“Si hay que esperar la esperanza, más vale esperar cantando.” De esta frase de la “Zamba de los humildes”, de Armando Tejada Gómez y Oscar Matus, Teresa Parodi y Liliana Herrero sacaron el nombre del espectáculo que el sábado pasado las volvió a reunir sobre un escenario: Esperar cantando. “Será porque estamos convencidas de que vendrán tiempo felices”, explicaron. Con ese espíritu, esperanzado y esperanzador, contagioso en la necesidad del encuentro, se vivió la primera de las fechas en una sala Caras y Caretas llena, con los guitarristas Pedro Rossi y Juan Manuel Colombo como laderos creativos, y con Nora Sarmoria y Chango Spasiuk como invitados que fueron a “agasajar” a las anfitrionas, y de paso a todo el público. Queda otro Esperar cantando: será el próximo sábado 9 de junio, en la misma sala de Sarmiento 2037, junto a Juan Falú y Víctor Heredia como invitados.     

La zamba que da título al espectáculo, claro, formó parte del repertorio propuesto, en una versión muy criollita, pero que al mismo tiempo le encontró un vuelo nuevo al viejo tema. El mismo gesto –el de volver sobre lo “heredado”, buscando cómo pueden volver a decir esas herencias– sonó en todas las canciones propuestas, en un recorrido por autores fundantes y fundamentales, como una suerte de declaración de principios y de pertenencia. Atahualpa Yupanqui, Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Raúl Carnota, Tejada Gómez y Jaime Dávalos, Mercedes Sosa como referencia ineludible, y por supuesto la misma Parodi como compositora, formaron parte de la trama de Esperar cantando. 

“Estamos acá para recoger ese hilo poderoso, ese cofre lleno de perlas preciosas, que es la memoria musical, poética y política de este país”, definió Herrero, y Parodi citó al poeta Aledo Luis Meloni: “Cuando un coplero se muere, empieza a andar su memoria; lo que la muerte le quita, se lo devuelve la copla”. Fue tras dejar plantada una reveladora versión de “Grito santiagueño”, uno de los más altos momentos del concierto, que trajo bien vivo y potente a Carnota al escenario.    

Sonó también destacado “Aguafuerte”, el poema del paraguayo Elvio Romero que Parodi musicalizó y grabó en su último disco, Todo lo que tengo, justamente junto a Herrero. “Fue escrito para su país, que siempre estuvo atravesado por vientos tremendos, sobre todo los de la guerra de la Triple Infamia. Pero sentimos que es tan actual, y que hoy habla de toda Latinoamérica”, marcó Parodi. Y “La lucha”, otro de los grandes temas de ese disco, que con la música de Parodi adquirió un carácter épico. También del repertorio de la correntina, “Tarumba” –con una vuelta que le encontró Herrero en la interpretación–, “Esa musiquita”, “Un puente al sol” –el desarraigo, otro gran tópico de Parodi–, “El otro país”, que salió muy potente, y fue igualmente celebrada y agradecida por el público. Y la emocionante “Versos para Santiago”, en el día en que se cumplieron diez meses de la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado.  

La propuesta para los invitados fue, justamente, la de “invitarlos a tocar”, con las anfitrionas escuchándolos. “Como un ritual, para seguir recorriendo el sonido de nuestra Patria”, explicaron. Así que Sarmoria se sentó al piano y mostró cómo hace y deshace a Violeta Parra y su “Arauco tiene una pena”, y luego su milonga “deforme” “Segundo septenio”. Lo mismo hizo Spasiuk con su acordeón y su maravilloso “Pynandí”, una evocación de la felicidad de infancia vivida en patas, junto al muy destacable guitarrista y percusionista Marcos Villalba. Pero el misionero no se ciñó a la consigna de “tocar para las que invitan”, y llamó a todos y todas –también a Sarmoria- a hacer juntos  “El cosechero”, de Ramón Ayala, marcando otro momento intenso y celebrado de la noche. “Acá está reunido todo el litoral: Misiones, Corrientes y Entre Ríos”, observó Herrero, repasando los orígenes efectivamente aglutinados en escena. “Sí, pero Corrientes es independentista”, bromeó Spasiuk, en chicana provinciana.    

Se las escucha y se las ve muy bien, juntas, a Parodi y a Herrero. Comparten complicidad de mujeres, bromas y anécdotas, se mueven tan relajadas como para permitirse volver sobre un tema si se equivocan –”me trabé en esa parte de la letra, y es la que más me gusta, ¡qué bronca!”, puede soltar entre risas Herrero–. Cantan “la música heredada”, esa que repone “la memoria de la Patria profunda”. Tienen conciencia de eso cuando están en escena. Y sobre esas canciones fundantes encuentran, cada vez, algo nuevo para decir, en un trabajo creativo compartido con los guitarristas, que son los que las acompañan en sus respectivos trabajos. Es por todo esto que un concierto como este se vuelve tan poderoso.