“Quiero que las mujeres en Argentina tengan los mismos derechos que yo tengo en Inglaterra”, dice la médica Irene Scheimberg. Es patóloga pediátrica y perinatal y hace 32 años vive en Gran Bretaña, donde trabaja en el Royal London Hospital. Viajó al país y fue una de las expositoras, el miércoles, en la plenaria del Senado. Durante su intervención, dio detalles del impacto de la ley de aborto en Inglaterra, Gales y Escocia, donde es legal la interrupción de embarazo hasta la semana 24 por razones médicas, psicológicas y sociales. En una entrevista con PáginaI12, explicó cómo funciona la legislación que rige hace 51 años. “El apoyo a la ley fue aumentando con los años. Hoy el 88 por ciento de la población está a favor”, destacó Scheimberg. Desde 2007, reveló, disminuyeron los abortos entre menores de 19 años, de 33 a 27 por mil mujeres en esa franja etaria. “El costo de no hacer un aborto es significativamente mayor. Si un embarazo no deseado llega a término, hay que considerar el costo para el sistema de salud en la atención prenatal, el parto, neonatología y 15 años de pediatría”, comparó.

La ley de aborto se aprobó en 1967 y tuvo una reforma en 1990, cuando se redujo de 28 a 24 semanas el límite para la interrupción de embarazo. “Antes los fetos de 25, 26 o 27 semanas no tenían sobrevida fuera del útero. Hoy, con tratamientos farmacológicos y respirador artificial pueden vivir. Se puso el límite en 24 semanas, que es el comienzo de la viabilidad”, explicó Scheimberg. Es egresada del Colegio Nacional de Buenos Aires y a los 20 años se fue a vivir fuera del país. Primero a España, donde se graduó como médica en la Universidad Complutense de Madrid; luego se instaló en Londres, donde formó su familia y tuvo su hijo, hoy de 22 años. En el Royal London Hospital es jefa de la Unidad de Patología Pediátrica y Perinatal. Se ocupa de diagnosticar la enfermedad de fetos, placenta, embarazo y niños hasta los 17 años.

–¿Cómo funciona la ley inglesa? 

–Solo es necesario que dos médicos autoricen el aborto. Está permitido por razones médicas, sociales y psicológicas. Por ejemplo, puede tratarse de una mujer joven que está haciendo una carrera universitaria y quiere estudiar, o una mujer que tiene ya cuatro hijos y no puede hacerse cargo de uno más o no tiene pareja estable y no se siente segura para ser una madre sola. El año pasado se empezó a debatir en el Parlamento una modificación. El Colegio Real de Obstetras y Ginecólogos emitió una declaración en la que apoya que se saque al aborto del Código Penal y que ninguna mujer sea penalizada, y pueda hacerse un aborto sin consultar hasta la semana 14. Hoy si se pone sola el misoprostol puede ir presa. Siempre se abordó el tema como un problema de salud pública y no criminal. 

–¿Todos los abortos se hacen con medicamentos?

–El 60 por ciento de los procedimientos se hace con mifepristona y misoprostol. Solo un 5 por ciento de los abortos con medicamentos requieren intervención posterior, y demandan un legrado, como en los casos de aborto espontáneo. El 92 por ciento de los abortos se hace antes de la semana 14 y de ese total, el 81 por ciento se realiza antes de la semana 10. Solo un 7,52 por ciento se practican entre las semanas 14 y 24. La mayoría, en estos casos, es por malformaciones congénitas, cardiacas y neurológicas graves. En Gran Bretaña existe el concepto del derecho del bebe a no sufrir. Los abortos de más de 24 semanas son en beneficio del feto, para evitarle sufrimientos posteriores. 

–¿Cómo está regulado el acceso de menores de edad al aborto?

–Existe el concepto de capacidad de discernir. Y los médicos deben evaluar si la adolescente está en condiciones de tomar la decisión sola o si es necesario que los padres intervengan. Hubo un caso famoso, Gillik, donde la madre se opuso y se llevó a juicio y el juez decidió que la adolescente tenía capacidad para discernir. 

