Desde comienzos de julio, una campaña ha invadido las redes sociales marroquíes, expandiéndose peligrosamente en el país africano con su lema machista. “Sé un hombre y cubre a tus mujeres”, reza el slogan que demanda que los varones supervisen con qué pilchas salen sus esposas, hijas o hermanas, porque un “verdadero hombre” –a decir de la perniciosa y esclavista iniciativa– no deja que ellas vistan prendas “inapropiadas”. Léase cualquier ropita semiajustada, o, en tiempos actuales de playa, una bikini, una malla. Para la arena –o para cualquier espacio público, en verdad–, siempre lo mejor es niqab…   Cuestión que, compartido por miles y miles tanto en árabe clásico (Kun Rajulan) como en dialectal marroquí (Kun Rajel), el infame “Sé hombre” sigue corriendo cual reguero de pólvora en Marruecos, a menudo acompañado por imágenes o versos del Corán. Y lógicamente ha despertado encendida indignación de mujeres activistas e internautas, que –lejos de dejarse amedrentar– han puesto manos a la masa internetiana para expresarse sonadamente. “¡Sé un hombre y preocúpate de lo tuyo! ¡Sé hombre y céntrate en lo que quieres hacer en la vida! ¡Sé un hombre y respeta a los demás sin importar lo que lleven puesto! ¡Sé un hombre y respeta a la mujer!”, una de las réplicas. O bien: “Si no eres capaz de mirar a una mujer de otra forma que como un objeto sexual, ¡sé un hombre y arráncate los ojos!”

En efecto, ni lentas ni perezosas, miles y miles de mujeres marroquíes salieron con contrapropuesta, la también viral #SéUnaMujerLibre, iniciada por el Movimiento Alternativo por las Libertades Individuales (MALI), amén de “luchar contra las inyecciones patriarcales y paternalistas, y contra el oscurantismo”. “Sé una mujer libre: libre de llevar un bañador, una bikini o de no llevar absolutamente nada, libre de ir a la playa o de no hacerlo, libre de tus elecciones y de tus gustos”, arenga la mentada agrupación. Cuya cofundadora y portavoz, Ibtissame Betty Lachgar así se ha expresado: “No se trata de la ropa sino del cuerpo. Queremos que los hombres dejen de controlar nuestros cuerpos. Si una mujer no quiere ir a la playa, da igual. Lo importante es que actúe con libertad y no bajo la dominación del patriarcado. Esos tipos que no respetan nuestro cuerpo son los mismos que cuando una mujer es violada dicen ‘se lo merecía por ir como iba vestida’. Son los mismos que nos acosan e insultan en forma diaria”.

“La expresión en árabe dialectal marroquí de ‘Sé un hombre’ se emplea a cada momento en la vida cotidiana. Incluso a las mujeres, cuando se pretende animarlas y que tengan fuerza, se les dice ‘kunrajel’, que equivale en español a ‘tené huevos’. Sabemos que esto no va a cambiar ni ahora ni en diez años. Pero hay que hacer algo. Hay que moverse”, ofrece Lachgar, consciente que su contracampaña no cosechará frutos de la noche a la mañana, pero consciente además de que “ignorar la cruzada machista es ser cómplice de ella”; ergo, su pronta disposición a batallar contra la opresiva situación de las mujeres marroquíes.   

Finalmente, en pos de contexto, vale recordar que el 63 por ciento de las mujeres marroquíes reconoce haber sufrido algún acto de violencia machista, física o mental. Y que, según una reciente encuesta de ONU Mujeres realizada en la región de Rabat-Salé-Kenitra, casi el 40 por ciento de los hombres declara que las mujeres merecen ser golpeadas ocasionalmente. Asimismo, el 62 por ciento de los/as entrevistados/as, considera que ellas “deben tolerar la violencia para mantener a su familia unida”. Cierto es que el pasado febrero, después de años de debate, el Parlamento marroquí aprobó una ley contra la violencia de género, pero fue juzgada por las asociaciones de mujeres como “insuficiente y cosmética” (la violación dentro del matrimonio, por caso, no entró en consideración). Tampoco está de más tener presente que, en el susodicho país africano, las relaciones sexuales fuera del matrimonio están penadas con cárcel; también el adulterio y las relaciones entre personas del mismo sexo. Las madres solteras son repudiadas, marginadas; y en 2014 se registraron 45 mil matrimonios entre hombres mayores y chicas menores de edad, según el Ministerio de Justicia (y esa cifra, advierten voces en tema, solo reflejarían un tercio de la realidad). 

“En Marruecos, las mujeres no podemos vestir como nos plazca, aunque haya avisos y carteles publicitarios ¡por donde se mire! con modelos semidesnudas. A partir de las 9 de la noche, no debemos salir; la calle no nos pertenece. Somos intrusas en el espacio público”, reconoce una de las jóvenes anónimas que la escritora y periodista franco-marroquíLeila Slimani (Rabat, 1981) entrevistó para Sexo y mentiras, celebrado ensayo que se editó en los últimos meses al español. Donde recuerda la autora que, en su lugar de origen, “el Islam es una religión de Estado y las leyes son muy conservadoras”, y una fuerte hipocresía social fomenta la miseria sexual de mujeres y minorías. Slimani conversa además con la eminente reformista Asma Lamrabet, feminista islámica, médica e investigadora, que habla de una “incultura religiosa generalizada” en una sociedad –la marroquí– “donde se supone que la mujer representa a la identidad musulmana”. “La visibilidad de las mujeres ahora determina el grado de islamización de una sociedad”, advierte Lamrabet (“que sobre la cuestión de la sexualidad, sostiene que el Corán guarda silencio, y que es una determinada interpretación del texto, dentro de una sociedad patriarcal, lo que lleva a la opresión de las mujeres”, en sucintas palabras del diario El País).