Lo hicimos. Lo logramos. Cantamos los cantitos por el aborto legal adentro del recinto del Congreso. Por fin, después de años de ninguneos, promesas que no se concretaron, como una síntesis dolorosa de lo que vivimos cientos de miles de mujeres en diferentes ámbitos de nuestra sociedad.

Hoy salimos a festejar la media sanción como si hubiésemos ganado un mundial, el mundial de las mujeres y las personas con capacidad de gestar (los varones trans, por ejemplo). El festejo no es sólo por este logro. Es por todas las que dedicaron sus vidas para que esto sea hoy una realidad. El festejo tiene nombres y apellidos de compañeras de muchos años adentro del activismo, del feminismo nacional e internacional, del movimiento de mujeres que ya tiene un Encuentro Nacional de Mujeres que cumplió tres décadas ininterrumpidas de reunir a mujeres en diferentes provincias del país.

Y el festejo también es por quienes ya no están, las que propulsaron los proyectos de ley que se fueron presentando, las que iniciaron acciones que cambiaron radicalmente las reglas del juego y la forma en que empezamos a hablar de las prácticas de abortos en Argentina (por ejemplo, la Línea de información sobre aborto con pastillas que iniciaron las Lesbianas y feministas por la decriminalización del aborto) Y los festejos también están dedicados para quienes la ley, de ser aprobada, llegó tarde, y traigo el nombre de Ana María Acevedo como el ejemplo emblemático de brutalidad ejercida por un sistema médico y de salud incompetente y cruel que no le dio el tratamiento que le correspondía, aduciendo su estado de gravidez, y que finalmente perdió su vida y la del feto, que tampoco sobrevivió. Y también los festejos pueden tener una dedicación más personal, porque todas las que nos sumamos a esta causa hemos tenido una experiencia con el aborto en condiciones inseguras en nuestro país. Si no lo sufrimos en nuestro propio cuerpo, acompañamos a una familiar, o nuestras madres, abuelas o tías nos cuentan de sus abortos, en otras épocas y con otras condiciones. Valga entonces mi festejo personal para recordar y visibilizar lo que hemos venido viviendo y sufriendo las mujeres de mi generación en Argentina.

Dedico personalmente esta media sanción de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo a la hija de una compañera de mi madre. Ella tenía mi edad, su madre era mucama en el hospital donde mi madre trabajaba como enfermera. Con mucho esfuerzo la compañera de mi madre, logró que sus hijos e hijas pensaran la posibilidad de estudiar una profesión y entrar a la universidad si lo deseaban. Esta hija suya quiso estudiar arquitectura. Para eso estudió mucho y logró ingresar a la Universidad para hacer la carrera. La primera de su familia en lograr el tan mentado ascenso social. Sus planes no incluían quedar embarazada antes de terminar la carrera, pero eso sucedió antes que lo pudiera prever mejor. Recurrió a una práctica insegura, y la infección provocada se la llevó. Como dijo el diputado Agustín Rossi, no le contó de su embarazo a su madre, porque bien sabemos que en muchos casos se oculta, hasta que ya es tarde.

Ella siempre fue la hermana que me faltó. No nos conocimos prácticamente. Sin embargo todos los planes truncados, la dignidad hecha añicos nos la infligieron a todas. Siempre pienso en ella y en todas las que como ella no tuvieron el acceso a una práctica segura como nos corresponde porque en otros países sí lo tienen, entonces ¿por qué no lo tenemos acá?, como diría Dora Coledesky.

Mi festejo personal lo comparto también con otras que no nos pueden acompañar hoy: Hilda Habichayn, Liliana Pauluzzi. Ellas abrazaron la causa de las mujeres, fueron feministas en su ámbito personal, y de trabajo, y marcaron los caminos por donde anduvimos las que nos unimos más tarde. Como docentes universitarias, talleristas, terapeutas en el caso de Pauluzzi, y de iniciadora de la Maestría de género, en el caso de Habichayn junto con otras más. Las nombro para homenajear en ellas a quienes pusieron el cuerpo, y nos habilitaron para empezar a pensarnos y repensar nuestros roles en esta sociedad y también poder pensar qué sociedad queremos crear a partir de ahora. Pauluzzi me mostró el Proyecto de ley que se había llegado a presentar en 1994 gracias al diputado Alfredo Bravo. Luego tuvimos la oportunidad de crear en Rosario la Red Informativa de Mujeres de Argentina, teniendo el derecho al aborto como uno de los ejes principales de esa red y la necesidad prioritaria en ese entonces (año 2000) de vincular a periodistas y comunicadoras/es de todo el país con el movimientos feminista y de mujeres.

Por último el derecho al aborto es parte de mi activismo tanto como lo es el derecho para las personas del colectivo lésbico‑gay‑travesti‑trans‑intersexual. Y en la Marcha del Orgullo del año 2015 en Rosario pude unir esas dos causas en una foto muy querida por mí realizada por Jos De Iriondo. El pañuelo verde al cuello y la consigna Ni unx menos de la Marcha del orgullo lgtbi de ese año en Rosario, hablan justamente de la necesidad personal y colectiva de poder crear cuanto antes esa sociedad menos violenta, y más accesible para quienes tenemos y sufrimos realidades y situaciones de vulnerabilidad. Y ahora toca vivir el momento más ansiado, el tramo que nos llevará al tratamiento del proyecto en la Cámara Alta, y así lograr su aprobación. Tenemos una marea de pañuelos verdes que simbolizan el apoyo tan necesario para esta lucha. Una marea verde de pañuelos, remeras, bufandas, y banderas que visibilizan una nueva ola de compromisos políticos y sociales de nuevas generaciones que se suman a nuestras propuestas. Que la marea siga creciendo entonces y que su fuerza se haga sentir para lograr el tan necesario voto afirmativo para sancionar la Ley IVE.

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