Enganche en Rusia

Desde Moscú

Una de las tantas máximas que tiene el tan basteardado periodismo actual es que el periodista tiene que estar en el lugar de los hechos. Y por esas cosas del destino, nosotros estábamos en la mismísima Moscú, la ciudad que hace mucho tiempo sabía albergaría el partido que paralizaría a una buena parte del planeta. Es que en este Estadio Olímpico de Luzhniki empezaba el Mundial del deporte más popular del orbe. Ese mismo evento que hace cuatro años rompió todos los récord de audiencia televisiva a lo largo del globo. Y nosotros ahí estábamos. Pero no estábamos. Porque la noticia estaba del otro lado del Atlántico. Ahí estaba la noticia del día. Y nosotros no estábamos. 

Por culpa del destino seguramente, pero también por un movimiento revolucionario que quedará relacionado para siempre en la historia con el color verde. Lo más importante, a pesar de estar en el lugar de los hechos, pasaba desde hacía más de mediodía a 13.500 kilómetros de distancia. Esa cifra es la que separaba el puntapié inicial entre Rusia y Arabia Saudita con el debate, y posterior votación, en la Cámara de Diputados del Congreso.

Llegamos temprano, casi seis horas antes de un partido que los organizadores del Mundial ganarían sin piedad, y lo único en común que unía a los dos escenarios era el color verde de las banderas de Arabia. Era el mismo verde de los miles de pañuelos que acamparon durante la noche de vigilia y que fueron la insignia madre de la campaña por el Aborto Legal, Gratuito y Seguro. Las seis horas más que hay en Moscú con respecto a Buenos Aires nos hacían saber que la histórica votación iba a realizarse un rato antes de que empezara a rodar la pelota. Recorrimos el principal Centro de Prensa del estadio y nos sentamos a leer las noticias. En la era de Internet no importaba saber con premura si en Rusia jugaría con Dzagoev o Cheryshev como media punta. Entre los periodistas argentinos en esta sala que era un crisol de nacionalidades solo se escuchaba: “Se dio vuelta uno que había confirmado por el no” o “Parece que ahora están empatados, hay que ver si el oficialismo da el empujón principal”.

En nuestra realidad paralela teníamos que hacer la fila para anotarnos en la “Waiting List”, esa en la que se inscriben todos los periodistas que no tuvieron la suerte de recibir su entrada para ver el partido. El resultado no parecía muy favorable si nos guiábamos por las cinco páginas de nombres anotados antes que el nuestro. Buscamos excusas para que pasara el tiempo y llegara la votación. Nos mezclamos con los rusos, los árabes, los colombianos y los peruanos que llegaban con la mente en que estaban en el lugar más importante del mundo en ese momento. Todos creerían lo mismo. Pero nosotros no dejábamos de asociar las banderas de Arabia con los pañuelos verdes y no podíamos sacar la vista de Twitter o WhatsApp, nuestras fuentes de información.

Y mientras hacíamos unas stories de Instagram para marcar presencia y buscábamos historias dentro de la historia llegó el grito que tanto esperamos. “Ganamos”. No hizo falta más nada. Los 129 votos a favor habían decretado la media sanción de la ley de aborto legal. Un paso gigante. El resto de la tarde se pasó volando. Tuvimos suerte dispar con el tema de las entradas para sentarnos a mirar el 5-0, que fue la goleada más grande en un partido inaugural en 88 años de mundiales. Los libros de historia contarán eso de este jueves 14 de junio. Ese mismo jueves, en el que por suerte, el único símbolo color verde que perdió fue el de la bandera de Arabia Saudita.