Las sociedades en las que impera el sistema del capital-mercancía deterioran las subjetividad de las personas, todo lo transforman en mercancía y por lo tanto la vida misma puede ser considerada con mayor menor valor.

Algunos acontecimientos que ocurrieron en los últimos días ilustran la afirmación precedente. El difícil reencuentro entre niñas y niños con sus madres y sus padres en EEUU, todo ellos inmigrantes, víctimas de la política xenófoba del gobierno de Trump. La jactancia de los neonazis germanos maltratadores cuando asesinos de migrantes pobres. El consumismo llevado al paroxismo inducido por diversidad de estrategias y dispositivos. La exaltación del tener por sobre el ser al decir de Fromm.

Horas y horas de TV siguiendo los pasos de cantante que le disparó cinco balazos a un amigo.

Las disputas entre adolescentes víctimas de la exclusión social que terminan en muertes. Sociedades alienantes que implícitamente propician un exterminio selectivo que privan de capital material, cultural y simbólico.

La trama de solidaridades básicas en colapso. La orgía de los capitalistas a pleno.

El Estado como cobertura de todo esto como inmensa y siniestra mascarada.