En 1986, cuatro años antes de su muerte, Keith Haring viajó a Ámsterdam para presentar una exposición en solitario en el reputado Stedelijk Museum. Estando allí, pintó una tela de gran tamaño para el interior de la galería, la épica Keith Haring Velum, rebosante de sus coloridas figurillas emblemáticas, pero –no conforme con desarrollar pieza in situ– preguntó si había alguna pared exterior que pudiese intervenir. Las autoridades del museo le ofrecieron la fachada de un depósito donde almacenaban obras de arte; y una fría, muy fría mañana de marzo, apenas armado de una brocha y pintura blanca, Haring se puso a laburar, terminando su enorme mural de 12 metros de altura sobre ladrillo rojo en tan solo un día. ¿Su obsequio a la ciudad holandesa? Una monumental criatura híbrida, parte perro, parte pez, con una de las figuras emblemáticas de Keith montada sobre la bestia, que el varón firmó “XXX KH 86”. Por razones de control climático y óptimo mantenimiento, pocos años después, en el 89, la fachada fue cubierta con un revestimiento aislante de aluminio, y el mural quedó oculto por completo. Y así continuó durante casi 3 décadas, hasta que a mediados de junio, tras 29 años velada, la formidable obra volvió a ver la luz. En buena parte, gracias a los esfuerzos de la histórica grafitera holandesa Aileen Middel, más conocida como Mick La Rock, que inició una campaña y logró sumar los (necesarios) esfuerzos de la Fundación Haring, del galerista Olivier Varossieau y del Stedelijk para organizar el quite de los paneles. “No te podés imaginar lo que fue ver cómo salía el revestimiento y aparecían las primeras rayas de pintura blanca. La felicidad de poder gritar: ¡Vamos!, ¡tenemos un Haring! Para colmo de bienes, en perfecto estado”, se entusiasma Mick La Rock sobre el momento en que la magia sucedió.