnica: ¿Cuántos niveles de avance y acumulación de tecnología acepta una sociedad de modo tal que la tecnología libere sin pasar a ser una forma de opresión? En definitiva, la filosofía francesa mutó después del Mayo Francés; y esto se esparció por diversos países del mundo.

–¿Qué esquirlas pueden verse en Argentina?

–Si bien no es directamente transportable porque, por ejemplo, las clases obreras son distintas, tiene eco en el país. Una anécdota es que el filósofo argentino Nicolás Casullo estuvo presente en París durante los hechos, los narra desde su visión en un libro que recomiendo: París 68. Las escrituras, el recuerdo y el olvido (1998). Él, a pesar de estar allí, no vio el Mayo del ‘68 en su totalidad y en su libro lo dice. Evidentemente, si no manejabas determinadas claves, dónde se hacían las reuniones o dónde se dirigían las marchas, no lo percatabas. Eso revela la complejidad de París y del movimiento. Otra mención es cuando Perón, en 1969, le envía una carta a Juan José Hernández Arregui con una frase marcusiana (que se leía en las paredes de París), una crítica al modo de vida confortable: “Son ustedes las guerrillas contra la muerte climatizada que ellos quieren vendernos en nombre del porvenir”. Curiosamente, años después, cuando Perón regresa a Argentina y los jóvenes le pedían que sea algo que él ya no quería ser, vuelve a utilizar esa frase pero a la inversa, ya no para elogiar a las guerrillas sino para condenarlas. Por último, que el movimiento estudiantil argentino lea a Marcuse, a Foucault, a Roland Barthes y lea las Antimemorias del novelista francés André Malraux, son muestras de las esquirlas y de la importancia de la filosofía francesa en nuestro país. Tengo conocimiento, además, de que el propio Néstor Kirchner recomendaba leer a Malraux. Él, como muchos, es un poco hijo de ese movimiento y mantenía esa lectura como refresco de la época.