Resistir no es tolerar, aguantar o sufrir. Los sinónimos que despliega el diccionario son demasiado pasivos. La resistencia de un cuerpo o de un colectivo implica una construcción que se articula en la horizontalidad con los otros para consolidar la diversidad de proyectos editoriales. Unirse, desde las diferencias, permite ser más fuertes y evitar los cimbronazos del aislamiento y la dispersión. La VII edición de la Feria de Editores (FED), que reunirá a 250 sellos de todo el país y de Uruguay, Brasil, Chile, Bolivia, Perú, Colombia, Venezuela, México y España en Ciudad Cultural Konex, del viernes 10 al domingo 12 de agosto, con entrada libre y gratuita, es una muestra de cómo se puede armar una red tan plural como sólida, que se expande año tras año. La FED tendrá además distintas charlas con la filósofa eslovena Renata Salecl, el escritor puertorriqueño Eduardo Lalo, y el escritor y editor mexicano, Eduardo Rabasa, responsable de Sexto Piso. Entre las editoriales que participarán se destacan Ediciones Godot, Fiordo, Entropía, Sigilo, Blatt & Ríos, Eterna Cadencia, La Bestia Equilátera, Gourmet Musical, Mardulce, Adriana Hidalgo; las rosarinas Ivan Rosado, Editorial Municipal de Rosario, Beatriz Viterbo, Casagrande, Neutrinos y Danke; las cordobesas Documenta, Caballo Negro, Letranómada y Eternos pasajeros; Letra Sudaca (Mar del Plata), Almadegoma (San Salvador de Jujuy); y estarán por primera vez Cruz (Tandil) y Caleta Olivia (Santa Cruz).

Lejos de ser un oxímoron, crisis y florecimiento editorial parece que van de la mano. PáginaI12 reunió a la poeta Celeste Diéguez, editora de la colección de poesía de la editorial de La Plata Club Hem (creada en 2013); al escritor y editor Francisco Cascallares, de la editorial Notanpuan (también empezó a publicar en 2013); al escritor, traductor y editor Ariel Shalom, de Dedalus (fundada en 2006); y al escritor y editor Ramón Tarruella de la editorial de La Plata Mil botellas (que editó su primer libro en 2007). Hay coincidencias en cuanto al gesto político que es editar hoy en la Argentina, pero también hay diferencias sobre cómo piensan el vínculo con los lectores. Los editores de la FED –parafraseando a Diéguez– sacan las uñas y apelan a distintas estrategias.

–¿Cómo enfrentar esta feria ante un panorama económico más recesivo y de mayor restricción del consumo, que se complica cada vez más?

Francisco Cascallares: –Cada año siempre parece el último, cada año parece que todo se puede poner peor... Aunque este año es verdad que hay un montón de editoriales desafiadas, muchas librerías y editoriales que van cerrando. La Feria de Editores es un lugar de resistencia cultural, de ir a buscar un poco ese optimismo de la edición que nos dice que este año también vamos a poder hacerla.

Ariel Shalom: –Si hay crisis, la Feria es el lugar en donde esa crisis se manifiesta en todo sentido: va más gente porque busca mejores precios y porque se concentra un tipo de edición que no es la que está en las librerías a nivel mainstream. Hay más crisis, pero también hay más necesidad de ir a las ferias. Como editores, cada feria es la manera de sacar las mediaciones de la librería para quedarnos con un poco más de la magra rentabilidad que tenemos, y para la gente es una posibilidad de tener descuentos del 20 o del 30 por ciento; descuentos que no va a conseguir en las librerías habituales. 

Ramón Tarruella: –Lo tomo con esperanza, como un lugar de respiro, en el sentido de que se va a vender y que estamos haciendo algo distinto a otras ferias. Las ventas en librerías en mayo y junio fueron desastrosas. Nuestra Feria es un lugar de fraternidad, incluso en la Feria Edita de La Plata recuerdo el final, cuando todos aplaudimos; era un aplauso cálido, de estar juntos en este momento. Este año se incorporaron muchas otras editoriales, que siempre están en el ruedo. La diversidad es parte de la FED.

