Estaban todos, todos los del barrio. Había una tele y todos amontonados. Me acuerdo que gritaban, que se agarraban la cabeza, me acuerdo cada momento. Yo ese partido me lo comí entero. Era chico, pero para nosotros era algo soñado, algo que juntaba a toda la familia y a los amigos. Jugábamos con Inglaterra y aunque no teníamos muy claras las razones por las que la gente vivía ese partido de manera especial, hubo algo que me quedó grabado. Después de los penales, cuando ganamos, me subí a una mesa a festejar con mis hermanos. Todos saltando arriba de la mesa. Una cosa de pibes, de locos. Después, cuando te hacés grande, la cosa cambia, pero esa sensación no se te borra más. Ese es mi primer recuerdo del Mundial”.

Sergio Agüero sonríe con la misma inocencia con la que sonreía con 10 años recién cumplidos, mientras rememora aquella infancia en la que fue de González Catán a Florencio Varela y de allí a Quilmes. El Kun reconoce que aquel día lo marcó a fuego, porque, sin querer, empezó a imitar a uno de los jugadores de aquel encuentro. Pequeñito, eléctrico y volador, en un potrero del conurbano, el segundo de siete hermanos comenzó a decirse en voz baja mientras llevaba la pelota: “La tiene Owen, la lleva Michael Owen”. Luego, aumentaría su fanatismo al intentar seguir al Liverpool en un pequeño televisor 14 pulgadas. El rojo ya le tiraba. Dos décadas después, sentado en el subsuelo de la concentración de la Selección Argentina en la previa a otro debut mundialista, el Agüero del futuro trae de la mano hasta Rusia a aquel pequeño que se deslumbraba con una pelota.

-¿En qué pensás cuando jugás a la pelota?

-Es una pasión que tengo de chico. Es algo que me pasa desde siempre. Cuando miro jugar en el barrio, cuando veo jugar a mis amigos o cuando no puedo por una lesión, tengo más ganas. Veo una pelota y la quiero patear. Y me sigue pasando. Lo llevo adentro. Imaginate que cumplí 30 años y me pasa seguido que pienso: “¿Qué carajo voy a hacer cuando no tenga más esto?”. Nunca va a cambiar la felicidad de tener una pelota en los pies.

-Leo Messi dijo antes del Mundial en el programa Líbero que, luego de haber declarado que si no hacían un buen Mundial debían irse todos, se replanteó aquella frase y que su obligación, por ser ejemplo, es seguir intentando. ¿Cómo es seguir intentando?

-Pasaron tantas cosas que al final lo que tira para seguir intentando es la camiseta. Porque a muchos jugadores, jugadores muy importantes para la camiseta como Leo, se le pasó por la cabeza el dejar todo. Pero, al final, lo que vos pensás es: “Argentina, Argentina”. Te lo repetís dos o tres veces en la cabeza y te motivás enseguida. Yo creo que a Leo le pasó algo y él lo dijo en el momento que lo sintió (N. de R.: post final perdida en la Copa América Centenario). Al rato, a los dos días, pensó lo que pasó y lo siguió haciendo por la camiseta. Todo lo que se dice queda en el olvido cuando te ponés la camiseta. Hay que querer que tu nombre quede registrado en la historia de la Selección por lo que hiciste. Queremos quedar en la historia por ganar un Mundial y para eso estamos.

-¿Hay ansiedad o la procesión va por dentro?

-Esta vez estoy un poco más ansioso que las anteriores. Ansioso de que llegue el momento de estar en la cancha. Lo que puedo decir es que no tengo los nervios ni las preocupaciones que sí tuve en los dos Mundiales anteriores. Es que viví Mundiales en los que estuve nervioso. En Alemania estuve en el banco, por lo que sufrí un poco más. En el Mundial pasado lo mismo, porque venía con varias lesiones que me habían jodido durante todo el año y eso me ponía nervioso. Toda la Argentina estaba esperando cosas buenas del tridente que hacíamos con Leo y Pipa y todo eso llevó a mucho nervio y a que terminé pagándolo con una lesión. Hoy es distinto.

-Por lo que decís, la cabeza juega...

-A veces los nervios te hacen pasar malos momentos. Por suerte, ahora tengo la experiencia de esos dos Mundiales y me vas a ver a mí y a los chicos con mucha más tranquilidad. Queremos jugar y jugar bien, ese es nuestro objetivo y es lo que pensamos casi todo el tiempo. Son las ganas que te empujan.

-¿La confianza o el miedo pueden ser la diferencia en un torneo con tantas presiones?

-Al final en el fútbol pasa todo por la cabeza. Pasa todo por los nervios y más si venís de lesiones, cuando es complicado porque en tu club a una lesión la podés remar tranquilo; pero en el Mundial no hay tiempo. Ahí te pasa que venís de tantas lesiones que decís: “Que no me pase, que no me pase”, y al final te pasa por culpa de la cabeza. Por suerte, hace más de dos años y pico que no tengo una lesión muscular. Ahora tuve el problema de la rodilla, pero ya está solucionado y ojalá que siga con esta tranquilidad.

-¿Cuán importante es para un equipo de fútbol llevarse bien afuera de la cancha?

