En 1908, hace exactamente 110 años, lograba el boticario alemán Julius Neubronner patentar curioso invento: eficaces cámaras miniatura especialmente diseñadas para palomas fotógrafas, que lo convirtieron –colmo de la extrañeza– en pionero de las tomas aéreas. Si bien el varón había perfeccionado su creación el año anterior, en 1907, las autoridades de la Imperial Patent Office se negaron a registrar su adminículo hasta que no presentase suficientes pruebas de que, en efecto, su invención funcionaba. Ni lento ni perezoso, el muchacho recabó la evidencia requerida (capturas tomadas por las aves) y el resto fue historia (de lo más peculiar)... Cierto es que, durante el siglo 19, otros habían experimentado fotografiar desde el cielo, controlando dispositivos que se elevaban con globos y cometas, pero la perspectiva “orgánica” de Julius, que logró retratar al mundo en pleno vuelo aviar, fue tan exótica que le valió instantánea famita internacional. Claro que Neubronner no era ajeno a las palomas: su padre, también boticario, tenía un palomar entrenado que usaba para enviar recetas y medicamentos cuando la urgencia apremiaba; conocimiento que pasó a su hijo, que lo aplicó con ídem efectividad. Empero, cuando uno de los pájaros desapareció durante un mes, Julius sintió curiosidad por saber dónde había estado, y decidió poner sus conocimientos de fotógrafo aficionado a disposición de develar tamaña intriga. Así fue cómo diseñó pequeñísimas y ligeras cámaras de madera, de 30 a 75 gramos, con un sistema neumático para que el disparador se activara solo y los dos lentes captaban sendas imágenes de modo simultáneo. Además, incluía el diseño un arnés reforzado con aluminio que calzaba a la perfección en sus plumíferos fotógrafos de ocasión.  En los años siguientes, mostró sus cámaras en exposiciones internacionales, donde también vendió sus muy requeridas tarjetas postales, tomadas –sobra decir– por las ya duchas aves. Y fue titular de diarios del globo (Estados Unidos, Australia, Alemania, etcétera), que –con justificada sorpresa– advertían: “Las palomas ahora toman fotografías”. Por lo demás, según anota un artículo del New Yorker a cuento de la reciente publicación del fotolibro The Pigeon Photographer, que reúne las imágenes capturadas por el palomar del germano, “algo salvaje se observa en las fotos, precisamente por haber sido tomadas por pájaros: el encuadre es aleatorio, los ángulos están torcidos, a veces una pluma oscurece la vista. Así y todo, aunque las palomas seguramente sean las aves más pedestres, al mirar su cuerpo de obra –curiosamente elegante– o verlas lucir majestuosas sus kits fotográficos, devienen criaturas celestiales, dignas de celebración”. Y de exposición, precursoras –como han sido– del tan extendido drone.