Celeste Diéguez: –En estos momentos en que la crisis se siente más fuerte a todo nivel es donde más sacamos las uñas y apelamos a estrategias. Desde hace tres años las cosas empezaron a ponerse más ásperas y crecieron las ferias, los festivales, todo tipo de organización más horizontal entre editores. Si bien la FED viene desde 2013, cuando empezó muy chiquita en La Tribu con pocas editoriales, ahora son más de 250. Esto habla de que es un evento que se espera con expectativa desde el sector editorial, pero también para el público. El año pasado hubo cuadras de cola. La FED se convirtió en un encuentro entre los lectores y los editores, que también permite armar una red para el resto del año. A partir de la experiencia de la FED, el colectivo Malisia de La Plata, del que formo parte, armó por segunda vez el Edita, que es como la Feria de Editores, pero en La Plata. Estas experiencias se están replicando a nivel federal y se esperan con mucha ansiedad. Como una cita.

–¿Editar hoy en la Argentina es un gesto político?

R.T.: –Yo empecé a editar en 2007, en otro contexto, cuando había expectativas. Tener un catálogo que estéticamente me parezca distinto es un gesto político. Hoy en día este gesto está mucho más amplificado y yo lo tomo como una provocación al establishment. Una forma de molestar es seguir. Lo peor es retraerse, aislarse. Para mí hay que seguir, cueste lo que cueste. Claramente está jodido todo y creo que va a estar peor, pero hay que seguir. Para mí hay que provocar desde la edición de libros.

C. D.: –Editar es un gesto político, hoy y siempre. El hecho de armar un catálogo, de armar cierto recorte, una mirada de la literatura que uno quiere publicar, es un gesto político. Pero la forma de trabajar al interior de una editorial también es un gesto político. En la colección de poesía de Club Hem son dos autores por libro, y por lo general es una autora y un autor, y eso es un gesto político. Ver qué pasa al interior del catálogo, con la presencia de la literatura de género, la literatura de todes; está bueno poner una mirada ahí. Club Hem editores coeditó el libro Martes verde, con los poemas que se leyeron todos los martes durante el debate de la ley en Diputados. Nosotros tomamos las decisiones en conjunto, las debatimos. 

F. C.: –Desde que Fernando Pérez Morales fundó Notanpuan, que por el nombre nos hemos metido en problemas, hay algo político de entrada al menos en la intención de la editorial. Hay algo político que es desestabilizador. En el caso de Notanpuan, lo más inmediato que hay que desestabilizar, por el lugar donde existe, es sacudir culturalmente a la gente de San Isidro. Hay que subir el volumen al palo para despertar al barrio a las cuatro de la mañana. Algo así. Pero no se queda solamente en eso. En lo político también está una conversación que se va generando entre escritores y editoriales sobre ir proponiendo qué leer y cómo las editoriales van tratando de construir un lector. Lo que siempre pensamos es qué tipo de lector nos gustaría fomentar, hacia dónde nos gustaría llevarlo. Los títulos de Notanpuan buscan pelearse con lo que se está leyendo demasiado proponiendo alternativas. La edición es un lugar de resistencia y hay algo de este espacio que estamos construyendo para el futuro, para que pase lo que pase nos podamos asegurar de que ese lugar va a seguir existiendo.

A. S.: –Cada sello tiene una relación distinta con la crisis. A nosotros, como la mayoría de lo que hacemos es traducción, descubrimos que la crisis no es un fenómeno local, sino internacional. En el caso de Francia, que es con uno de los países con los que más trabajamos, en los últimos tres años empezaron también a recortar las ayudas, y eso complicó bastante el panorama para nosotros. Tratamos de abrirnos a otras ayudas de otros países porque no hay ayudas locales; hay muy poquito para traducción al español. No sé cómo se manejan los demás, con qué fondos, pero en nuestro caso el 60 o 70 por ciento de lo que hacemos es gracias a los subsidios. Eso depende de afuera, no tanto de adentro. La crisis es de afuera porque recortan y por otro lado está la caída de las ventas en las librerías. Editar sigue siendo un gesto de resistencia; cada uno arma sus estrategias. Nosotros somos traductores de los propios libros que hacemos; ya es una manera de economizar recursos. Todo se hace bajo esta lógica de que cada cual aporta lo suyo para que siga adelante el proyecto, porque lo primero que queremos es tener un catálogo que nos haga felices, con un grado de sustentabilidad económica. Pero el foco no está puesto en la rentabilidad en ninguno de los sellos; si no, no podríamos ofrecer lo que ofrecemos.

