Donde hubo una tragedia hay una flor, un altar o un mural evocativo. Son señales de que la vida continúa aun después del horror. Los argentinos contamos por miles las muertes inducidas por corrupción, desidia o irresponsabilidad pública y privada. Son demasiadas y el fútbol tiene una –entre muchas otras– que se sintetiza en un sustantivo y un número: Puerta 12. Se cumplen hoy cincuenta años de aquel 23 de junio de 1968. De un hecho que se produjo en el estadio Monumental de River y terminó con 71 cadáveres apilados en la morgue. Eran de hinchas de Boca que intentaban salir de una ratonera. En eso se convirtió aquel lugar, que hoy ya no se identifica con un número y sí con una letra, la ele.

El recuerdo de aquel episodio luctuoso, que por la cantidad de muertos se transformó en el más grave de la historia del fútbol argentino, también puede aportar a la memoria colectiva cuando un conjunto de voluntades se lo proponen. Esta tarde, en una esquina del barrio de La Boca, en Aristóbulo del Valle y Palos, la agrupación Boca es Pueblo organizará dos actividades para homenajear a las víctimas de la Puerta 12. Primero se realizará un mural que estará a cargo de Fileteadores del Conurbano, un grupo de arte callejero que nació en San Miguel y que sigue la obra que iniciara Freddy Filete, quien falleció muy joven, a los 46 años. 

Para cerrar la jornada recordatoria se proyectará el documental “Puerta 12” de Pablo Tesoriere, sobrino nieto del mítico Américo, arquero boquense y de la selección nacional en la década del 20, tanto como referente del puesto en los albores del fútbol argentino. El club se había anticipado a este homenaje con la presentación de la misma película, pero en el museo de la Bombonera. Fue el jueves, después de que el equipo conducido por Jorge Sampaoli perdió 3 a 0 con Croacia. 

La revista Siete Días reprodujo después de aquella tarde-noche del 23 de junio del ‘68 las declaraciones de Guillermo Borda, ministro del Interior de la dictadura encabezada por Juan Carlos Onganía: “No hay ninguna versión seria acerca de las causas que originaron el accidente. Indudablemente, la puerta estaba abierta. No cabe ninguna duda sobre eso. Parecería que la caída de una persona motivó la de otras que iban detrás originando la tragedia”. 

Ni el paso de cinco décadas llevó justicia a las víctimas o a sus familiares. La causa que instruyó el juez Oscar Hermelo quedó archivada. La versión de que la Puerta 12 había sido obstruida por los molinetes o la puerta tijera a medio cerrar, quedó desvirtuada por los testigos. Pero incluso se agregó una hipótesis más, que todavía hoy puede resultar más verosímil. La contó el colega Víctor Ego Ducrot –observador directo del hecho– en un artículo de la Agencia Periodística de Buenos Aires del 8 de junio pasado: “El partido fue para el olvido, Angel Clemente Rojas le manoteó la gorra al gran Amadeo Carrizo y poco más. Nos rajamos antes. Salimos por la Puerta 12. Habíamos caminado unos metros cuando oímos a la policía gritar, azuzar a los caballos de la Montada, comenzar a los golpes y bloquear aquella salida del Monumental. Así asesinaron a más de 70 personas. Nos salvamos por un par de minutos”.

Ese 23 de junio del ‘68 lo recuerdo muy bien. Mi padre Bernardino Veiga cumplía cincuenta años. Llegó desencajado a mi casa de O’Higgins y Congreso desde la cancha de River. Había ido a relatar el partido por radio. Seguía la campaña de Boca. Vivíamos muy cerca, a unas diez cuadras de la Puerta 12. Se sentían las sirenas de las ambulancias que pasaban hacia el Monumental. Hoy se cumple el centenario de su nacimiento. Esta nota que finaliza de manera irremediable en primera persona porque la experiencia es intransferible, va también dedicada a su memoria. Como una flor, un altar o un mural. Con toda la emoción que me provoca el momento, querido viejo, allá donde quiera que estés. 

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