–¿Es gratuito? ¿Hay plazo legal para cumplir con el aborto que solicita la mujer?

–Sí, es gratuito. Cuando la mujer va al médico de cabecera y manifiesta que quiere un aborto, el médico tiene dos días laborables para derivarla a donde le hagan el aborto. Ese lugar tiene 5 días para aconsejarle opciones y la interrupción debe hacerse dentro de los diez días hábiles desde que fue a consultar. Si no hay turno en el hospital se deriva a la mujer al British Pregnancy Advisory Service, una entidad sin fines de lucro, y lo paga la seguridad social. 

–¿Está prevista la objeción de conciencia?

–Sí, para médicos y enfermeras. Tienen que anotarse en un registro y no participan nunca más en el proceso de atención de una mujer que quiere abortar. Pero un médico de cabecera que sea objetor igual tiene la obligación de derivarla en dos días laborables a un centro para que la atiendan. Sin embargo, si la mujer tiene un cuadro agudo, y su vida corre riesgo, cualquier objetor tiene la obligación de hacerse cargo de la interrupción del embarazo. 

–¿Cuántos abortos se hacen?

–La tasa de abortos es de 16 cada 1000 mujeres por año. Se mantiene más o menos estable desde finales de los ‘90. Pero desde 2007, han disminuido los abortos en menores de 19 años, de 33 a 27 por 1000. Esto ocurre, se presume, porque la educación sexual es obligatoria. Hay que tener en cuenta que el aborto seguro es menos peligroso que una extracción de amígdalas, una cirugía plástica e incluso que un parto.

–¿Hay grupos religiosos que se oponen todavía a la ley?

–Hay grupos minoritarios que protestan pero el Gobierno prohibió que se manifiesten frente a las clínicas con carteles con los que buscan intimidar a las mujeres que deciden abortar. Es interesante el caso de Irlanda, con una población mayoritariamente católica, donde el 66 por ciento acaba de votar, en un referéndum, a favor de reformar la Constitución para permitir la despenalización y legalización del aborto. Ese 66 por ciento no dejó de ser católico. Mis compañeras de hospital católicas, aunque no se harían un aborto, no se oponen a que otras mujeres puedan acceder a un aborto seguro y gratuito. Cuándo empieza la vida es una discusión bizantina. Vida tiene cualquier célula que está viva. Un cigoto o una célula de cáncer de mama. Lo que se discute en Bioética es cuándo el feto adquiere presencia moral y derechos. Es una discusión paralela a la legal. Hay quienes consideran que adquiere derechos morales cuando es cigoto. Otros, al momento de nacer. Son los dos extremos. Entre estas dos posturas, hay otras intermedias que tienen en cuenta el incremento del desarrollo del feto y consideran que sus derechos se adquieren al momento de la viabilidad fuera del útero. Se identifica ese como un punto crucial. Como sucede en Inglaterra. Eso no significa que un feto de menos de 24 semanas está desprotegido. Si hay una convergencia entre el feto y la mujer que lo gesta, se protege a ambos. El problema surge cuando no hay convergencia y en este caso, los derechos de la mujer están siempre por delante de los del feto. 

–¿Por qué decidió involucrarse con el debate del aborto en Argentina, viviendo tan lejos?

–Siempre estuve interesada en los derechos de las mujeres. Tenemos que tener los mismos que los varones. Ellos pueden decidir sobre su salud sexual y reproductiva. Si los hombres, pueden, las mujeres también tenemos que poder. Hice autopsias de fetos que han nacido para morirse. Es decir, que la mujer quiso tenerlo sabiendo que iba a morir al nacer. Fue su decisión. Yo me hubiese hecho un aborto. Pero respeto la decisión de ella. Como también hay que respetar la decisión de no querer recibir un tratamiento y morirse en un parto o de interrumpir un embarazo. Quiero que las mujeres en Argentina tengan los mismos derechos que yo tengo en Inglaterra.