Encontrando frases perdidas en la papelera: “La globalización como relato o ideología de época no tiene más de 35 años. Fue iniciada por los presidentes Ronald Reagan y Margaret Thatcher, liquidando el Estado de bienestar, privatizando las empresas estatales, anulando la fuerza sindical obrera y sustituyendo el proteccionismo del mercado interno por el libre mercado”. Es del vice de Evo, Alvaro García Linera, en un artículo que publicó en este diario. El dúo dinámico, los Pimpinela planetarios del poder anunciaban a principios de los ‘80 la llegada de un sistema invencible. Y tras cartón otra frase del brillante vice: “La renuncia de Gran Bretaña a continuar en la Unión Europea –el proyecto más importante de unificación estatal de los últimos 100 años– y la victoria electoral de Trump –que enarboló las banderas de un regreso al proteccionismo económico, anunció la renuncia a tratados de libre comercio y prometió la construcción de mesopotámicas murallas fronterizas–, han aniquilado la mayor y más exitosa ilusión liberal de nuestros tiempos.” Se acabó aquella idea de la globalización imbatible. Ojo: anunciada y defenestrada las dos veces por Estados Unidos y Gran Bretaña.

La papelera arroja más frases, pero éstas de García Linera abren los ojos a un proceso mundial. El macrismo no tiene la misma papelera ni la misma percepción del proceso mundial. Arribó al poder en forma asincrónica con los sucesos planetarios, como si la globalización estuviera en su apogeo. Esta semana en la que murió John Berger se llenó de citas del gran escritor británico, hasta se podría decir que hubo abuso y vulgarización de frases John Berger sacadas de contexto. Pero hay una que podría explicar lo que sucede con este gobierno retrasado en el tiempo: “Podemos decir que el mundo vive un nuevo orden mundial. Pero en realidad no es un nuevo orden, sino un nuevo caos mundial. Y este caos viene generado por unas turbulencias que no son de carácter político, sino económico. Y todo lo que estas estructuras y personas deciden se enfoca únicamente a dos propósitos: a obtener más beneficios y, el segundo, no a mantener el orden sino a contribuir a que todos nosotros aceptemos de forma pasiva las condiciones que imponen precisamente para obtener más beneficios.” El ordenamiento de estas citas es arbitrario, Berger no formuló esta idea pensando en García Linera, sino en el planeta de hace unos 15 o veinte años.

Lo mismo que anunciaban Thatcher y Reagan hace 35 años es lo que están haciendo sus fans de Cambiemos en Argentina cuando los Thatcher y Reagan de la actualidad ya están haciendo lo contrario.

El equipo de Cambiemos se aseguró de instalar a sus cuadros con mayor expertise en la administración de la economía. En las demás áreas se limitaron a devolver favores de la política. Pero los cuadros de Cambiemos estaban preparados para un sistema mundial que ya no existe. Se trata de un gobierno que cuenta con el fuerte respaldo de los jugadores más fuertes de la economía y con la complicidad total de la corporación mediática. Con todo ese respaldo, Alfonso Prat Gay, su primer ministro de Economía, duró apenas un año. La salida de Prat Gay en este contexto va más allá de un recambio en el gabinete: es un dato de las dificultades de este gobierno para encontrar un nuevo modelo. No tiene los hombres para hacerlo. El único discurso económico que pueden formular casi como las palabras de un cadáver es el de un mundo que se retira. Apostaron a una liquidez mundial que va en retirada y no lograron “lluvia de inversiones”, apostaron a una reactivación de las economías regionales y profundizaron sus crisis, levantaron las barreras a la importación para bajar la inflación y la inflación se duplicó al tiempo que comenzaron a quebrar las pequeñas y medianas industrias de producción nacional, debilitaron al Mercosur y apostaron al Tratado de Libre Comercio del Transpacífico pero Trump anunció que no lo sostendrá. Las líneas en las que consiguieron resultados han sido el desmantelamiento del proyecto de desarrollo de la producción nacional y del mercado interno, con lo cual también sabotearon el consumo y la recaudación; lograron un récord de endeudamiento externo y con el blanqueo consiguieron maquillar un poco los números macro. El blanqueo de esos capitales, quizás el único éxito claro, también es el único que tiene alguna coherencia con la nueva situación mundial que, en este caso se trata de una coincidencia casual.

Mientras las decisiones en el área de la economía se sucedieron este año a un ritmo vertiginoso, en áreas como Salud, o Medio Ambiente y Educación, la parálisis frenó programas y los ajustes generaron despidos. No se hizo nada para avanzar en ningún sentido. En Educación se dejaron de entregar las netbook que oficiaban como factor actualizador e igualador en las escuelas públicas, lo que hizo quebrar y fundirse a las empresas que las fabricaban en Tierra del Fuego. Es un área donde siguen los despidos y el estrangulamiento del CONICET. En Salud se voltearon los programas de prevención y se sufrió la mayor epidemia de dengue en la historia del país, incluyendo la Capital Federal;  fue derogada la Dirección Nacional de Control de Enfermedades inmunoprevenibles (Dinacei), responsable del Plan Nacional de Vacunación, al tiempo que se redujo la disposición de vacunas por falta de presupuesto y se dejaron de realizar las visitas domiciliarias y peridomiciliarias preventivas en los focos de dengue.

Las inundaciones y los incendios que durante esta semana devastaron cuatro de las más grandes provincias sin que hubiera respuesta del gobierno nacional mostraron el desinterés oficial por diseñar programas de prevención. No están en las prioridades y en consecuencia se reducen los presupuestos. Los incendios en Río Negro, La Pampa y Buenos Aires abarcaron un millón 400 mil hectáreas. El ministro Sergio Bergman reconoció que no era un experto cuando asumió. Y dejó sus vacaciones varios días después, cuando la calamidad ya estaba “controlada”. Aunque Bergman se quejó de la pesada herencia, lo real es que el presupuesto de su área sufrió fuertes recortes. Las inundaciones en Santa Fe devastaron la cuenca lechera que ya estaba en crisis. Tampoco hubo reacción. Parálisis y achicamiento en Educación, Salud, Ciencia, Medio Ambiente. Ya se habla incluso de cambios en todas esas áreas.

El gobierno de Cambiemos tuvo éxito en destruir en poco tiempo gran parte del modelo construido por el kirchnerismo. Pero no pudo reemplazarlo por otro. Lo único que funciona son los restos de lo que dejó el kirchnerismo y sobrevivió a la destrucción de Cambiemos: un mercado interno que languidece pero que todavía da leche, empresas en crisis que tratan de no cerrar o despedir, salarios disminuidos pero que las paritarias ayudaron a preservar de la extinción. Pero la continuidad de esta tendencia borrará lo que queda sin reemplazarlo por ningún modelo que produzca y mucho menos que distribuya, los contrastes se agudizan.

García Linera alude a Shakespeare: “Todo lo sólido se desvanece en el aire”. La globalización neoliberal se muere sin proponer su propia sucesión. El macrismo llegó al poder cuando sucumbía en el planeta el modelo que perseguía. Avanzó en la destrucción del modelo anterior de desarrollo con inclusión, pero el modelo que propone es inviable en la nueva situación mundial. Por eso fracasó tan rápido su primer ministro de economía. La destrucción de lo que había va a continuar porque la economía está infectada, pero no se avizora nada en su reemplazo, solamente pedir prestado para tapar agujeros. Ya sin un modelo como meta, este gobierno sólo podría ser explicado por la cita de John Berger del principio: “obtener más beneficios” y lograr que los pueblos “acepten las condiciones que imponen precisamente para obtener más beneficios”.