"Para entender al Che hay que entender su actitud de amor a la vida, vivir como se piensa, para no terminar pensando como se vive. Esa es la trampa de la existencia. Necesitamos creer en algo para movernos, porque el hombre es un bicho utópico", dijo ayer José "Pepe" Mujica en Rosario, en el encuentro que le puso broche a 90 veces Che, el ciclo de actividades en curso para conmemorar el 90º aniversario del nacimiento de Ernesto Guevara de la Serna en esta ciudad. El ex presidente uruguayo fue ovacionado en el teatro Fundación Astengo. En primera fila lo aplaudieron los cinco hermanos del revolucionario: Juan Martín, Celia, María Victoria, Ramón Guevara de la Serna, y Ramiro Guevara Erra. También, el embajador cubano Orestes Pérez Pérez, y Antonio Guerrero Rodríguez, quien fuera encarcelado y acusado de espionaje por Estados Unidos y liberado en 2011.

Mujica habló pausado, con tono cansino y vehemente a la vez, con notas de humor que nutren su habitual talante campechano y que redondearon su descripción del Che y de su tiempo, que fue también el suyo, cuando la Revolución Cubana lo inspiraba en el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros. "Alguna vez fui joven también", chanceó Mujica.

"Hay que entender la actitud vital de amor a la vida que tenía el Che. Y vivir como se piensa, para no terminar pensando como vivimos. Esa es la trampa de la existencia. Para entender al Che hay que pensarlo en su contexto, en su tiempo. Eramos distintos, teníamos fe en el cambio social. Porque el hombre es un bicho utópico. Siempre necesitamos creer en algo para movernos. Necesitamos creer en algo en este tiempo tan complicado", definió.

Mujica conoció al Che personalmente, en Cuba de 1961, con la Revolución todavía fresca. Mejor dicho, bien caliente. "Lo conocí en el (cine) Chaplin. La Habana estaba llena de libros que se vendían en la calle. Cuba florecía. Padecí un discurso de nueve horas, en el que llovió tres veces y salió el sol. La Revolución tenía una fuerza tropical, como de fotosíntesis, diría yo. Brotaba en el alma de la gente".

Hubo una segunda vez ese mismo año, ya con más tensión que algarabía. "Lo vi en la Conferencia de Punta del Este, cuando vino a pelearse con Estados Unidos", apuntó Mujica en alusión a la cumbre de la OEA de agosto de 1961. Allí, Guevara socavó el abrazo de oso con el que EEUU quiso coptar al bloque latinoamericano con el programa de "ayuda" Alianza para el Progreso. Ningún otro país reaccionó, sólo Cuba. El Che fustigó la política exterior norteamericana públicamente en un ámbito internacional como ese.

"El ya tenía un acento cubano cuando lo conocí -evocó Mujica-, pero conservaba algo en el decir que era bien del Río de la Plata. Esa jocosidad cáustica propia de nuestra cultura, que no la tienen los caribeños", añoró. Y en esas evocaciones, el veterano artífice del Frente Amplio uruguayo tradujo aquel clima de época.

"Alguna vez fui joven, y mi tiempo perteneció a ese mundo, donde el cambio social parecía que estaba a la vuelta de la esquina. Naturalmente, era un tiempo muy distinto a este. Creíamos, teníamos una fe que nos llevaba a comprometer toda nuestra existencia, no porque fuéramos mejores sino porque teníamos confianza. Este tiempo es muy difícil, más difícil".

"Creíamos que cambiando el modo de producción tendríamos un hombre mejor, pero no. Sabíamos de las estructuras feudales de la sociedad y sus alcahuetes, de la burguesía explotadora y autoexplotadora, pero el capitalismo financiero era algo muy distinto. Para transformar el futuro -prosiguió Mujica- hay que entender las limitaciones del tiempo que vivió el Che y no juzgarlo a la ligera. Hay que contemplar la historia".

Esa clase de definiciones interrumpía el atentísimo silencio del Astengo con aclamación general.

Mujica, imperturbable y sencillo en su viejo cardigan, siguió desgranando convicciones que supone habría declamado el Che. "Se trata de gastar la vida para mejorar la sociedad, o para servir al mercado. Vivir debe ser una aventura irrepetible. Para ser feliz hay que creer en algo. Y triunfar en la vida es volverse a levantar cada vez que uno se ha caído, y volver a empezar. Asimilando estas cosas recién entonces podremos entender cabalmente al Che", concluyó.