-Para un equipo como el nuestro es importante. En Europa no hay peleas, por ejemplo, pero es más difícil entablar relaciones porque hay muchas nacionalidades. Nosotros en el City tenemos un alemán, un argentino, un español, un francés, entonces cada uno va a su onda. Al final, en los clubes lo que te da tranquilidad es que entrenás y los ves todos los días y al alemán lo terminás conociendo por cómo juega. En la Selección es más difícil, porque te ves poco, pero el argentino facilita todo eso por ser más sociable. Aunque no lo crean, adentro de la cancha siempre te estás conociendo. Incluso con Fideo (Di María), con Pipa (Higuaín) o con Leo (Messi), con los que juego hace mucho en la Selección, pero con los que no he entrenado tanto. Fueron partidos. Entonces, el tiempo de trabajo nos hace bien para ver qué necesita uno del otro.

-¿Cuál es la imagen con la que te acostás al pensar en el Mundial?

-Lo primero que se me viene a la cabeza es poder jugar. Ojalá pueda. Quiero jugar y hacerlo bien. Y sueño con lo que sueña todo jugador alguna vez: hacer un gol en un Mundial.

-¿Es una cuenta pendiente?

-No. Es lindo, pero yo en el primer Mundial entré en tres partidos desde el banco y con Sabella unos dos de titular y los últimos dos de suplente. Y claro, estás con esa ansiedad de hacer un gol porque es lo que te va a quedar para la posteridad. Después la imagen es, si no es la de un gol, la de ganar un Mundial; más para un argentino.

-¿Lo imaginás?

-Imaginar, me imagino todo, pero ahora trato de centrarme sólo en el primer partido. Pero cuando me pongo a pensar me imagino mil cosas. Se me vienen un montón de imágenes, pero hay que frenarlas y seguir claro al objetivo.

-¿El mejor Messi es el último?

-Sí, porque él solo tiene algo en la cabeza que lo maquina a ir por más. Si hizo 25 goles, se maquina para hacer más. Tiene algo ahí adentro que lo hace superarse año a año. Y lo hace solo, no necesita que se lo digan. No depende de nadie. Es un enfermo en ese sentido, porque siempre quiere más. Vos te ponés una meta, te querés superar y vas camino a hacerlo, pero te pasan cosas. Eso puede pasar. A mí me pasó con la rodilla este año. Pero él va. Siempre va.

-¿Qué te ayuda a dar un plus para jugar?

-Las palabras de la gente. El aliento de ellos cuando te cruzan. Eso me da un plus. Me pone de otra manera y me doy cuenta que cuando te alientan se te activa algo que te indica: “Tengo una energía más. Tengo una vida más”. Cuando el cariño no está, las presiones se acrecientan. Cuando tenés el apoyo de tu lado, todo se hace más fácil.

Agüero trae de la mano a su infancia, pero también trae de la mano a Benja, su hijo y, a la vez, el nieto del mismísimo Diego Armando Maradona. A sus 9 años, Rusia será el primer Mundial que quedará grabado en las retinas del heredero, que vendrá a ver a su padre a Moscú durante toda la competencia. Por un momento, Sergio deja su expresión aniñada y habla como padre. En un punto de su relato, se ablanda como nunca antes cuando se lo imagina jugando en un club. Papá Kun baja de la figurita a abrazar a su pibe.

-¿Cómo vivís el Mundial siendo padre?

-Uf, es una locura. Ahora Benja está a full con las figuritas. No para un segundo con eso. Mi sobrino también está con eso, así que ni bien estuve por Argentina me empezó a hablar de eso. Me volvió loco con las figuritas que le faltaba. Ahora que me va a ver durante el Mundial, está copado. Por ejemplo, cuando estoy en el City y va a verme me suele preguntar: “¿Qué pasó en esa jugada? ¿Por qué te caíste? ¿Fue falta?”. Y yo ya me voy dando cuenta que esto le encanta. Lo bueno es que se acuerda de todo y lo mira. Cada día me sorprende más con las cosas que dice.

-¿Juega?

-Sí, pide cancha. Tiene muchas ganas. Por la edad que tiene, se nota que tiene calidad. Pero es muy chico y, hoy por hoy, sale tarde del colegio y tiene poco tiempo para disfrutar de eso. También estoy tratando de encontrar ese tiempo para que haga lo que le gusta hacer. Las últimas veces me llamó y me dijo: “¡Quiero ir a un club!”. Y yo le dije que me espere, porque también hay que arreglar con la madre, que trabaja. Pero él está fanatizado. Juega de delantero y lo dice. “Soy delantero, papá”, me cuenta. Ni sabe de posiciones, pero dice que es delantero. Al final, le respondo que si le gusta el fútbol, lo voy a ayudar, pero que nunca falte a entrenar y que se lo tome en serio.

-Vas a tener a tu hijo en la tribuna y al mejor del mundo al lado. ¿Qué resta?

-Jugar. Ojalá me toque jugar.

-¿Qué darías por este Mundial?

-Todo (se ríe). Lo que sea. Lo que me pidas No te puedo decir algo, pero todo. Tiene que ser. Al final tiene que ser. 

 

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