El comienzo de la audiencia fue caliente y generó una expectativa que no defraudó. El ministro de Salud de la Nación anunció que iba a “presentar datos y estadísticas”. “Entiendo que a veces pueden ser más o menos cómodos pero lo importante es la evidencia científica y estadística”, agregó Adolfo Rubinstein antes de dar rienda suelta a veinte minutos de datos puros y duros sobre salud pública, en una presentación durante la cual, en el salón Illia del Senado, no voló una mosca a pesar de que estaba desbordada como el primer día de audiencias. Poco antes, al dar inicio a la reunión, el presidente del plenario (y de la comisión de Salud, cabecera del proyecto), Mario Fiad, había dado intervención a Rubinstein sin hacer mención a la inédita nota de impugnación de su presencia que habían elevado la salteña Cristina Fiore y el jujeño Guillermo Snopek, ambos presentes en la audiencia. El rechazo había sido planteado antes y de manera informal; las preguntas luego fueron picantes y le imprimieron ese tono al resto de la jornada, signada por cruces e indirectas entre quienes avalan la legalización y los representantes de sectores antiderechos.

Por lo extenso de algunas intervenciones de senadoras y senadores, por la recurrencia de preguntas y repreguntas, y porque el tiempo de quienes exponen no es controlado con rigor por Fiad, como sí sucedía en el plenario de Diputados, la audiencia, comenzada poco después de las 14, estaba lejos de terminar caída la noche. En seis horas habían pasado sólo nueve de los 16 oradores previstos.

Todavía era de día. Alrededor de la manzana del Congreso, una decena de personas munidas de cruz y bandera argentina con feto y solcito bajo la leyenda “salvemos las dos vidas” peregrinaba y rezaba; dentro, el ministro Rubinstein desgranaba datos. Explicó con datos por qué el aborto es un problema de salud pública en Argentina, trazó un panorama de lo que sucedió con otros países que legalizaron la interrupción voluntaria del embarazo. También estableció estimaciones de costos para el sistema público de salud en caso de que fuera legalizado: para el sector público provincial, los costos medidos en millones de pesos descenderían de 967 a 239; habría 70 mil internaciones menos y se reduciría en 92 por ciento las muertes evitables.

“Los datos son muy contundentes”, señaló, y advirtió que haría algunas aclaraciones “porque he tenido algunas difamaciones”. Explicó que proviene de la investigación, del Conicet, y que dirigió una institución académica hasta ser nombrado ministro. “Tengo muchas publicaciones. Lo digo porque algunas de las cosas que recibí tenían que ver con publicar en The Lancet, que es la revista más prestigiosa en literatura médica”, añadió, en referencia a una investigación de salud sexual y reproductiva publicada allí. “Se han dicho algunas barbaridades que no estoy dispuesto a aceptar”, agregó.

Entonces la salteña Fiore planteó las primeras inquietudes. “¿En carácter de qué está hablando? ¿Cuál es la postura del Gobierno respecto de este tema?”, inquirió, y siguió una deriva reflexiva sobre causas de muerte y rankings que interrumpió Miguel Angel Pichetto, al señalar, mirando a Fiad: “que sea concreta... es un debate libre el de la senadora”. “Mi función es fijar la posición pública sobre un tema” en tanto ministro, replicó Rubinstein. Luego ahondó, a pedido de Snopek: “hablo como ministro de Salud, no en nombre del Gobierno, más allá de que formo parte del gobierno”. “¿Es lo que recomienda el Presidente como política?”, insistió Snopek. “No”, reiteró el ministro.

Preguntado por la mendocina Pamela Verasay, Rubinstein estimó que los alcances de la objeción de conciencia podrían ser establecidos a la hora de reglamentar la ley, algo que luego retomó la tucumana Silvia Elías de Pérez para señalar su preocupación porque esa instancia pudiera desvirtuar la ley. “Usted no es de esos, ministro”, dijo, y despertó la sonrisa del expositor, a quien luego cuestionó las cifras de España e Italia, y curvas de reducción de mortalidad materna relacionadas con la legalización del aborto. El funcionario insistió: “La realidad también es que el aborto es una causa de mortalidad materna y es importante”. 

En el salón, las diputadas antiderechos Carmen Polledo y Cornelia Schmidt-Liermann, recién llegadas como visitas, no conseguían dónde sentarse, mientras la senadora riojana Inés Brizuela preguntaba al ministro qué valor daba a las opiniones de la Academia Nacional de Medicina, contraria a la legalización. “Usted sabe que es una asociación civil. Con todo el respeto que le tengo, no representa la voz de la ciencia y la medicina en Argentina. Pero tengo una excelente relación”. “¿Qué piensa del derecho del niño por nacer?”, preguntó entonces la fueguina Miriam Boyadjian (coautora del proyecto presentado por Federico Pinedo). “No voy a opinar sobre aspectos que tienen ver con creencias, valores y opiniones personales”, reiteró el ministro. Minutos después, por eso mismo, lo interpeló duramente el presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales, el catamarqueño Dalmacio Mera, quien luego de no encontrar respuesta favorable a si Rubinstein había “hecho el juramento hipocrático”, criticó: “¡En toda su exposición no habló del feto ni del embrión ni del niño por nacer, y usted es el capitán del barco de la Salud! (...) pensé que estaba escuchando al ministro de Economía”. Luego, leyó ofuscado en voz alta unos materiales del Ministerio de Salud que refieren al aborto no punible; “es la normativa vigente, se refieren a aborto seguro”, explicó el ministro. Mera, hasta ayer considerado indeciso por algunos, no quiso aceptarlo.