“…No están ausentes, sólo invisibles…”. S. Agustín de Hipona.

Se cumple este año el 70ª aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU, realizada el 10 de diciembre 1948. El humanismo generado en la primera y segunda modernidad nos han dado derechos importantes, pero insuficientes realizaciones. Nuestra Casa Común sigue siendo un planeta de la pobreza, con 6000 millones de pobres, y 1000 millones de indigentes. La humanidad de época ha drenado sed, pobreza de agua y de alimentos. Carencias que quitan el alma y profundizan el dolor y la injusticia social y ambiental. Necesitamos una nueva humanización, reubicar al hombre para salvarnos. Una humanidad del todo diversa, en la que estemos juntos e iguales con la naturaleza.

Nunca como en estos tiempos, se tuvo una percepción tan explícita o implícita de la finitud de los cuerpos. Sea como legado de la velocidad fragmentaria de la posmodernidad o bien como instancia empírica de largos tiempos de frustración. O de esperanzas sociales no arribadas a ningún puerto. Como así también de sociológicas repeticiones dramáticas. Abonan a la finitud de nuestros cuerpos las genéticas crisis económicas en el planeta y la vigencia aún de psicologías políticas vetustas. La finitud existencial se agiganta ante la frustración social y se diluye cuando hay bienestar general. Es decir, cuándo se puede ejercer el derecho al debido proyecto individual y comunitario.

El in situ humano, es el norte de la nueva humanización. Ya no debe ser el hombre aislado y dominando la naturaleza, sino el hombre integrado con y en la naturaleza. Con equidad social y ambiental. El locus humano es en la totalidad diversa de todos los seres vivos y elementos inertes.

El profesor Riccardo Petrella, gran pensador mundial y Doctor Honoris Causa de la UNR como así también Director Honorario de la Cátedra del Agua de esta casa de estudios, ha lanzado y generado internacionalmente junto a otros referentes humanistas, la constitución de una nueva Carta de la Humanidad, en el contexto del aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos de ONU. Ello ha sido resultado de un proceso que abarca varios antecedentes, entre ellos, en 2011, en Rosario, el Pacto Público del Agua, capítulo Latinoamericano donde se declara el agua como derecho humano y bien común no mercantilizable y de perpetua ajenidad del mercado. Y, con anterioridad, en 2010, con el Manifiesto de Rosario por el Agua, donde se planteó, entre otras cuestiones, la humanización con el agua en la vida cotidiana. Este manifiesto lo generamos con Leonardo Boff, gran referente ambiental mundial y latinoamericano. También es un insumo fundamental para este proceso, el planteo de “Declaremos Ilegal la Pobreza (DIP)”.

La escrituración colectiva mundial hacia una nueva Carta de la Humanidad es para que los habitantes de la Casa Común: escribiendo, actuando, creando y deletreando el nuevo anhelo de la humanidad. Que culminaría en diciembre en Barcelona en el Ágora de los Habitantes de la Tierra.

El in situ de la nueva humanidad demanda más humanismo abierto, horizontal, diverso igualitario y deconstructor de los dispositivos mercantilistas y generadores de pobreza.

Desmercantilizar es lograr nuevas autonomías ambientales. Así, el Derecho de Jarras y el Derecho a los Sanitarios Libres, creaciones sociológicas y jurídicas que hemos generado, buscan desmantelar especulaciones económicas sobre derechos humanos que son inalienables e imprescriptibles.

La Carta de la Humanidad la queremos escribir desde el buen vivir,  concepto ecológico latinoamericano, para la ciudadanía en su hábitat, en su cotidianidad de todos en todo y en cada día. Lograr que la gente no tenga que abonar por agua potable, libre y gratuita como transeúnte de la ciudad por medio del Derecho de Jarras o, como caminante del lugar que habita, no tenga que abonar para realizar sus necesidades biológicas con el Derecho a los Sanitarios Libres (DSL), recientemente aprobado en Rosario. Son pequeños pasos para que no todo se deba comercializar, no todo se tiene que pagar o comprar. Hay funciones del ecourbanismo que nos tienen que conducir al Derecho Humano de la Ciudad Amable. No hay bien común sin desmercantilización de los derechos fundamentales.

El in situ del nuevo humanismo es comulgar con claves para que la solidaridad, la justicia social y ambiental se hagan cotidianeidad.

No alcanzan los grandes relatos, con buenas intenciones, sino tocan la finitud existencial de las personas en su cotidianidad.

(*) Director Cátedra del Agua UNR. Magíster en Ambiente y Desarrollo Sustentable Licenciado en Ciencias Sociales.