Desde  Formosa

En un segundo, el cielo se envuelve en un manto de oscuridad y una lluvia impiadosa cae sobre la ciudad formoseña. Lejos de convertirse en una tragedia, a los pocos minutos el cielo vuelve a abrirse y un sol renovado regala de nuevo toda su intensidad. ¿Qué más psicodélico que esa escena? Estos vaivenes climáticos son una constante en el Litoral y la música no es ajena a ése movimiento. El calor húmedo, la frescura del río Paraguay, la calidez de los formoseños, y el monte “y sus misterios” –como diría don Ramón Ayala– son algunos de los elementos que enriquecieron el Festival Mamboretá Psicofolk, que se llevó a cabo los últimos días del año -jueves y viernes–, y reunió a destacada bandas y músicos de la región y el país. Bajo el lema Céntrico y Excéntrico, el encuentro alentó el cruce, en el escenario y fuera de él, de artistas de Paraguay, Chile, Corrientes, Formosa, Chaco, Misiones y Buenos Aires, todos con propuestas que transitan la escena under y que se nutren tanto del rock como de los folklores y la canción. “Hay una agitación cultural muy importante en esta región y puntualmente en este festival. Conviven muchas propuestas diferentes y hay espacio para compartir”, sintetiza Ariel Minimal, líder de Pez. “Más allá de que alguna propuesta sea más folklórica u otra más pesada, Mamboretá tiene la impronta de los viejos festivales de rock, donde la gente se cruza naturalmente y nos da la posibilidad de investigar qué pasa con la música acá”, dice Minimal y pone el acento en “música” y ya no en géneros. “Nos une, además, la autogestión y el cuidado por el arte”, cierra la idea.

No es fácil, en estos casos, sintetizar y menos contar todo lo ocurrido. Pero algunos de los puntos altos sucedieron en la sala de conciertos Camelot, que se activaba a partir de la medianoche. Durante las dos noches, se realizaron, en dos escenarios –Psicofolkrock y Pensador y guitarrero–, casi veinte conciertos. Uno de los más celebrados fue el de Los Espíritus, que cerraron el festival a fuerza de canciones ricas en groove, melodías bluseras, versos barriales y guitarras y estribillos hipnóticos. Con dos discos en su haber (Los Espíritus y Gratitud), la banda de Maxi Prietto y Santi Moraes es una de las más ascendentes de la escena. “La mejor banda del mundo”, se anima el guitarrista de Audión, Dizzy Espeche, mientras baila eufóricamente entre el público. Audion (la completan los ex Los Natas Walter Broide y Gonzalo Villagra) y Pez, con sus matices, le pusieron stoner rock y guitarras al mango a la primera jornada. En esa sintonía, pero con una impronta más punk y anárquica, estuvo el correntino Krishna Osorio (ex Saltimbankis). En el otro escenario, también mostró sus canciones Raúl Richard, quien también viene trajinando la escena rock correntina. No menos inquietantes fueron los conciertos de la cantautora Valeria Cini, la trovadora-clown Sofía Viola, el chileno Pintocabezas, el irreverente Gula y Chico Mendes, entre otros.

Si bien Guauchos –banda fundamental de esta región y artista central de Mamboretá Records– no participó del festival, si lo hicieron sus músicos en diferentes proyectos. En el Pensador y Guitarrero, el vocalista guaucho Federico Baldus mostró en formato trío (con José Sánchez y Agustina Perrota) las canciones de su nuevo proyecto solista en gestación. El encuentro entre rítmicas folklóricas y la voz melódica y pop de Baldus marcan la esencia de las canciones. “Siempre me vi respaldado en esta movida, en mis compañeros y en el sello Mamboretá. Y me siento reflejado en esta gran diversidad de músicos”, dice Baldus, instalado actualmente en Temperley y con ansias de sacar su primer disco este año. “Con Guauchos nos dimos un aire para desarrollar proyectos personales y tomar nuestras propias decisiones artísticas. Es un crecimiento para todos”, cuenta Baldus. Un rato más tarde, en el escenario psicofolkrock, llegó con sus canciones Marina Fages, pero no estaba sola. La escoltaban Juan Manuel Ramírez (batería), Juan Mi Castellani (guitarra), Albano Caballero (bajo) y, como invitado en voces, Lucas Caballero, los otros cuatro que completan la formación de Guauchos. Fages, menudita de cuerpo, pareció gigante sobre las tablas en canciones como “Anillo radioactivo”, de su disco Dibujo de rayo.

En el Galpón, en tanto, tuvo lugar el ciclo Yazziyateré. Con tereré bajo el brazo, el público disfrutó de las propuestas de Ema Cuañeri y Uli Gomez –un interesante cruce entre música contemporánea y folklore ancestral qom–, Mango Verde Jazz Fusion, Meraki (proyecto del violinista formoseño Matias Romero), Maitor y Shizu, y la cantautora paraguaya Marcela Lezcano de Paraguay. “Está germinando una cosecha muy rica de jóvenes que cada vez más se sienten atraídos por la belleza, el arte, la expresión, la filosofía y la comunicación, y eso nos une como sociedad, nos abre a nuevas experiencias y nos nutre como músicos y artistas”, le dice a PáginaI12 Lezcano, quien le pone una voz dulce a canciones con pulso pop, pero ancladas en su lugar. “Me encanta que nos cobijemos mutuamente con nuestros sonidos y me parece deliciosa la conjugación de interpretaciones e influencias, como el guaraní, el rock, el folklore y la psicodelia”, cierra Lescano, oriunda de Asunción. La primera jornada, en este espacio, la coronó el multiinstrumentista Axel Krygier, quien se convirtió una vez más en hombre-orquesta (con sintetizadores y teclado) y regó la pista de canciones electrónicas y viajes sonoros bailables.

  Los talleres y charlas en el Galón C, en la pintoresca costanera de la ciudad, fortalecían el concepto del festival y le ponían otro color a las tardes. Pasaron por allí Barón Absenta con su charla sobre bebidas psicoactivas, el acordeonista Lucas Monzón con su taller sobre estilos en el chamamé y la productora María Carrascal, quien brindó claves para dar a conocer un proyecto musical y compartió esperiencias acerca de mercados musicales y festivales del mundo. Pero la disertación que llamó más la atención fue la de el actor y músico Andrea Prodan, hermano menor de Luca. El italiano desarrolló, con una buena dosis de humor e ironía, su punto de vista sobre lo céntrico y lo excéntrico, una actualización de la idea de centro-periferia. “Es importante mirar para adentro para encontrar algo y no siempre para afuera”, arrancó.

  Con el eje “Viaje a lo pequeño”, Prodan hizo un recorrido por el cine, la música y otras expresiones artísticas para fundamentar su idea acerca del poder de las pequeñas experiencias. “La idea de ‘pueblito’ tambièn es atractiva. Sorprende más un pequeño libro o una pequeña película que una gran producción de Hollywood: Argentina, por ejemplo, fue muy generosa con mi hermano. Sumo fue una banda chica, no buscaba el éxito, sino lo excéntrico. Era un grupo de personas que se erotizaban con hacer cosas juntos. Por eso es importante buscar la pequeña voz dentro de cada uno y no comportarse como la masa”, dijo Prodan. “El centro está para ser creado, cada uno desde su lugar, no existe la idea de ‘triunfar en Los Angeles’”, remató. En este mismo espacio, Tomi Lebrero presentó su película No va llegar (2016), una aventura real y ficcional que retrata su viaje a caballo desde el interior de Buenos Aires hasta Salta, en busca de músicas folklóricas y saberes de la naturaleza.