“Ah, mirá vos…” dice uno de los locutores de la señal de noticias TN cuando la columnista de espectáculos comenta “el caso de la remera de Oreiro en Rusia”. El “mirá vos” alude a su desconocimiento de la ley putinesca que prohíbe y sanciona la promoción de relaciones entre personas del mismo sexo en la ex URSS, una norma que escandaliza a los activismos del mundo desde hace años pero que no detiene, claro, al fútbol profesional, al Chiqui Tapia, a la AFA, a las primeras marcas internacionales, a Messi y a los enjambres de hinchas del planeta entero. La “remera” de Oreiro es en rigor el “Ivory rainbow sweater”, diseño de Marc Jacobs que la ex “Cholito” ya usó en la Argentina alguna vez y que lucirá también en una de las escenas del filme Re-loca de Martino Zaidelis, que se estrenará en julio. La diferencia central esta vez es que para la entrevista en vivo en la radio nacional pública rusa, la actriz planeó el gesto y protagonizó entonces un hecho político que hasta el momento ningún otro artista, dirigente, deportista o personalidad involucrada con el Mundial siquiera imitó. Ya en 2016, en un show multitudinario en Moscú, Oreiro había agitado la bandera del orgullo en el escenario, consciente de los riesgos de hacer “propaganda gay”. Fue por ese entonces que el mismísimo presidente Vladimir Putin la invitó a una cena oficial a la que ella decidió no asistir. Europa del Este, Israel y Rusia son mercados que la uruguaya conquistó con sus telenovelas primero y con su música después hace ya muchos años. Ahora, el deseo de convertirse en “Ícono gay” (“Re ícono gay soy” dijo alguna vez, “en principio por cómo me monto”) causó pánico en fans y afines que echaron a rodar versiones del tipo “Oreiro presa”; “Le retuvieron el pasaporte”; “Va a poder volver pero nunca más podrá entrar” y consecuencias semejantes. Pero nada de eso ocurrió y a las horas, Natalia estrenaba desde la Argentina el videoclip de su tema mundialístico. 

En efecto, era por lo menos improbable que el régimen ruso tomara medidas en contra de un nombre propio -Natalia Oreiro- que es según cálculos varios, más conocido en Rusia que el de todos los futbolistas de la Copa. Pero no era imposible: cabe recordar la experiencia de tres de las integrantes del colectivo de punk feminista Pussy Riot, que tras improvisar un recital en la catedral de Cristo Salvador, fueron sentenciadas a dos años de prisión, vejámenes incluidos. La experiencia derivó en protestas (y represión) durante los Juegos Olímpicos de Sochi en 2014. Es también contra estos antecedentes inmediatos que asoma este arcoíris, aunque las redes sociales difundieron fotos de “drag queens” en pantallas de tv rusas, chicas lesbianas caminando de la mano y maricas con los labios pintados “sin problemas”. Corrían las horas de la negativa de la selección nacional a jugar contra Israel y la felicitación de “Hamás” al equipo de Sampaoli, por lo que miles destacaron en la muñeca brava, agallas únicas. Confusión total. 

Para nada casuales, en este contexto, las entrevistas radiales que dio el embajador argentino en Rusia Ricardo Lagorio relativizando estas políticas. Putin, a quien la Argentina le exporta carne de cerdo, pretende suavizar la imagen internacional de sus delitos de lesa humanidad, crímenes que seguramente no del todo con Oreiro, pero mucho menos con el spot publicitario de un ano sangrando por hemorroides como el de TyC Sports, podrán detenerse.