En el rock argentino, la figura del solista ha tenido siempre un peso importante: los ejemplos de artistas esenciales abundan y alimentan la rica historia musical de este país. Pero también es cierto que, más allá de excepciones de la primera era como Miguel Abuelo, Pappo, Moris, Tanguito, Gabriela o León Gieco, el solista generalmente apareció luego de una experiencia grupal, una red de amigos-colegas que lo contuvo y con quienes hizo sus primeras armas antes de lanzarse a la aventura y la osadía de poner su nombre solo en el cartel. Siempre fue difícil bancar con una sola espalda los ripios de llevar adelante una carrera musical.

Pero hoy, claro, corren tiempos diferentes. En los últimos años se acumulan demostraciones de que el trabajo desde la independencia, eso que antes era una rareza, no significa una condena al anonimato o la intrascendencia. Y es por eso que la escena argentina empezó a explotar de propuestas solistas que no surgen de una agrupación previa. Con más herramientas de producción y difusión al alcance de las manos, los nombres propios, masculinos y femeninos, se volvieron moneda corriente en la cartelera. Y entre todos ellos, algunos tienen un brillo especial. 

Así se llega a Nahuel Briones. 

El platinado cantante, guitarrista y tecladista ya había dado muestras de talento con El Cruce de los Unders (junto a la Orquesta Pera Reflexiva), y en agosto del año pasado lanzó uno de los mejores discos de la temporada, Guerrera / Soldado. A contramano de lo que indican las reglas del mainstream, lejos de aburguesarse confiando en el envión de esas canciones, Briones ya colgó en  todas las plataformas un nuevo álbum. Y, caramba con el déjà vu, no se puede sino ya considerar a El Nene Minado como uno de los grandes títulos de 2018.

Hay muchas dimensiones en el trabajo de Nahuel. Muchas capas. Prestando apenas un poco de atención, la evidencia de un letrista distinto, capaz de dejar caer versos como “La comodidad es la puerta de entrada / a todas las drogas que te puedas imaginar / Puedo quedarme en el piso / prefiero el precipicio”. Pero sobre todo un tipo capaz de llenar la pista con el irresistible arreglo de caños de “Los nuevos monitores” y la tecnológica hipnosis de “Bailamos”: si el disco anterior dejó frases para el recuerdo en “Sailor Moon” (“Quiero que seas feliz / sé libre, sé lo que quieras / menos policía, por favor”), estos tiempos de debate sobre la Ley de interrupción voluntaria del embarazo encuentran un estribillo para enarbolar en las calles del 8 de agosto con ese “Bailamos, bailamos / como si hubiesen separado la Iglesia del Estado”. Con los compositores suele utilizarse la alegoría de la antena, Briones siempre parece tenerla bien orientada.

Pero El Nene Minado es más que una invitación al baile, y no solo por el breve interludio acústico de “Los deseos se cumplen, ojo”. Junto a briosas canciones como “Futurito”, típico desfile de estrofas y estribillos, Nahuel deja caer un momento tan soberbio como “¿Te acordás de mí?”: un tema que es todo un viaje, una narrativa pacientemente construida, el ejercicio de libertad de un tipo que solo responde a su propia brújula. La canción arranca con una instrumentación austera, va desgranando nombres de fármacos, juega con la letanía del “Soy el del disco anterior, el del libro anterior, el  personaje anterior” y construye una oscura tensión que termina estallando en una catártica línea de saxo –cortesía de Martín Rur– y la frase “Nada se detiene y si te detenés vos / todo avanza y te abandona” antes de fundirse con el poderoso cierre de “El abrazo eléctrico”. Otra oportunidad de lucimiento para una banda en la que brillan Daiana Leonelli (acordeón, guitarra y voz), Sato Valiente (guitarra, teclados y voz), Javier Mareco (bajo, teclados y voz), Pablo Manuel González (batería y percusión) y Federico Nicolao (teclados, guitarra, programaciones y voz).

Y todavía queda más para dejarse llevar en El Nene Minado, un disco que crece con cada escucha, que regala otros pasajes memorables como la ominosa “Ticket” (“Le diste el corazón y te devolvió un ticket / Un ticket / canjeable por un corazón mejor”), contrapesada por la luminosa energía de “Ya no es”; o el aire del primer Talking Heads en “Cualquier lugar del mundo” y el contundente dueto con Chano, que lejos de convertir a “Bases y condiciones” en un accidente lo pone en el lote de las más inspiradas, delicadamente coloreada por un cuarteto de cuerdas. A Nahuel Briones le bastan 12 canciones y cuarenta minutos para plantarse no solo como solista dueño de su destino, sino ante todo como un artista al que hay que seguirle los pasos, los compases, si se quiere hablar con propiedad de lo que hay en el rock argentino del siglo XXI. Guerrera. Soldado. Minado. Inspirado.