Escrita y dirigida por Roberto Ibáñez, la pieza teatral Vía Láctea se sumerge en el universo temporal de la última dictadura militar. Nya Quesada, reconocida actriz, así como tantas otras mujeres, sufrió la desaparición de su hija en manos de los militares. La obra intenta recuperar su historia, su dolor, su pedido desesperado por recuperar a su hija, y el ansiado reencuentro con su nieto. Éste último regresa de un largo exilio en España, en busca de su identidad desmembrada, de su vida interrumpida, de reconciliar su pasado con su presente, de buscar al asesino de su madre. 

Esta compleja obra compuesta por 16 actores y actrices da cuenta del arduo trabajo de composición colectiva, que transcurre entre momentos musicales en vivo, con canciones cantadas por los intérpretes. 

Resulta un verdadero desafío la propuesta de generar un vínculo de intertextualidad con la histórica obra Tres hermanas del dramaturgo ruso Anton Chéjov, relacionándola con la situación socio-política en la cual está inmersa la historia dramática. La ficción dentro de la ficción, dialoga con el dolor profundo de Lia, personaje que encarna a Nya Quesada, cuyas interrupciones impiden el desarrollo de los ensayos de Tres hermanas, cuando se encuentra desbordada por su pérdida. Se genera así un encuentro de textos dramáticos entre lo que escribe Chejov y lo que escribe Ibánez: el reclamo de recuperar el cuerpo de la muerta por parte de Lia, el conflicto en torno a la jubilación de los actores y las actrices, la presencia militar en las ciudades.  

Como subtitula la obra “sin el aval de Anton Chejov”, los textos van y vienen entre el discurrir del drama, y los pasajes de la pieza rusa, entre la argentina militarizada y la Rusia pre revolucionaria, con su burguesía venida a menos. 

Vía Láctea invita a pensar acerca de las heridas que aún quedan abiertas a la espera de justicia y verdad. A lo largo de la historia de la literatura y la dramaturgia mundial, se rastrean múltiples experiencias acerca de mujeres que reclaman los cuerpos de sus muertos. Esta obra se inserta junto con ellas en el pedido desesperado de volver a abrazar a quienes ya no están, de darle un entierro digno, y no dejar que la vida desaparezca así porque sí de un día para otro, arrancada de las manos de una madre.

“Niebla del Riachuelo, amarrado al recuerdo, yo sigo esperando” se escucha como parte de una canción que acompaña la historia y al público. Esta obra habla de Argentina, habla de aquel río del sur, de los cuerpos bajo tierra, de los perdidos, de los que están bajo el río, de quienes buscan su identidad. 

* La obra puede verse los domingos a las 20, hasta el 29/7, en la sala Corrientes Azul, Av. Corrientes 5965.