La noticia tiene el impacto de un zócalo rojo de televisión, un último momento de paladar negro: Se estrena una obra secreta y peronista de Astor Piazzolla. Agustín Guerrero –pianista, compositor, director y una de las mentes más lúcidas, combativas e incorrectas de la música argentina actual– se transformó en el médium entre ese secreto a voces y lo que será una revelación tardía.

 Al frente de su quinteto, Guerrero adaptó Epopeya argentina, una obra para orquesta sinfónica, coro y narrador de Astor Piazzolla escrita en colaboración con Mario Núñez en el año 1951 –y editada en 1952– como homenaje al peronismo. “La historia es larga”, dice Guerrero. “Fue un momento muy particular de la vida de Piazzolla. Musicalmente, lo que él dejó escrito fue una reducción de la obra sinfónica a piano. Yo tomé esa partitura y la adapté a mi quinteto. Y le agregué algunas cosas. Mi hermano Emiliano le metió una cadencia de bandoneón y Pablo Marchetti va a decir parte del texto de Núñez. Con el quinteto intento algo bastante jugado: es tango, pero también es jazz, rock sinfónico, uso una batería grande a la manera de Frank Zappa. En este marco estético será estrenada la obra”.

Algunas de las muchas biografías y ensayos sobre Piazzolla refieren a esta obra misteriosa. El exhaustivo libro de Diego Fischerman y Abel Gilbert, El mal entendido, le dedica prácticamente un capítulo entero. Narra una trama en la cual se mezcla la propaganda de aquel momento del peronismo con la tenaz acción de Mario Núñez, amigo de Perón y autor de los textos de Epopeya argentina. Núñez fue el que comprometió a Piazzolla a componerla. Astor siempre abjuró de la obra. Luego de hacer una transcripción a piano, la olvidó. Durante décadas quedó perdida en los archivos de la Biblioteca Nacional. La buena gestión de Horacio González hizo que esa partitura, entre muchas otras, se exhumara en 2005. Diana Piazzolla, la hija del bandoneonista, fallecida en 2009, reconoció el hallazgo y contó: “Aunque no tenía más de ocho años cuando mi padre la compuso, recuerdo cómo renegó de ella. Mario Núñez, que era amigo de papá y asesor de Perón, se la encargó. Papá quiso hacer como un himno, pero al final no le gustó y no dejó que la usaran ni estrenaran. Nunca pensé que reaparecería. Creí que estaba entre las obras suyas que destruyó porque no le gustaban”.

ENTRE DISPLICENCIAS Y CONTRADICCCIONES 

¿Qué significado político tiene Epopeya argentina en el análisis de la vida y obra del marplatense? ¿Qué cambia? Siempre se habló del obcecado antiperonismo de Piazzolla, aunque más justo sería referir a una conducta ideológica displicente fraguada entre contradicciones y una ausencia de compromiso real. Si en lo artístico desplegó una ética irreductible, intransigente, en lo político pasó en pocos meses de dedicarle una obra a Astiz en la época de Malvinas a apoyar a Raúl Alfonsín. Como dice Abel Gilbert, “la política como construcción de una subjetividad le resbalaba. Era finalmente un músico profesional. Podía ser patrocinado por la Cancillería de la dictadura y años más tarde tocar en La Habana, componer una música instrumental en homenaje a Astiz y valerse de su condición no significante y luego reenviar la dedicatoria hacia un proscrito del régimen y utilizarla para la película consagratoria de Pino Solanas El exilio de Gardel. No fue muy distinto a Palito Ortega, que le cantó a las víctimas de Trelew y luego a la dictadura”.

Epopeya argentina tiene un libreto de valores líricos insondables, que sólo salva la contextualización en aquellos inicios de los años 50. Es someterse al poder de la palabra de aquel tiempo histórico o dejar fluir una ironía marca Capusotto. Fue un período de una propaganda inflamada de simbología, con una iconografía presente en manuales escolares y, también, en el arte: esos materiales con los que trabajó el pintor Daniel Santoro. En lo textual se reflejaba con abundancia de signos de admiración y una retórica de una musicalidad gruesa. Guerrero adelanta parte de la letra de Núñez: ¡Una fecha! ¡Una página de gloria!  Y una nación en busca de sus claros destinos... El día de su comienzo, la atmósfera presagiaba –con singular pergenio– el estallido de las grandes conmociones, apartándose así del camino envejecido del error para arraigarse, con redivivo fervor, en el tiempo y en el espacio venturosos de la Patria... ¡Se agitaron las almas con el despertar de la nueva conciencia revelada! El músculo tenso por la convicción convocatoria de la hora y del suceso recuperativo, combatió francamente al engaño y a la inoperancia, en procura de lo justo y definitivo...  

Resulta increíble que Piazzolla haya puesto música a semejante texto. ¿Qué te motivó a meterte con una obra de la que Piazzolla renegó?

