El cineasta italiano Arnaldo Valsecchi decidió realizar una película de época en Chile, país donde reside. Calzones rotos, revancha de mujeres –que se estrena mañana en la cartelera porteña–, está basada en la novela homónima del escritor chileno Jaime Hagel Echeñique. Se trata de una comedia dramática, por momentos oscura, sobre una sucesión de muertes en una familia de la alta sociedad. Desde relaciones incestuosas hasta engaños, pasando por accidentes y venganzas, la trama no es lineal y sucede en una casona donde viven sólo mujeres: Matilde, la matriarca, sus tres hijas solteras y la más joven, una adoptada. Matilde está muriendo, motivo por el que llegan a la casa sus dos nietos, uno de ellos con su esposa norteamericana. En su confesión póstuma al cura del pueblo, Matilde afirma haber asesinado a su marido, Alfonso cuarenta años antes, y haberlo escondido en un arcón de la cochera. El mismo arcón que ya contenía los restos de otro hombre, desconocido para ella. 

Alfonso está encarnado por Patricio Contreras que, en la ficción, es un hombre de importantes relaciones con el poder y sumamente machista. “Me gustó la historia, una especie de saga familiar, pero una de las cosas que me parecieron más singulares de la propuesta es que se trata de una comedia negra y, además, de época, dos cualidades que no son frecuentes en el cine chileno”, dice Contreras sobre los motivos que lo llevaron a aceptar uno de los protagónicos. “Es una comedia de época que cuenta los secretos familiares que pasan a través de tres generaciones”, agrega el actor chileno que este jueves estrena, además, otra coproducción argentino–chilena: Dry Martina, de José Manuel “Che” Sandoval, protagonizada por Antonella Costa.  

–En los tiempos que corren, ¿se podría decir que su personaje en Calzones rotos es el típico machirulo?

–(Risas) Sí, por supuesto. Es un machirulo. Responde a todos los “valores” de una generación. Mi personaje participa en el segmento de la historia situada temporalmente en los años 20. Conociendo la generación de mis padres, que eran de una época más cercana a la que cuenta la ficción, sé que debe haber sido un machismo recalcitrante. Y muy bien visto. El sometimiento de una mujer era un deber masculino y quien se retobara sufriría el castigo. 

–Cuesta mucho imaginarse una historia como la de Calzones rotos en la Argentina de hoy...

–Claro, ha habido un gran avance. Si uno piensa en el término de un siglo, el salto cultural ha sido enorme a pesar que aun hay muchas cosas injustas que sufren las mujeres como desigualdad de oportunidades, de condiciones. Se da por descontado que el hombre es incuestionable y que los derechos de ellas no tanto. La Iglesia ha sido un fundamento importante en la conservación de esos vicios de las relaciones entre géneros. 

–¿De qué manera?

–Como la defensa de la familia a ultranza por sobre los conflictos reales que pueden emerger en una familia. Por guardar las formas, la Iglesia no permitía el divorcio y no permite la diversidad de género, los vínculos entre homosexuales, por ejemplo. Si fuera por ella, la Iglesia conservaría los valores del 1600. 

–¿El patriarcado está retrocediendo en la Argentina?

–Queda mucho. Uno ve la irritación que provocan en los hombres los movimientos que surgieron. Los hombres se defienden primero con el chiste agudo, perspicaz, pero que es una manifestación de esa resistencia. Después, eso se transforma en agresión. Así como el movimiento feminista nunca se caído en todos estos años, hubo también un auge de la agresión a la mujer, del crimen, del femicidio. Ayer hemos escuchado una alentadora noticia, basada en una tragedia como fue el crimen de Diana Sacayán. Se produjo la primera condena por el delito de travesticidio. 

–¿Cómo observa el tratamiento de la sexualidad que tiene Calzones rotos? ¿El sexo como válvula de escape es un tema?

–Sí, mi personaje actúa básicamente por eso, por probar su machismo, su potencia. Es un hombre que tuvo hijas con su mujer, tiene una amante que es una prostituta. Se enamora de ella y le parece natural mantener ese statu quo: tener, como dicen los mexicanos, la casa grande y la casa chica. Tener la sucursal, como le llaman en Chile, a los que pueden mantener dos casas. Cuando la mujer de él se rebela en alguna ocasión, la manera de humillarla es someterla sexualmente. Entonces, no es solamente un valor de su potencia sino una afirmación de que “yo te cojo cuando quiero y como quiero, así tú no quieras”. 

–Las dos películas en las que usted participa, que se estrenan mañana, son coproducciones chileno-argentinas. ¿Fue una casualidad o tiene más ganas de participar con artistas de su país?

–No, los trabajos te eligen. Me resulta muy grato ir a trabajar a Chile porque eso significa que, a pesar de que hace cuarenta y tres años que vivo en la Argentina, todavía se acuerdan de mí. Fui un actor muy popular en Chile porque en el año 70 empecé a trabajar en la televisión y en el teatro, hasta que en el 75 que me viene para acá. Tuve premios como actor de teatro, disfruté de esa popularidad. Y saber que todavía la gente de mi edad todavía se acuerda y me llama me hace bien. Después, he hecho algunas películas a partir de los 90, cuando se reanimó la industria cinematográfica en Chile. Entonces, algunas de ellas pegaron fuerte. En particular, La frontera, una película que jugó el rol que jugó acá La historia oficial: fue la primera película que se hizo sobre un aspecto de ese pasado ni bien terminó la dictadura. 

–¿Cómo evalúa al cine chileno actual y a la camada de directores que surgieron o se afirmaron en los últimos años?

–Me alegra mucho la gran notoriedad que ha tenido el cine chileno en los últimos años. Hubo un tiempo en que se pudieron preparar técnicamente muy bien. El cine publicitario se desarrolló mucho. En otras épocas, era más escaso, pero con todo ese fenómeno de la prolijidad de la economía chilena y de la inversión de capitales, se desarrolló mucho el cine publicitario, con lo cual los directores aprendieron mucho. Tenían equipamiento muy sofisticado. Empezaron a tener una gran experiencia técnica y de recursos. Entonces, cuando llegó la oportunidad de empezar a filmar películas, esa parte estaba bastante resuelta: buenos sonidistas, técnicos, directores, iluminadores, de todos los aspectos necesarios. Yo creo que algunos ya tienen un modo de producción que han capturado muy bien los modos de producción de países más desarrollados o de países con más experiencia cinematográfica. Y ya hay películas de diseño, pensadas para conseguir notoriedad.