Antes que un producto audiovisual The OA se reveló como un signo de pregunta. Explícitamente es uno de los últimos arribos de Netflix. Respuesta insuficiente ya que la propuesta brotó con un aura de sorpresa, ambición y enigma. Entre la ciencia ficción a escala humana, el thriller personal con notas misticismo surge el gran secreto a descular: Prairie Johnson (interpretada por Brit Marling), quien dice haber nacido en Rusia con el nombre de Nina, la misma que reclama ser el OA. Tres semanas atrás, no se sabía demasiado sobre la serie creada por la propia protagonista, dirigida por Zal Batmanglij y producida por Brad Pitt. El secretismo y la promoción funcionaron ya que con apenas un avance consiguió un notable run run. A la presentación de la historia sobre el retorno de una chica perdida durante siete años, le seguían secuencias perturbadoras y otras de gran lirismo visual. Desde su alojamiento, la producción original de la plataforma on demand se ganó fans incondicionales y también críticas por sus golpes de efecto y pretensiones “más grandes que la vida” (significativamente la cuestión del umbral que divide lo vivo de lo muerto es medular). “Tiene una gran cruza de géneros, ciencia ficción, drama familiar, el paso de la adolescencia a la adultez, lo excitante para mí es que no sea fácil de categorizar lo que estás viendo”, asegura Marling entrevistada por PáginaI12.  

Para los habitantes de ese suburbio nublado y aquejado por una crisis económica, la vuelta de Prairie significa un milagro y para otros esconde un riesgo. Es que la mujer reaparece curada de su ceguera y con un comportamiento errático. Ella se niega a contar lo que le sucedió, salvo a una pandilla con la que se junta cada noche en una casa abandonada. Esa ceremonia frente a cuatro descarriados y una maestra serán la llave que motorice la trama. El misterio sobre dónde estuvo Prairie, y el inquietante diseño visual, han llevado a comparar a The OA con Stranger Things. Motivos existen: esta hermana mayor de Eleven también fue capturada y utilizada para un proyecto científico, hay conexiones con “otro mundo” y mensajes crípticos. Sí, es comparable con el gran fenómeno del mundo de la ficción 2016, pero también con películas como La vida de Pi (Ang Lee, 2012) o El Gran Hotel Budapest (Wes Anderson, 2014). El relato de Prairie -como en aquellos casos- es fantástico, creerle a la narradora está en quienes la escuchan y, por elevación, en la audiencia. “Ella anuncia que preparen sus sentidos, les pide que cierren sus ojos, porque lo que suceda será abrumador para su imaginación”, asegura.

–Además de la historia de Prairie y el ambiente misterioso, The OA conjuga muchos elementos y géneros. ¿Cuál fue la semilla?

–De todos los elementos la historia aparece como el ojo de un huracán. Se destacan los aspectos físicos y emocionales de los que lidiaron cara a cara con la muerte. Nos basamos en un libro del psiquiatra Raymond Moody, Life After Life. En los ‘70 fue quien acuñó el término de “Experiencias Cercanas a la Muerte”. Ahí nos empezamos a fascinar con la idea de personas que pasaron al más allá, que cruzaron este campo difícil de denominar, sobre lo que pensás que es la realidad o la vida. Y a eso lo dotamos del carácter de ciencia ficción. Otro interés era el de contar una historia que reflejara como las tecnologías han acaparado todos los aspectos de nuestra existencia, particularmente entre los más jóvenes. Supuestamente estamos más conectados que nunca pero por otro lado estamos muy desconectados y alienados. Ahí aparece esta narrativa vinculada con lo “iniciático”. Esta mujer que tuvo una experiencia muy traumática, en cierta manera, al compartir su historia, forma un lazo de una manera inimaginable. 

–Gabriel García Márquez solía decir que en el terreno de la ficción hay tres grandes temas: amor, vida y muerte, y que el resto es habladuría. Lo interesante es que esos tres tópicos son centrales en The OA que, por otra parte, ha sido inscripta dentro del “realismo mágico”. ¿Siente que esa definición es apropiada para la serie?  

–Es muy cool que eso salga a colación. Creo que en Latinoamérica hay una tradición muy interesante y rica en eso de explicar lo inexplicable desde el campo del surrealismo. En Estados Unidos, se nos hace terriblemente difícil plantearlo desde la ficción. Siempre vamos a lo concreto y esta propuesta tiene algo de ciencia ficción, incluso algo de irreal, donde estos componentes se mezclan. Me encanta el trabajo de escritores como García Márquez y el concepto de realismo mágico. Para mí es así como se siente la vida. En el mismo aliento viene algo diseñado y extraordinario. 

–El primer episodio funciona como un teaser, ya que la narrativa da un vuelco impresionante sobre el final, incluso aparecen los créditos en ese momento. ¿Por qué esa decisión?

–(Se ríe). La misma historia fue la que nos ofreció la posibilidad de aprovecharnos del formato. En el capítulo tenemos a esta joven que vuelve a casa y está traumatizada por su experiencia, y después es como que realmente se inicia el viaje. Cuando ella comienza con su relato se da el despegue.

–¿Cómo encontró a Prairie?

–Estaba la idea de una mujer que quiere contar su historia como acto de supervivencia, lo cual puede ser entretenido y profundo. Era importante crear el ambiente con esta chica que tuvo una dura infancia y el modo que se liga con estos otros chicos que viven en ese suburbio venido abajo por la crisis. En ese entorno se da su ritual en el que cada noche se juntan a escucharla. Me atrae la figura de la contadora de historias, más aún en este mundo cada vez más complejo y desconectado. Tiene un poder más fuerte que nunca, como algo que nos aleja de quiénes somos realmente. 

–¿Sigue con usted o ya la ha abandonado?

–Se va y viene. Definitivamente no soy la misma persona desde que comenzó el proyecto. Pienso mucho en eso. Viví la vida de una persona en una película de ocho horas. Fue un proyecto de dos años en el que estuve metida en una misma narrativa, literalmente me adentraba en esas historias y ese mundo. Fue como vivir esa irrealidad más que la vida real. Volver a la realidad fue como hacer bungee jumping, volví de un tirón. Volví a ser un ser humano. 

–Estamos en la era del consumo compulsivo de series pero a su vez The OA reclama un espectador de otro tipo, calmado y despierto para captar los detalles. ¿Fue a propósito?

–Sí. Eso es muy interesante. No se trata de una película para tevé, ni un film convencional, no es una novela aunque tenga su estructura y clímax. Lo que le estamos proponiendo a la audiencia es ver algo de una manera que no haya visto antes. Y no es que intentemos romper el molde por hacerlo. Es la forma más honesta que encontramos de contar esto y requiere de un espectador activo. Amo cuando un director o un escritor no toma las cosas por sentado, cree en la inteligencia de su audiencia, se percibe que está el deseo de hacer algo nuevo.