"El día más feliz del Flaco Pasquinelli fue cuando perdió el Dodge 1500 al truco", comienza uno de los cuentos de Osvaldo Bordone. Se cumple así la regla número 1 del cuentista clásico, según la cual la primera frase debe ser un gancho irresistible para seguir leyendo.
"Salió de laburar con la cabeza trillada. Tomó el auto y después de andar varias cuadras sin rumbo fijo encontró un bar que estaba escondido en un callejón de la zona sur de Rosario, no muy lejos del barrio en que había vivido Messi de chico. Quería tomarse un par de whiskys tranquilo, mientras leía un libro de Bordone, un escritor rosarino desconocido que narraba historias futboleras", escribe.
Aquel bar existió, en Pasaje Cambiaso. No es improbable el encuentro con el 10 de la selección argentina, Lionel Messi, que se narra a continuación. Bordone tiene un talento en común con los grandes cuentistas: la oreja atenta para la anécdota. Pero no sólo eso, sino también la capacidad de sumarle imaginación al relato.
Algo así hace también al aire y en vivo, ya que es uno de los conductores del "Living de la Tango", programa de la radio FM Tango. Como narrador literario avanza paso a paso desde la seguridad del cronista y eludiendo toda marcación naturalista cruza la línea de lo verosímil, ingresando con firmeza en el área de la fantasía. Otro 10 muy famoso, Diego Maradona, terminará manejando el autito del Flaco Pasquinelli: ¿aquello sucedió? ¿pudo haber sucedido? No importa, el cuento regocija con la agridulce mezcla de derrota y victoria de un tipo común que se encuentra inesperadamente entre sus ídolos.
"El día más feliz del Flaco" es uno de los quince relatos de Osvaldo Bordone que integran su libro de cuentos Cualquiera erra un penal, publicado por la editorial Corregidor en su colección Deportes. Entre los hilos que los cosen entre sí, como si de hexágonos de cuero se tratara, están los clubes de pueblo ("Estudiantes de Cuatro espinas" y "San Martín de Colonia las bandurrias") y la tensión constante entre el fútbol y las mujeres. Hay aquí lealtades cruzadas que los códigos masculinos ordenan en una rígida relación jerárquica.
En el cuento que da título al libro, la condena social vitalicia de los antiguos amigos recae en el "pollerudo" y "traidor" que puso el amor a su novia por encima de la victoria de su equipo. "No te imaginás lo que significa cargar la culpa durante tantos años, es como llevar una víbora en la espalda que cada tanto se acuerda de morderte", reflexiona con estoico humor coloquial el narrador.
Pero el fútbol en este libro no es un mundo sólo de hombres sino que también incluye objetos con vida propia, como el balón que el gol destroza en la fábula kafkiana pueblerina "La pelota es una esfera". O el papelito que emite un monólogo interior en "Papelitos", al modo del álamo carolina de Haroldo Conti. Un humor sutil y un estilo con marcas del discurso oral del bar y de la calle hacen de la lectura de este libro un modo amable de acercarse a la literatura en los entretiempos.