–Yo creo que él tenía un pensamiento más bien apolítico. La idea de que Piazzolla haya renegado de Epopeya... generó en mí aún más curiosidad en querer conocerla. Muchos artistas en la historia de la música han renegado de algunas de sus obras y en varios casos resultaron ser más importantes de lo que ellos mismos suponían. Recuerdo que en 2006 estuve en la casa de Horacio Salgán y le pregunté  por “A fuego lento”, quizá su máxima creación. Me comentó que el mismo día que estrenó ese tango se arrepintió inmediatamente de haberlo hecho, que le parecía una música sobrecargada y que no se entendía nada. Y me contó que la siguió incluyendo en el repertorio de su orquesta típica sólo porque un grupo de amigos que lo seguían se lo pidieron. ¡Y hablamos de Salgán! Borges igual. El decía: “No lean a Borges”. Creo que si alguno no leyó a Borges por haberlo escuchado decir eso es un poco más que un estúpido. 

UN GUERRERO NO DETIENE JAMAS SU MARCHA 

Agustín honra a su apellido y defiende con el cuchillo entre los dientes cada uno de sus proyectos, que son muchos. Posa en Plaza de Mayo y abre los brazos como un Perón emponchado. Es fanático de Salgán a niveles insospechados (“sé vida y milagros de él. Fui dos veces a la casa, me pidió partituras y toqué en su piano ‘A don Agustín Bardi’, frente a su mirada”) y en los últimos años se abrió hacia sonidos del viejo rock progresivo. Desde que asomó de las veredas proletarias del sur –su pago chico es Burzaco– como un enfant terrible que a los 16 se cargó su propia orquesta, la ya mítica Cerda Negra, no paró. Hace más de una década que viene tallando fuerte en la proteica escena de tango actual. Son auténticas intervenciones estéticas y, también, políticas. Defiende su música con discurso y pasión. Entre sus múltiples toques, destacan sus homenajes revisionistas a la vida y obra de Carlos Gardel y la dupla que tiene con el guitarrista Juan Martín Scalerandi. Guerrero-Scalerandi es una dupla que hace música criolla: el 11 de agosto mostrarán su primer CD en el Almacén Santa Rita, de Adrogué. El sitio elegido para la presentación del disco es pura ideología.

Entre tanto zigzagueo estilístico, hace años vive obsesionado con su quinteto. Desde que conoció la música de Zappa está indagando en un formato que logre integrar cierto sinfonismo con la música contemporánea y el tango. Yes, Schoenberg y Stockhausen y Salgán. “El quinteto es más de vanguardia, digamos. Hay más búsqueda. Junto con Epopeya argentina vamos a adelantar una obra que hice en colaboración con Marchetti, que se llama Estupidez. Hace bastante que trabajo con Pablo, él va a decir los textos. Mi hermano Emiliano mete su bandoneón en Epopeya y después están Amijai Shalev (bandoneón), Martín Rodríguez (guitarra elécticra), Diego Rodríguez (contrabajo y bajo eléctrico), Lucas Diego (batería) y yo en piano y  sintetizador. Creéme que va a estar bueno. Es algo completamente nuevo, estamos ensayando duro lo de Astor.”

¿Cómo llegaste finalmente a la partitura de Piazzolla? ¿Por qué vos?

–Por unos amigos rosarinos, amigos a vez de Carlos Kuri. Kuri es autor de un libro llamado Piazzolla, la música al límite. Cuando se enteraron de la presencia de la partitura en la Biblioteca Nacional, estos muchachos, que son locos por Piazzolla, mal, movieron cielo y tierra para conseguirla. Cuando la tuvieron, por simple amistad y sabiendo que soy un tipo curioso, me la dieron para que la escuchara. Yo me entusiasmé. 

¿Y qué hiciste?

–Le pedí permiso a la familia de Piazzolla. Y me puse a laburar.

¿Qué te pasó cuando la tocaste por primera a vez al piano?

–Fue fuerte. Estaba en casa, fue en septiembre del año pasado. No es un tango, tiene melodías largas. Es una pieza modal de carácter épico, con una duración aproximada de siete minutos. Su estructura se define en tres partes. La primera mitad de la primera parte se encuentra en 6 por 8 y se caracteriza por la sumatoria de líneas melódicas trabajadas contrapuntísticamente; la segunda parte es corta y funciona como separador. La tercera parte se encuentra en 4 x4 y es donde se inicia la narración.

¿Y qué le agregaste?

–Bueno, sumé instrumentos, distribuí lo que se toca... La percusión, por ejemplo, no figuraba. Le puse batería.

¿Qué opinás de lo que dicen que es una obra menor, que por eso Piazzolla la mantuvo escondida?

–Y, qué querés que te diga. Como te contaba antes: me causa gracia. Critican algo que no conocen. Yo invito a cualquiera de los denostadores de Epopeya… que venga a escucharla a Caras y Caretas. La pueden grabar con sus celulares, si quieren. Así después en su casa, tranquilos, desmenuzan la obra. Dudo que alguien sea capaz de componer algo mejor. Por algo Piazzolla era Piazzolla. Peronista o anti peronista.

El estreno mundial de Epopeya argentina, por el Agustín Guerrero Quinteto, será el domingo 8 de julio, en Caras y Caretas, Sarmiento 2037. A las 21.