El tema de la adopción tardía, a partir de un niño de 9 años con una dura historia detrás que logra –como muy pocos de esa edad– llegar al seno de una familia formada por una pareja que pasó la barrera de los treinta, es la nueva propuesta del director Carlos Sorín, a cinco años del estreno de Días de pesca, su anterior propuesta cinematográfica. “A pesar de que la trama de Joel gira en torno del chico que debe sufrir en carne propia la discriminación, la incomprensión de la sociedad a la que trata de incorporarse, el eje central es el de mostrar la lucha, el dolor, de la madre adoptiva frente a las dificultades que debe afrontar por el hecho de intentar darle una nueva vida a un chico víctima del desamparo”. En diálogo con PáginaI12, Sorín dijo que la idea surgió a partir de un caso ocurrido en el jardín de infantes donde iba su nieto de tres años, pero con el tiempo la visión fue abarcando otros aspectos de la adopción tardía, enmarcada en una realidad que indica que el 92 por ciento de los adoptantes que se inscriben en los registros oficiales quieren bebés y no chicos más grandes, adolescentes o grupos de hermanos. 

Sorín señaló que estaba buscando “un personaje femenino que atravesara una situación crítica, porque siempre mis películas giran en torno del protagonista masculino; por eso, en el caso de Joel, el motor de la película es la mujer, la madre que trata de resguardar a su hijo de todos los problemas que tiene que sobrellevar, lo que la lleva a cargarse de temores, de angustias, lo que la lleva a atravesar situaciones que le resultan insostenibles”. La idea empezó a desarrollarse a partir de una situación de la vida real que ocurrió en el jardín de infantes al que concurría su nieto de tres años. “Un compañerito, que había pasado por un hogar estatal, llega al colegio de mi nieto enfermo de HIV transmitido por sus padres biológicos, lo que generó un revuelo entre los padres de todos los chicos, que pedían que lo expulsen porque de lo contrario ellos iban a sacar a sus hijos del lugar. Al principio sentí que era una actitud inadmisible, una discriminación horrible, pero después me puse a temblar pensando en la posibilidad de que mi nieto pudiera ser, no sé, mordido por ese chiquito y allí me di cuenta que a veces las reacciones no separan a la gente entre buenos y malos, sino que entran a jugar otros factores y eso me llevó a entender que somos víctimas de una sociedad que es injusta y que discrimina”.

Con el tiempo “todo eso fue generando cambios, incorporando otras protohistorias, otros elementos relacionados con la adopción tardía, un tema que venía siguiendo desde hacía unos siete años y que me generaba un interés especial”. La película enfoca “el tema de la adopción tardía, la discriminación en el ámbito educativo y la reinserción social desde la historia de Joel, un chico de 9 años”. La llegada del niño revoluciona las vidas de Cecilia (Vicky Almeida) y Diego (Diego Gentile), una pareja de treinta años largos que se radicó en Tolhuin, un pequeño pueblo de Tierra del Fuego. A la pareja le toca vivir “un acelerado proceso de aprendizaje de la paternidad, y el desafío de educar al niño y tratar de insertarlo en esa pequeña comunidad, lo que pone a prueba su esquema de vida, en el marco del conflicto que se desata en la única escuela pública del lugar donde concurre el niño”. Los problemas, como suele ocurrir en la vida real que inspira el film, ponen en máxima tensión no sólo la relación con el marco social en el que viven, sino incluso el vínculo de la pareja. “A partir de la complejidad de la adopción tardía, la discriminación en el ámbito de la comunidad educativa y la situación de vulnerabilidad de los chicos sin contención social y familiar, se propone un debate sobre la convivencia, la igualdad de oportunidades y los valores de nuestra sociedad”.

Sorín se interesó en el tema porque “es sabido que cuando se piensa en adopción se piensa en un recién nacido, en un bebé de pocos meses porque se supone que en esa edad el niño es una criatura que se puede modelar según el criterio de los adoptantes y está poco influenciado por su pasado”. En cambio, “es más difícil cuando se trata, como el caso de Joel, de un chico de 9 años que arrastra una historia dura que lo ha marcado”. 

Los padres adoptivos de Joel no escapan a la regla general de los que quieren bebés y aceptaron hacerse cargo de él porque no tuvieron otra alternativa, a pesar que en su interior piensan que ya es una persona con una formación negativa que le va a costar superar”. El Joel de la historia tuvo un padre que no se hizo cargo de él y una madre muy joven que dejó la responsabilidad de criarlo en manos de una abuela. Cuando la anciana muere, el que aparece en escena es un tío que lo inicia en pequeñas prácticas delictivas. “En el pueblo pequeño donde viven, el niño y su nueva familia tienen que afrontar los prejuicios sociales, raciales y culturales de los que todos somos víctimas, incluyendo todos los temores que llevan a que la adopción de niños que dejaron de ser bebés sean dejados de lado, cuando necesitan la contención familiar que no han tenido”.