Muy pocos presidentes en el fútbol argentino ganan elecciones por la abrumadora diferencia de votos que sacó Jorge Franceschi. En abril de 2017, alcanzó el respaldo del 81,71 por ciento entre los socios de Belgrano. Es cierto que lo impulsó el viento de cola de la buena gestión que había hecho Armando Pérez. El mismo que terminó muy cuestionado al frente de la comisión normalizadora de la AFA. Profesor de historia, apicultor, ex jugador de rugby y baterista vocacional, es santiagueño de nacimiento, cordobés por adopción, pero vivió su infancia en Catamarca. Habla de fútbol y de cómo administrar a un club con la misma facilidad que cita el pensamiento de Kropotkin, un teórico del anarquismo ruso. Dice también que el gerenciamiento de su mentor –del que fue su vice durante dos períodos consecutivos– ordenó la institución y por eso los socios lo respaldaron. Pero sobre todo cree en la función social de las entidades deportivas y critica la posibilidad de que una sola persona decida por todas desde una sociedad anónima.

–Usted fue vicepresidente de Armando Pérez durante dos períodos consecutivos. ¿Cuándo nació su relación con él?

–Su hijo, Sergio, es mi mejor amigo. Fuimos compañeros en la Secundaria. El es porteño y se vino a Córdoba por cuestiones familiares. Yo de Santiago y así nos conocimos. Tenemos una amistad que todavía sigue y me ha tocado compartir vacaciones con él, parar en su casa. Somos como hermanos y cuando Armando gerenció a Belgrano, un grupo de hinchas le preguntó: ¿En qué podemos ayudar? Ahí arranqué en el club. Lo primero que hice fue recibir a los equipos de las divisiones inferiores que venían a Córdoba para que no les faltara nada.

–Su trayectoria comenzó bajo la figura del gerenciamiento y después como dirigente de una sociedad civil. ¿Cuáles son las diferencias entre esas dos perspectivas de conducción?

–El gerenciamiento de Belgrano fue el único que les entregó el club a sus socios y que pagó la deuda de la quiebra como correspondía. Nosotros lo  primero que rescatamos y porque es lo más importante, fue su identidad. Después vimos la parte administrativa. Pero por ser hinchas, el manejo fue muy apegado a esa identidad. La diferencia es legal. Nosotros le pasamos todo a la sociedad civil el 1º de julio de 2011 y fue una fiesta. En su momento habíamos llegado al club con la ley de salvataje deportivo, algo que en su momento se aplicó en Racing para salvarlo y que en el interior funcionaba de otra manera, era más sui generis. 

–¿Cree que su legitimidad como presidente de Belgrano con casi el 82 por ciento de los votos la puede lograr un gerenciador por más éxitos que consiga?

–Seguro y claramente que no. Nosotros en la última asamblea propusimos blindar el club. Porque en este momento hay un debate y pareciera que las sociedades anónimas son la solución del fútbol y mocionamos a favor de que Belgrano sea una sociedad civil y se aprobó por aclamación. Estamos convencidos de que los clubes son instituciones intermedias. Tienen una misión clara que es la formación de jóvenes en el deporte. Por lo cual no hay otra forma de verlos y ésa es una diferencia fundamental con los ocasionales gerenciamientos o con las SA que quieren traer. Porque el peligro está en perder la función social de los clubes y en segundo lugar, perder la identidad ya que las SA pondrían la plata, pero transformarían la función que tenemos.

–¿Por qué en una encuesta del diario Tiempo Argentino sobre las SA hubo una mayoría de clubes que dijo estar en contra, pero Belgrano no se pronunció?

–En ese momento, cuando nos preguntaron, estábamos a pocos días de la asamblea del 29 de abril pasado que ratificó que Belgrano es una sociedad civil y me parecía a mí, sobre todo porque la pregunta era sí o no, que no quedaba espacio para responder, para explicar. No queríamos hablar desde la cúpula y solamente dar nuestra visión. Pretendíamos que respondieran todos los socios de Belgrano y por eso decidimos no participar. Queríamos debatirlo y decidimos contestar con la asamblea. Muchas veces los presidentes de los clubes responden una cosa y la mayoría de los socios no lo ven así.

–¿Cómo funciona el club hoy? 

–El club va por el séptimo balance superavitario y en este momento es de 44 millones de pesos. Acá funciona una biblioteca popular, hay un plan para alumnos que no han tenido la posibilidad de terminar la secundaria, talleres de oficio y a su vez un plantel profesional muy rico donde tenemos jugadores del semillero que en los últimos siete años han estado en primera, participaron tres veces en la Copa Suda- mericana y en la última fecha quedamos afuera de la cuarta por una cuestión deportiva. Cómo no va a ser compatible todo eso en una asociación civil, ¿por qué no va a ser compatible? Yo no creo que deba sacárseles a los socios el control y la administración de elegir proyectos deportivos y trasladarlos solamente a quiénes son dueños de un capital dinerario. Me parece un despropósito. 

–Armando Pérez fue gerenciador y presidente del club, pero apareció cercano al Gobierno cuando fue nombrado al frente del comité normalizador de la AFA, ¿comparte hoy estas ideas con usted?

–La verdad que sí. Nos ha acompañado, en su presidencia el club se pronunció a favor de seguir el camino como sociedad civil. Además, Armando estuvo presente en la última asamblea y votó como socio lo que la mayoría. Nos apoya totalmente y es porque conoce desde adentro todo esto. Trabajó doce años en Belgrano y sabe el desafío de administrar una sociedad civil que es compatible con el fútbol profesional. 

–El país retrocedió a los peores tiempos del neoliberalismo, ¿cómo cree que este presente está afectando a los clubes?

–Yo creo que hay condiciones para que la ayuda mutua aparezca siempre. Kropotkin anticipó el darwinismo social. El decía, a diferencia de Darwin que sostenía la teoría de la supremacía del más fuerte en la naturaleza, que las especies cooperaban y pudieron salir adelante. Si nosotros seguimos trabajando en la ayuda mutua, ya que nadie se salva solo, esto nuevamente se va a imponer. Esa lucha se tiene que dar en el lugar en donde estamos, donde se demuestre qué va a pasar si nos excluyen, si no tenemos trabajo, qué consecuencias tiene la discriminación. Lo que está pasando hoy se puede revertir. Pero no se transforma desde la política partidaria, ni de los cargos que te da el partido o como diputado. Me parece que debemos trabajar cada uno desde su lugar, tenemos que transformar el metro cuadrado, pero lo más importante es transformar la cabeza de cada uno. Yo desde Belgrano y con la gente que trabaja conmigo, pensamos que es posible ese cambio, que es posible la ayuda mutua y no estoy pensando que los gobiernos lo van a hacer. Los gobiernos son circunstanciales, depende absolutamente de nosotros el cambio.

–Si tomamos en cuenta lo que dijo sobre Darwin. ¿Qué el gobierno de Macri quiera imponer las SA tiene bastante de darwinismo social? 

–¡Qué pregunta! Podría ser, pero no creo que sea posible porque en cada uno de los estatutos de las sociedades civiles sus socios son el resguardo para que eso no suceda y por decreto no se puede hacer. Si lo decretan, sería entrar por el lado del darwinismo social y que el superior o el que parece más apto decida por el resto. Yo creo que esta idea va a encontrar un escollo grande en cada uno de los clubes. No creo que los socios en general lo permitan.   

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