–¿Qué tipo de lectores aspiran a construir desde sus catálogos editoriales?

C. D.: –El lector al que apunta Club Hem es un lector comprometido. Nosotros tenemos una frase que nos marcó desde el principio: “El libro crea al lector, el lector construye al libro”. Nos gusta pensar que la literatura se completa con la mirada del lector y que necesitamos un lector comprometido, participativo, activo, porque no cobramos subsidios ni les cobramos a los autores, entonces nos autosustentamos mediante la venta, con la participación del lector.

R. T.: –Me gustaría que sea un lector que le interese la editorial en términos de que encuentre un material original y que pueda ver una línea política. Me cuesta pensar qué lector uno quiere construir, pero sí estoy seguro de lo que puedo ofrecer en la editorial. Hay una coherencia entre los autores clásicos como Héctor Tizón, Isidoro Blaisten y Augusto Roa Bastos, y los autores nuevos; hay un trabajo en la prosa que propone una continuidad.

A. S.: –Soy un poco escéptico en cuanto a la verdadera diversificación que uno puede proponer. Los lectores tienen una afinidad de clase media, que es el público que puede leer literatura y ensayo, que es lo que nosotros hacemos, con cierta formación universitaria o cercano al campo cultural, y en ese sentido no difiere mucho del público lector que puede leer libros de los grandes sellos en esta área de la literatura y el ensayo. El público es compartido un poco con el campo más mainstream, pero dentro de eso buscamos proponer algo alternativo. En cuanto al lector, en nuestro caso la pretensión al principio fue muy modesta, y sigue siendo nuestra bandera, que es traducir a nuestra variante de español, confrontar con la avalancha de traducciones peninsulares. Todos los sellos que hacen traducción y que son sellos chicos y medianos están aplicando esta política. Ninguno piensa: vamos a traducir neutral para tener más capacidad de penetración en otro mercado y exportar. El traductor tiene que traducir a su propia lengua y no tiene que hacer ningún ejercicio de adaptación en pos de la comercialización del libro. Traducimos al español rioplatense y queremos ser una alternativa, más allá del tipo de texto, a todo lo que entra de afuera. Nuestro lector sería alguien a quien no le gusta las traducciones peninsulares y quiere leer traducciones más familiares.

F. C.: –Sería como el acostumbramiento a distintas formas reales del castellano por regiones. El lenguaje neutro me parece irreal; es un lenguaje como castrado. Nosotros vamos a sacar nuestra primera traducción de una novela norteamericana escrita durante la depresión, Acá solo matan caballos, de Horace McCoy. Nuestro traductor dice que esta es una historia en la que podemos sentirnos como en esa época de la depresión, donde pasaba de todo, donde la gente hacía cualquier cosa por tener guita para morfar. Y la propuesta del traductor fue traducirla con un lenguaje de ahora, del Conurbano, como si hubiera sido escrita por alguno de nosotros. Una editorial no puede formar un lector, le queda muy chico. En todo caso, un lector crea editoriales, ¿no? Nosotros queremos que los lectores elijan autores nuevos sobre autores ya muy establecidos. Notanpuan es una editorial de primeros, segundos, terceros libros, salvo dos o tres excepciones. Buscamos continuamente encontrar voces nuevas. Pero también hay un rescate del pasado, una reinvención de los que estamos leyendo, de lo que viene de afuera. De pronto surgen escritores rescatados como David Markson, que nos hace escribir de una manera nueva. Esto también resignifica la literatura que se está escribiendo ahora. ¿Qué libros extranjeros forman la idea de lo que es la literatura. ¿Qué somos nosotros? ¿Qué hacemos con esto que viene de otro lugar? La idea de lector que hay en Notanpuan es un poco como esa conversación que se da en una librería con un librero, en la que te ponés hablar de libros y te recomienda algo, pero a la vez, un librero escucha todo lo que le estás diciendo; es como una especie de barman de la literatura. Cada vez creo más que es el lector el que construye a la editorial.

* Más información de la FED en www.facebook.com/feriadeeditores