En marzo de 2006, cuando asumió como director técnico de la selección de Uruguay, Oscar Washington Tabárez prácticamente tuvo que hacer una refundación. La Asociación Uruguaya de Fútbol no contaba con los números de teléfonos de los jugadores a los que se quería citar; debieron pedirlos a un empleado de la productora Tenfield, a cargo de los derechos de televisación de los partidos. No se jugaban amistosos. Tampoco se había logrado la clasificación al Mundial de Alemania. El complejo de la AUF estaba abandonado: las habitaciones donde los seleccionados dormían sobre colchones en mal estado solían inundarse. Este panorama lo recuerdan a PáginaI12 los periodistas uruguayos Luis Inzaurralde y Jorge Señorans, autores de Maestro: el legado de Tabárez, libro que acaba de publicarse en el país vecino.

“Respeto es la palabra más coincidente”, unifican al recordar qué destacaron los más de veinte entrevistados, entre quienes además de Tabárez hay futbolistas dirigidos por él. Hay dos prólogos. Uno de Diego Forlán –emblemático jugador y líder del plantel que se ubicó cuarto en el Mundial de 2010– y otro de Marcelo Bielsa, quien escribe: “El Maestro Tabárez es un fiel representante del ser uruguayo, o, al menos, de aquellos valores que atribuimos los argentinos a nuestros vecinos: equilibrio, sentido común, sinceridad, modestia. Tiene el don de la discreción, sin necesidad de imponerse por los modos sino por los argumentos. Convence por estar íntimamente convencido de lo que propone y sostiene. Ha logrado ser una figura referencial que privilegia la sinceridad, descartando la demagogia, logrando cercanía sin acortar distancia”.

“Profesionalizó la gestión”, resume Señorans. Y agrega: “Puso condiciones. Una de ellas fue competir en todas las fechas FIFA”. Exigió que los amistosos fuesen contra selecciones de primer nivel. Reorganizó las divisiones juveniles del equipo nacional. Reacondicionó el complejo de la AUF y logró que los jugadores tengan sentido de pertenencia con el lugar”.

“En lo humano hay pequeños detalles que lo marcan. Cuando vienen los más chiquitos a entrenar, como los Sub 15, los recibe de a uno y les da la mano. En la primera charla no les habla de fútbol sino que pide dos cosas infaltables: saludar y agradecer siempre”, dice Inzaurralde. En la misma línea, continúa Señorans: “A los mayores les dejó innumerables aprendizajes. Luis Suárez cuenta que cuando un futbolista llega al complejo no le pregunta cómo está en lo futbolístico sino cómo anda su familia. Conoce los nombres de los hijos de los jugadores. Sabe los nombres de los juveniles. Por estos detalles es que se llega a esta vigencia de doce años. Que no es producto de la casualidad sino consecuencia de trabajo, orden, planificación y adhesión de los jugadores”. Hoy los juveniles se cambian en el mismo vestuario que los de la selección mayor. Integración pura.

“El trabajo será idéntico para todas las selecciones. Creo que es la única manera de elegir y preparar a los jugadores”, dijo Tabárez al asumir este proceso al frente del seleccionado al que había dirigido en el Mundial de Italia, en 1990. Desde 2006 Uruguay ganó la Copa América 2011, clasificó a los mundiales de Sudáfrica 2010 y Brasil 2014 y se ubicó segundo en las eliminatorias sudamericanas para éste de Rusia. A pesar de tener figuras como Luis Suárez y Edinson Cavani, El Maestro consiguió armar un equipo. “En 2006 entregó un texto escrito con sus objetivos y su planificación. Si hoy lo ves, es exactamente igual”, recuerda Inzaurralde.

Y el logro se manifiesta cuando hasta el utilero celebra como uno más un triunfo del plantel: Edgardo Di Mayo, conocido como Minguta, pudo comprarse su casa gracias al premio que los jugadores hicieron que cobrara por el Mundial del 2010.

También formó líderes, destacan sus biógrafos. “Son los propios jugadores quienes van perfilando a su capitán”. Tabárez suele mostrar un documental de la televisión sobre abejas. La enseñanza, cuentan, está en que cada una ocupa su rol. A ninguna se le ocurre reemplazar a la abeja reina sino seguir con sus tareas. Diego Forlán fue un líder como ahora lo es Diego Godín, a quien posiblemente continuará Sebastián Coates.

Señorans se vio positivamente afectado por la experiencia de escribir sobre Tabárez y hasta entrevistarlo: “Me enseñó mucho. Aprendí a mirar un poco más allá del partido. Entendí que hay cosas que se deciden antes o durante un partido que tienen que ver con lo que significa un determinado proceso”.

La selección nacional logró tener público propio. Cuando juega en casa se llena el estadio con familias completas, algo que no sucede con el torneo local. El hincha uruguayo en general apoya más que antes, explican Inzaurralde y Señorans. Es parte del “efecto (o legado de) Tabárez”. Cuando el plantel volvió del Mundial de Sudáfrica, una multitud lo recibió con aplausos a pesar del frío. “La gente ya no ve tan mal ni se hace drama si Uruguay sale segundo. Se visualiza de otra manera este proceso. Ese sentido de pertenencia que logró en los jugadores se transmitió en la gente. Claro que también hay detractores, como en todos los órdenes de la vida. Pero esto es fútbol. Es materia opinable”, dice Señorans.

Tabárez casi no da notas individuales, más allá de las que se pautan especialmente y con anticipación. Como la que dio a Señorans e Inzaurralde, quienes no gozaron del privilegio de entrevistarlo en su casa. El Maestro, señalan, prefiere hablar con fútbol y en la cancha.

Todo indica que hay Uruguay para rato. Tras el primer recambio fuerte –el del 2014– no dejaron de aparecer jugadores que pasaron por las juveniles. Cuando se fue Forlán, asomaron otros como Suárez o Cavani. Y cuando les llegue el turno a las figuras de hoy habrá joyas que ya se perfilan, como los casos de Rodrigo Bentancur, Nahitán Nández y Diego Laxalt. “Hace que las renovaciones no sean dolorosas sino naturales”, explica Inzaurralde. Y Señorans agrega que “transmitió el convencimiento de que por un determinado camino y con determinadas formas, se puede. Se maneja con sentido profesional. En los peores momentos de la selección no se apartó de su camino de seguir apostando a jugadores que pasaron por las juveniles”.

“No tira manotazos de ahogado”, coinciden.